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Documento 69
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Las Instituciones Humanas Primitivas

9. La Propiedad Privada

69:9.1

Si bien la sociedad primitiva fue virtualmente comunal, el hombre primitivo no se adhirió a las doctrinas modernas del comunismo. El comunismo de estos tiempos primitivos no fue una mera teoría o doctrina social; fue una sencilla y práctica adaptación automática. El comunismo impidió el pauperismo y la indigencia; la mendicidad y la prostitución eran casi desconocidas entre estas tribus antiguas.

69:9.2

El comunismo primitivo no niveló mayormente a los hombres, tampoco exaltó la mediocridad, pero sí valoró la inactividad y la ociosidad, y reprimió la industria y destruyó la ambición. El comunismo fue el andamiaje imprescindible para la edificación de la sociedad primitiva, pero cedió el paso a la evolución de un orden social superior, ya que contrariaba cuatro fuertes proclividades humanas:

69:9.3

1. La familia. El hombre no ya anhela acumular propiedad, sino desea legar sus bienes de capital a su progenie. Pero en la primera sociedad comunal el capital de un hombre se consumió inmediatamente o bien se repartió entre el grupo a su muerte. No existió la herencia de la propiedad—el impuesto de sucesión era de cien por ciento. Las costumbres establecidas posteriores en lo que concierne la acumulación de capital y la herencia de la propiedad fueron un indudable adelanto social. Y esto resulta cierto a pesar de los crasos abusos que posteriormente resultaron del mal uso del capital.

69:9.4

2. Las tendencias religiosas. El hombre primitivo también quiso ahorrar la propiedad como núcleo para iniciar la vida en la próxima existencia. Este motivo explica por qué duró tanto tiempo la costumbre de enterrar con él los efectos personales del hombre. Los antiguos creyeron que sólo los ricos sobrevivían a la muerte con un poco de placer y dignidad inmediatos. Los maestros de la religión revelada, máxime los maestros cristianos, fueron los primeros en proclamar que los pobres pueden salvarse a la par que los ricos.

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3. El deseo de la libertad y el ocio. En los días anteriores de la evolución social la repartición de las ganancias de cada uno entre el grupo, fue para los efectos, una forma de esclavitud; el trabajador se convirtió en esclavo del ocioso. Esto fue la debilidad suicida del comunismo: El impróvido vivía habitualmente del ahorrativo. Incluso en tiempos modernos los impróvidos dependen del estado (los contribuyentes ahorrativos) para cuidarlos. Los que no tienen capital aún esperan que los que sí lo tienen les den de comer.

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4. El afán de la seguridad y el poder. El comunismo finalmente fue destruido por las engañosas prácticas de individuos progresistas y prósperos que recurrieron a diversos subterfugios para escaparse de ser esclavos de los ineptos holgazanes de sus tribus. Pero en un principio todo acaparamiento fue clandestino; la inseguridad primitiva impidió la acumulación abierta del capital. Aún posteriormente fue muy peligroso amasar excesiva riqueza; el rey no dejaría de inventar algún cobro a fin de confiscar la propiedad de un rico; cuando fallecía un rico, se detenía el funeral hasta tanto que la familia donara un cuantioso monto al bienestar público o al rey, un impuesto a la herencia.

69:9.7

En los tiempos más remotos las mujeres fueron la propiedad de la comunidad y la madre dominó la familia. Los caciques primitivos fueron dueños de todas las tierras y propietarios de todas las mujeres; para el matrimonio se requirió la anuencia del soberano de la tribu. Con la desaparición del comunismo, a las mujeres se les tenía bajo custodia individualmente, y el padre gradualmente fue asumiendo el mando doméstico. Así tuvo el hogar su comienzo; las costumbres polígamas que imperaban gradualmente fueron desplazadas por la monogamia. (La poligamia es la supervivencia del elemento de la esclavitud femenina en el matrimonio. La monogamia es el ideal, libre de la esclavitud, de la unión sin par de un hombre con una mujer en la exquisita empresa de la formación del hogar, la crianza de la prole, la cultura mutua y el automejoramiento.)

69:9.8

Originalmente, toda propiedad, las herramientas y las armas inclusive, fue posesión común de la tribu. La propiedad privada, al principio, consistió en todo lo que una persona tocara. Si un extraño bebía de un taza, la taza, de este momento en adelante, pasaría a ser suya. Después, el sitio donde se derramara sangre se convertiría en la propiedad del herido o de su grupo.

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Así se respetó primitivamente la propiedad privada porque se creía que estaba cargada de alguna parte de la personalidad del propietario. La honestidad con la propiedad quedó a salvo merced a este tipo de superstición; no hizo falta ninguna policía para proteger los efectos personales. No existió el robo dentro de los grupos, bien que no titubeó el hombre en apropiarse de los bienes de otras tribus. Las relaciones con la propiedad no llegaron a su fin con la muerte; al principio, se quemaron todos los efectos personales, luego se enterraron con el difunto, y después, los heredó la familia superviviente o la tribu.

69:9.10

Se originó el tipo ornamental de efectos personales en el uso de los amuletos. La vanidad junto con el temor de los fantasmas motivaron al hombre primitivo para resistir a todo intento de despojarse de sus amuletos predilectos, valorizándose estas propiedades por encima de las necesidades.

69:9.11

El espacio para dormir figuró entre las primeras propiedades del hombre. Con el tiempo, los emplazamientos del hogar fueron asignados por los caciques de la tribu, quienes tuvieron en consignación todos los bienes raíces del grupo. En seguida el lugar de la fogata confirió la propiedad doméstica; y más adelante, un pozo de agua constituyó el título formal al terreno adyacente.

69:9.12

Los abrevaderos y pozos fueron de las primeras posesiones privadas. Se utilizó toda la práctica de los fetiches para proteger los abrevaderos, los pozos, los árboles, los cultivos y las colmenas de miel. Tras la desaparición de la fe en los fetiches, las leyes evolucionaron para proteger los efectos privados. Pero las leyes de la caza, el derecho de cazar, precedieron a las leyes inmobiliarias por mucho tiempo. El hombre rojo americano nunca entendió el concepto de la propiedad privada de las tierras; no pudo comprender el punto de vista del hombre blanco.

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Primitivamente la propiedad privada quedó marcada por la insignia familiar, lo cual originó los escudos familiares. También se podría consignar los bienes raíces a la custodia de los espíritus. Los sacerdotes «consagrarían» un terreno, y luego lo encomendarían al amparo de los tabúes mágicos que se erigirían sobre él. Se decía que los propietarios de dichos terrenos tenían «escritura de propiedad sacerdotal». Los hebreos tuvieron gran respeto por estos hitos familiares: «Maldito sea el que quite el hito de su prójimo». Estas señales de piedra llevaban las iniciales del sacerdote. Incluso los árboles, si se hallaban con iniciales, se convertían en propiedad privada.

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Primitivamente sólo los cultivos fueron privados, pero las cosechas posteriores conferían el título de propiedad; de este modo, la agricultura fue la génesis de la propiedad privada de la tierra. En un principio, a los individuos se les otorgó únicamente la tenencia vitalicia; al fallecer revertía a la tribu. Los primerísimos títulos de propiedad de terrenos que las tribus confirieron a los individuos fueron las tumbas—el cementerio familiar. Posteriormente la tierra perteneció a quien la cercara. Pero las ciudades siempre apartaron ciertos pastizales para el público y de reserva en caso de sitio; estos «ejidos» representan la supervivencia de una forma anterior de la propiedad colectiva.

69:9.15

A la larga, el estado llegó a asignar la propiedad al individuo, reservándose el derecho de gravar impuestos. Habiendo conseguido su título, el señor de un terreno podía colectar alquileres, y la tierra se convirtió en fuente de ingresos—capital. Finalmente la tierra pasó a ser verdaderamente negociable, por compraventas, traspasos, hipotecas y ejecuciones hipotecarias.

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La propiedad privada trajo consigo más libertad y estabilidad; no obstante, a la propiedad privada de la tierra no se le confirió el aval social hasta después de fracasar el control y la dirección comunales, y pronto fue seguida por una sucesión de esclavos, siervos y clases sin tierras. Sin embargo la maquinaria gradualmente va libertando al hombre del arduo trabajo de esclavo.

69:9.17

El derecho de la propiedad no es absoluto; es puramente social. Pero todo gobierno, ley, orden, derechos civiles, libertades sociales, convenciones, paz y felicidad, tal como ahora los disfrutan los pueblos modernos, han surgido en torno a la propiedad privada de los bienes.

69:9.18

El orden social presente no es forzosamente correcto—no es ni divino ni sagrado– pero la humanidad hará bien en instituir los cambios en forma lenta. Lo que tenéis supera con mucho a todos los sistemas que conocieron vuestros antepasados. Cuando cambiéis el orden social, no os olvidéis de cambiarlo por otro mejor. No os dejéis persuadir de experimentar con las fórmulas descartadas de vuestros antecesores ¡Avanzad, no retrocedáis! ¡Que continúe la evolución! ¡No deis un paso a atrás!

69:9.19

[Presentado por un Melquisedek de Nebadon.]


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