◄ 98:2
Documento 98
98:4 ►

Las Enseñanzas de Melquisedek en el Occidente

3. Las Enseñanzas de Melquisedek en Roma

98:3.1

Habiendo salido de las formas religiosas más antiguas de adoración de los dioses familiares y de reverencia tribal a Marte, el dios de la guerra, fue natural que la religión posterior de los latinos fuera más bien una observancia política que un sistema intelectual, como el de los griegos y el de los brahmanes o de religiones más espirituales como en la de varios otros pueblos.

98:3.2

En el gran renacimiento monoteísta del evangelio de Melquisedek durante el siglo sexto antes de Cristo, muy pocos misioneros salemitas penetraron en Italia, y los que lo hicieron no pudieron sobreponerse a la influencia del sacerdocio etrusco en rápida expansión con su nueva galaxia de dioses y templos, todos los cuales se organizaron en la religión estatal romana. Esta religión de las tribus latinas no era trivial y venal como la de los griegos, ni tampoco austera y tiránica como la de los hebreos. Consistía en su mayor parte en la observancia de meras formas, votos y tabúes.

98:3.3

La religión romana estaba grandemente influida por amplias importaciones culturales de Grecia. Finalmente la mayoría de los dioses olímpicos fueron transplantados e incorporados en el panteón latino. Los griegos adoraron por mucho tiempo el fuego del fogón familiar—Hestia era la diosa virgen del fogón; Vesta fue la diosa romana del hogar. Zeus se volvió Júpiter; Afrodita, Venus; y así sucesivamente con muchas otras deidades olímpicas.

98:3.4

La iniciación religiosa de los jóvenes romanos era ocasión de su consagración solemne al servicio del Estado. Los juramentos y las admisiones a la ciudadanía eran en realidad ceremonias religiosas. Los pueblos latinos mantenían templos, altares y santuarios y, en una crisis, consultaban a los oráculos. Preservaban los huesos de los héroes y más adelante los de los santos cristianos.

98:3.5

Este esquema formal y sin emociones de patriotismo seudorreligioso estaba destinado a caerse, tal como el sistema de adoración altamente intelectual y artística de los griegos había sucumbido ante la adoración férvida y profundamente emotiva de los cultos de misterio. El más grande de estos cultos devastadores fue la religión de misterio de la secta de la Madre de Dios, que tuvo su central, en aquellos días, en el preciso sitio de la presente iglesia de San Pedro en Roma.

98:3.6

El joven estado romano conquistó políticamente pero fue conquistado a su vez por los cultos, ritos, misterios y conceptos de dios de Egipto, Grecia y el Levante. Estos cultos importados continuaron floreciendo a lo largo y a lo ancho del estado romano hasta los tiempos de Augusto, quien puramente por razones políticas y cívicas, realizó un esfuerzo heroico y en cierto modo con éxito para destruir los misterios y revivir la religión política más antigua.

98:3.7

Uno de los sacerdotes de la religión del estado habló a Augusto de los intentos más primitivos de los maestros salemitas por diseminar la doctrina de un solo Dios, una Deidad final que preside por sobre todos los seres sobrenaturales; y esta idea se arraigó tan firmemente en la mente del emperador que éste construyó muchos templos, los llenó de bellas imágenes, reorganizó el sacerdocio estatal, volvió a establecer la religión estatal y se nombró a sí mismo alto sacerdote interino de todos, y como emperador no dudó en proclamarse el dios supremo.

98:3.8

Esta nueva religión del culto de Augusto floreció y fue observada en todo el imperio durante toda su vida, excepto en Palestina, la cuna de los judíos. Esta era de dioses humanos continuó hasta que el culto oficial romano llegó a contar con una lista de más de cuarenta deidades humanas autoelevadas, que suponían nacimientos milagrosos y otros atributos sobrehumanos.

98:3.9

El último esfuerzo del grupo menguante de creyentes salemitas fue realizado por un grupo sincero de predicadores, los cínicos, quienes exhortaron a los romanos a abandonar sus ritos religiosos salvajes y sin sentido y volver a una forma de adoración que incluyera el evangelio de Melquisedek tal como se había modificado y contaminado con el contacto de la filosofía de los griegos. Pero el pueblo en general rechazó a los cínicos; prefirieron sumergirse en los ritos de los misterios, que no sólo ofrecían esperanzas de salvación personal sino que también gratificaban el deseo de diversión, entusiasmo y entretenimiento.


◄ 98:2
 
98:4 ►