Durante los tiempos más primitivos de la materialización del universo las regiones espaciales están salpicadas de vastas nubes de hidrógeno, precisamente tales como los cúmulos de polvo astronómico que actualmente caracterizan muchas regiones por todo el espacio remoto. Gran parte de la materia organizada que desintegran y dispersan los llameantes soles en forma de energía radiante originalmente se acumulaba en estas nubes primordiales de hidrógeno. Bajo ciertas condiciones insólitas la perturbación atómica también se da en el núcleo de las masas de hidrógeno mayores. Y todos estos fenómenos de formación y disolución de átomos, como ocurre en las nebulosas altamente recalentadas, van acompañados del surgimiento de una cantidad abrumadora de rayos espaciales cortos de energía radiante. Junto con estas diversas radiaciones hay una forma de energía espacial desconocida en Urantia.
Esta carga de energía de rayo corto del espacio universal es cuatrocientas veces mayor que todas las otras formas de energía radiante que existen en los dominios organizados del espacio. Fluctuaciones y súbitos cambios de tensión en la temperatura, gravedad, y presiones electrónicas modifican cualitativa y cuantitativamente la emanación de rayos cortos espaciales, provenga ésta de las llameantes nebulosas, de los tensos campos eléctricos, del espacio exterior, o de las vastas nubes de polvo e hidrógeno.
Estas eventualidades en el origen de los rayos espaciales las determinan muchos sucesos cósmicos así como las órbitas de la materia circulante, que varían de círculos modificados a elipses extremas. Además, las condiciones físicas pueden alterarse en gran medida debido a que la rotación de los electrones se halla, en algunas ocasiones, en sentido contrario al de la conducta de la materia más gruesa, incluso en la misma zona física.
Las vastas nubes de hidrógeno son verdaderos laboratorios químicos del cosmos, albergando todas las fases de la energía evolutiva y la materia en metamorfosis. Grandes acciones de energía también ocurren en los gases marginales de las grandes estrellas binarias que tan a menudo están imbricados y, por ende, se entremezclan extensamente. Sin embargo, ninguna de estas formidables y extensas actividades de la energía del espacio ejerce la menor influencia sobre el fenómeno de la vida organizada—el plasma del germen de las cosas y seres vivientes. Estas condiciones de la energía del espacio son pertinentes al medio ambiente esencial para el establecimiento de la vida, pero no son efectivas en las modificaciones subsiguientes de los factores hereditarios del plasma del germen como lo son algunos de los rayos de energía radiante más largos. La vida implantada por los Portadores de Vida es totalmente resistente a todo este asombroso torrente de rayos cortos espaciales de la energía del universo.
Todas estas condiciones cósmicas esenciales tenían que evolucionar hasta un estado favorable antes de que los Portadores de Vida pudieran principiar de hecho el establecimiento de la vida en Urantia.