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El Desarrollo del Estado

5. La Evolución de la Competencia

71:5.1

La competición es esencial para el progreso social, pero la competencia, sin tasa ni medida, engendra la violencia. En la sociedad de hoy en día, la competición va desplazando poco a poco a la guerra en cuanto que determina la posición del individuo en la industria, y así decreta la supervivencia de las industrias mismas. (El asesinato y la guerra difieren en su calidad ante las costumbres establecidas; pues el asesinato quedó proscrito desde los primeros días de la sociedad; en cambio, la guerra no ha sido proscrita nunca por la humanidad en general.)

71:5.2

El estado ideal acomete la regulación de la conducta social sólo lo bastante para eliminar la violencia de la competencia individual y para impedir la injusticia en la iniciativa personal. He aquí el gran problema del estado: ¿Cómo se puede garantizar la paz y tranquilidad de la industria, pagar los impuestos para mantener el poder del estado y, al mismo tiempo, impedir que la gravación fiscal entorpezca la industria y que el estado se convierta en parásito o tirano?

71:5.3

A través de las edades primitivas de cualquier mundo, la competencia es esencial para la civilización progresiva. A medida que progresa la evolución del hombre, la cooperación llega a ser cada vez más efectiva. En las civilizaciones avanzadas la cooperación es más eficaz que la competencia. La competencia estimula al hombre primitivo. La evolución primitiva se caracteriza por la supervivencia de los que son biológicamente aptos, pero las civilizaciones posteriores se fomentan mejor por la cooperación inteligente, la fraternidad compasiva y la hermandad espiritual.

71:5.4

Cierto que la competición en la industria es excesivamente derrochadora y sumamente ineficaz, pero no se debe aprobar ningún esfuerzo para eliminar esta desastrosa moción económica, si tales modificaciones suponen la más mínima abolición de cualquiera de las libertades fundamentales del individuo.


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