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El Shamanismo—Los Curanderos y los Sacerdotes

4. La Medicina Bajo los Shamanes

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Toda la vida del hombre primitivo era profiláctica; su religión era, en medida no pequeña, una técnica para la prevención de las enfermedades. A pesar del error de sus teorías, los hombres se dedicaban de todo corazón a ponerlas en efecto; tenían un fe ilimitada en sus métodos de tratamiento y eso, de por sí, es un poderoso remedio.

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La fe requerida para mejorar bajo las tontas ministraciones de uno de estos antiguos shamanes no era, después de todo, materialmente diferente de la que se requiere para ser curados a manos de uno de sus sucesores más recientes que tratan la enfermedad en forma no científica.

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Las tribus más primitivas temían grandemente a los enfermos, y por largas épocas éstos eran evitados cuidadosamente, y vergonzosamente descuidados. Fue un gran avance en las tendencias humanitarias cuando la evolución de la shamanería produjo sacerdotes y curanderos que consentían en tratar las enfermedades. Entonces se volvió costumbre que todo el clan se reuniese en el cuarto del enfermo para ayudar al shamán en aullar hasta que los fantasmas de la enfermedad fueran expulsados. No era infrecuente que una mujer fuera la shamán a cargo del diagnóstico, mientras que un hombre administraba el tratamiento. El método común de diagnosticar la enfermedad consistía en examinar las entrañas de un animal.

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La enfermedad se trataba con cantos, aullidos, imposiciones de las manos, respirar sobre el paciente y muchas otras técnicas. En tiempos más recientes se difundió la técnica de llevar al enfermo a dormir al templo, período durante el cual supuestamente se producía la curación. Los curanderos finalmente ensayaron una cirugía auténtica en relación con el sueño en el templo; entre las primeras operaciones fue la de trepanar el cráneo para que el espíritu del dolor de cabeza pudiera escapar. Los shamanes aprendieron a tratar las fracturas y dislocaciones, a abrir abcesos y furúnculos; las shamanesas se volvieron adeptas en el trabajo de parteras.

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Era método común de tratamiento frotar un objeto mágico sobre el punto infectado o manchado del cuerpo, luego tirar afuera el amuleto, y supuestamente así se efectuaba la curación. Si alguien por casualidad levantaba el amuleto arrojado, se creía que inmediatamente adquiriría la infección o mancha. Pasó mucho tiempo antes de que se introdujeran hierbas y otros medicamentos verdaderos. El masaje se desarrolló en relación con el encantamiento, la idea de frotar el espíritu afuera del cuerpo, y éste estaba precedido por el frotamiento del remedio para que penetrara en el cuerpo, así como los modernos intentan frotar ungüentos. La aplicación de ventosas y el chupar de las partes afectadas, juntamente con la sangría, se consideraba útil para expulsar al espíritu productor de la enfermedad.

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Puesto que el agua era un fetiche poderoso, se la utilizaba en el tratamiento de muchas enfermedades. Por mucho tiempo se creyó que el espíritu que causaba el malestar se podía eliminar por el sudor. Los baños de vapor se consideraban en gran estima; pronto florecieron las fuentes naturales calientes como centros de salud primitivos. El hombre primitivo descubrió que el calor podía aliviar el dolor; usó el calor del sol, órganos frescos de animales recién matados, la arcilla caliente y las piedras calientes, y muchos de estos métodos aún se emplean. Se practicaba el ritmo para influir sobre los espíritus; los tantanes eran universales.

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Entre algunos pueblos la enfermedad se consideraba causada por una conspiración maligna entre espíritus y animales. Esto originó la creencia de que existía un remedio beneficioso proveniente de una planta para cada una de las enfermedades causadas por los animales. El hombre rojo estaba especialmente dedicado a la teoría de la planta para los remedios universales; siempre colocaban una gota de sangre en el agujero que quedaba donde había estado la raíz cuando se desarraigaba una planta.

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El ayuno, la dieta y los autoirritantes se usaban frecuentemente como medidas de curación. Las secreciones humanas, siendo definitivamente mágicas, se consideraban en gran estima; la sangre y la orina fueron pues entre los remedios más primitivos y pronto fueron perfeccionados añadiendo raíces y sales varias. Los shamanes creían que los espíritus de la enfermedad podían ser expulsados del cuerpo por remedios malolientes y de mal gusto. Muy pronto los purgantes se volvieron tratamiento de rutina, y la utilidad de la cocoa y quinina crudas se contó entre los primeros descubrimientos farmacéuticos.

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Los griegos fueron los primeros en desarrollar en verdad métodos racionales de tratamiento de las enfermedades. Tanto los griegos como los egipcios recibieron su conocimiento médico del valle del Eufrates. El aceite y el vino fueron remedios muy primitivos para el tratamiento de las heridas; el aceite de castor y el opio fueron usados por los sumerios. Muchos de estos antiguos y eficaces remedios secretos perdían su poder al hacerse conocidos; el secreto siempre ha sido esencial para la buena práctica del fraude y de la superstición. Sólo los hechos y la verdad cortejan la luz plena de la comprensión y se regocijan en la iluminación y esclarecimiento de la investigación científica.


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