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Documento 83
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La Institución del Matrimonio

3. La Compra de la Novia y la Dote

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Los antiguos no confiaban ni en el amor ni en las promesas; creían que las uniones sólidas deben ser garantizadas por un respaldo tangible, la propiedad privada. Por este motivo, el precio de adquisición de una esposa se consideraba un depósito o una prenda, que el marido perdería en caso de divorcio o deserción. Una vez que se había pagado el precio de adquisición de una novia, muchas tribus permitían que se le quemara la marca del marido en la piel de ella. Los africanos aún compran sus esposas. Una esposa con quien el hombre se casara por amor, o sea la esposa de un hombre blanco, la comparan con un gato, porque no cuesta nada.

83:3.2

Las exhibiciones de novias eran ocasiones para vestir y adornar a las hijas y exponerlas públicamente con la idea de que traerían precios más altos como esposas. Pero no se las vendía como animales—entre las tribus más recientes, estas esposas no eran transferibles. Tampoco era siempre su adquisición una transacción monetaria a sangre fría; el servicio era equivalente al efectivo en la adquisición de una esposa. Si un candidato por otra parte deseable no podía pagar por su esposa, podía ser adoptado como hijo por el padre de la muchacha y luego casarse. Y si un hombre pobre deseaba contraer matrimonio y no podía satisfacer el precio exigido por un padre ávido, los ancianos frecuentemente presionaban al padre para que éste modificara sus exigencias, o si no era posible que los jóvenes huyeran juntos.

83:3.3

A medida que progresó la civilización, los padres ya no querían aparecer como que vendían a sus hijas y por lo tanto, aunque seguían aceptando el precio de adquisición de la novia, iniciaron la costumbre de dar a la pareja obsequios valiosos que prácticamente equivalían al dinero de adquisición. Más adelante, cuando desapareció la costumbre del pago por la novia, estos obsequios se volvieron la dote de la novia.

83:3.4

La idea de la dote consistía en proyectar una imagen de independencia de la novia, mostrando un gran adelanto desde los tiempos en que las esposas eran esclavas, y compañeras que formaron parte de la propiedad. El hombre no podía divorciar a su esposa con dote sin restituir la dote entera. Entre algunas tribus se hacía un depósito mutuo con los padres del novio y de la novia, depósito que se perdía en caso de que uno de ellos abandonara al otro, en verdad un bono matrimonial. Durante el período de transición de la época de adquisición a la de dote, si la esposa era comprada, los hijos pertenecían al padre; si no, pertenecían a la familia de la madre.


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