La esencia del rito es la perfección de su ejecución; entre los salvajes debe ser practicada con precisión exacta. Sólo cuando el rito ha sido llevado a cabo correctamente la ceremonia posee el poder de obligar a los espíritus. Si el rito es erróneo, tan sólo despierta la ira y el resentimiento de los dioses. Por lo tanto, puesto que la mente en lenta evolución del hombre concibió que la técnica del rito era el factor decisivo en cuanto a su eficacia, fue inevitable que los primitivos shamanes pronto o más tarde se desarrollaran en un sacerdocio adiestrado para dirigir la práctica meticulosa del rito. Así pues, durante miles y miles de años los ritos sin fin han obstaculizado a la sociedad y perseguido a la civilización, convirtiéndose en carga intolerable para toda acción de vida, toda empresa racial.
El rito es la técnica de santificar la costumbre; el rito crea y perpetúa mitos contribuyendo a la vez a la preservación de las costumbres sociales y religiosas. Nuevamente, el rito mismo ha sido originado por los mitos. Los ritos son frecuentemente primero sociales, luego se vuelven económicos y finalmente adquieren la santidad y dignidad de una ceremonia religiosa. El rito puede ser personal o de grupo en su práctica—o ambos– tal como se ilustra en la oración, la danza y el drama.
Las palabras se hacen parte del rito, tal como es el uso de los términos amén y selah. El hábito de las malas palabras, la profanidad, representa una prostitución de la repetición ritualista previa de los nombres sagrados. Hacer peregrinajes a los santuarios sagrados es un rito muy antiguo. El rito posteriormente evolucionó en elaboradas ceremonias de purificación, limpieza y santificación. Las ceremonias de iniciación de las sociedades secretas primitivas de la tribu fueron en realidad un rito religioso burdo. La técnica de adoración de los antiguos cultos de misterio tan sólo fue una larga cantinela de ritos religiosos acumulados. El rito finalmente se desarrolló en los tipos modernos de ceremonias sociales y adoración religiosa, servicios que comprenden la oración, la canción, la lectura responsiva y otras devociones espirituales individuales y de grupo.
Los sacerdotes evolucionaron de shamanes, pasando por oráculos, adivinadores, cantantes, bailarines, hacedores de lluvia, guardianes de las reliquias religiosas, custodios del templo y adivinos de los acontecimientos, al estado de verdaderos dirigentes de la adoración religiosa. Finalmente la posición se tornó hereditaria. Así surgió una casta sacerdotal con continuidad.
A medida que evolucionaba la religión, los sacerdotes comenzaron a especializarse de acuerdo con sus talentos innatos o predilecciones especiales. Algunos se volvieron cantantes, otros oraban y aún otros sacrificaban; más adelante aparecieron los oradores—los predicadores. Cuando la religión se volvió institucionalizada, estos sacerdotes afirmaron tener «las llaves del cielo».
Los sacerdotes siempre han tratado de impresionar y asustar a la gente común conduciendo el rito religioso en una lengua antigua y con pases mágicos para confundir a los adoradores y elevar su propia piedad y autoridad. El gran peligro en todo esto consiste en que el rito tiende a tornarse el sustituto de la religión.
Los sacerdocios han hecho mucho por retrasar el desarrollo científico y obstaculizar el progreso espiritual, pero han contribuido a la estabilización de la civilización y al enaltecimiento de ciertos tipos de cultura. Pero muchos sacerdotes modernos cesaron de funcionar como dirigentes del rito de la adoración de Dios, volviendo su atención a la teología—el intento de definir a Dios.
No se niega que los sacerdotes han representado una piedra atada al cuello de las razas, pero los verdaderos líderes religiosos han sido invaluables en señalar el camino hacia realidades más elevadas y mejores.
[Presentado por un Melquisedek de Nebadon.]
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