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La Expansión Andita en el Oriente

1. Los Anditas del Turquestán

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Durante más de veinticinco mil años, hasta casi el año 2000 a. de J.C., el corazón de Eurasia fue predominantemente, aunque cada vez menos, andita. En las tierras bajas del Turquestán, los anditas fueron rodeando los lagos interiores por el oeste llegando así a Europa, mientras que desde las tierras altas de la región hicieron una infiltración hacia el este. El Turquestán oriental (Xinjiang [Sinkiang]) y, en una medida menor, el Tíbet, fueron las vetustas compuertas a través de las cuales estos pueblos de la Mesopotamia penetraron las montañas hacia las norteñas tierras del hombre amarillo. La infiltración andita en la India se desplegó desde las alturas del Turquestán hacia el Pendjab y desde las tierras de pastoreo iraníes a través de Beluchistán. Estas migraciones primitivas no constituían en ningún modo conquistas, más bien eran parte del continuo éxodo de las tribus anditas hacia el oeste de la India y China.

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Persistieron centros de entremezclada cultura andita durante casi quince mil años en la cuenca del río Tarim en Xinjiang y, hacia el sur, en las regiones altas del Tíbet, donde los anditas y andonitas se habían mezclado vastamente. Hacia el este, el puesto más avanzado de la verdadera cultura andita estaba en el valle del Tarim. Allí establecieron sus colonias y comenzaron a mantener relaciones comerciales, hacia el este con los progresistas chinos y hacia el norte con los andonitas. En aquellos días, la región del Tarim era de tierras fértiles y lluvias abundantes. Hacia el este estaba la extensa pradera de Gobi, donde los pastores gradualmente se iban volcando hacia la agricultura. Esta civilización, que en su momento rivalizó con la de la propia Mesopotamia, se perdió cuando cambiaron los vientos llevando las lluvias hacia el sudeste.

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Hacia el año 8000 a. de J.C., lentamente la aridez de las regiones altas del Asia central fue obligando a los anditas a buscar las cercanías de los ríos y las costas marinas. Esta prolongación de la sequía no solamente los llevó a los valles del Nilo, Eufrates, Indo y Amarillo, sino que produjo un nuevo desarrollo dentro de la civilización andita. Una nueva clase de hombres, los mercaderes, comenzó a surgir en grandes cantidades.

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Cuando las condiciones climáticas convirtieron la caza en una actividad infructuosa, los migrantes anditas no siguieron la línea evolucionaria de las razas más antiguas y, entonces, no se convirtieron en pastores. En cambio, aparecieron el comercio y la vida urbana. Desde Egipto, a través de la Mesopotamia y el Turquestán, hasta los ríos de China e India, las tribus de civilización más avanzada comenzaron a constituirse en ciudades dedicadas a la manufactura y el comercio. Adonia, ubicada cerca de la actual ciudad de Ashjabad, se convirtió en la metrópolis comercial del Asia central. El intercambio comercial de piedras, metales, madera y alfarería tuvo un rápido incremento tanto por vía terrestre como por la fluvial.

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Pero la sequía en constante aumento gradualmente ocasionó el gran éxodo andita desde las tierras ubicadas al sur y al este del Mar Caspio. La ola de migración comenzó a virar de norte a sur, y la caballería de Babilonia inició su penetración en la Mesopotamia.

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El incremento de la aridez en Asia central contribuyó adicionalmente a reducir la población y convertir a estos pueblos en menos belicosos; y cuando las decrecientes lluvias en el norte forzaron a los nómades andonitas a desplazarse hacia el sur, hubo un enorme éxodo de anditas desde el Turquestán. Éste es el movimiento final de los llamados arios hacia el Levante y la India. Culminó así esa gran dispersión de los descendientes mezclados de Adán, durante la cual, todos los pueblos asiáticos y la mayoría de los de las islas del Pacífico se beneficiaron en cierto grado por la influencia de estas razas superiores.

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Así pues, al dispersarse en el hemisferio oriental, los anditas fueron desposeídos de sus tierras natales de la Mesopotamia y el Turquestán, puesto que fue este desplazamiento excesivo de los andonitas hacia el sur el que diluyó a los anditas en Asia central hasta su desaparición casi total.

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Pero aún en el siglo veinte de la era cristiana quedan rastros de sangre andita entre los turanianos y tibetanos, como se puede ver en los tipos rubios que a veces se hallan en estas regiones. Los primeros anales chinos registran la presencia de nómades de cabellos rojos al norte de las pacíficas colonias del río Amarillo, y aún se conservan pinturas que prueban fielmente la presencia del tipo rubio andita y del moreno mongol en la cuenca del Tarim de hace tiempo.

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La última gran manifestación de la sumergida genialidad militar de los anditas de Asia central se produjo en el 1200 d. de J.C., cuando los mongoles bajo Gengis Kan comenzaron la conquista de la mayor parte del continente asiático. Al igual que los antiguos anditas, estos guerreros proclamaban la existencia de «un solo Dios en el cielo». La prematura disolución de su imperio dilató por mucho tiempo el intercambio cultural entre Occidente y Oriente y retrasó enormemente el desarrollo de un concepto monoteísta en Asia.


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