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Martes por la Mañana en el Templo

4. El Gran Mandamiento

174:4.1

Otro grupo de saduceos había sido instruido para enredar a Jesús en preguntas sobre los ángeles, pero cuando contemplaron la suerte de sus compañeros que habían tratado de hacerlo caer en la trampa con las preguntas relativas a la resurrección, con mucho tino decidieron permanecer callados; se retiraron sin hacer preguntas. Era el plan premeditado de los confederados fariseos, escribas, saduceos y herodianos plan-tear preguntas engorrosas durante todo el día con la esperanza de desacreditar de esta manera a Jesús ante la gente y al mismo tiempo de prevenir efectivamente que él tuviera tiempo para la proclamación de sus enseñanzas perturbadoras.

174:4.2

Entonces se adelantó uno de los grupos de los fariseos para hacerle preguntas embarazosas y el portavoz, señalando hacia Jesús, dijo: «Maestro, soy abogado, y me gustaría preguntarte cuál, en tu opinión, es el mandamiento más grande». Jesús respondió: «Existe tan sólo un mandamiento, y ese mandamiento es el más grande de todos, y ese mandamiento es: ‘Oye, Israel: el Señor nuestro Dios, el Señor uno es; y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón y con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tu fuerza’. Éste es el primero y el gran mandamiento. Y el segundo mandamiento es como el primero; en efecto, de él surge directamente, y es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No hay otros mandamientos más grandes que estos; sobre estos dos mandamientos se apoyan toda la ley y los profetas».

174:4.3

Cuando el abogado percibió que Jesús había respondido no sólo de acuerdo con el concepto más elevado de la religión judía, sino que también había respondido sabiamente a los ojos de la multitud reunida, pensó que la mejor actitud era alabar abiertamente la respuesta del Maestro. Por lo tanto dijo: «En verdad, Maestro, bien has dicho que Dios es uno y que no hay otro fuera de él; y que amarlo de todo corazón, con toda comprensión y fuerza, y también amar al prójimo como a uno mismo, es el primero, y gran mandamiento; y estamos de acuerdo de que este gran mandamiento debe considerarse mucho más que todos los holocaustos y sacrificios». Cuando el abogado contestó de esta manera tan discreta, Jesús bajó la mirada sobre él y dijo: «Amigo mío, percibo que no estás muy lejos del reino de Dios».

174:4.4

Jesús habló la verdad cuando se refirió a este abogado diciendo «no estás muy lejos del reino», porque esa misma noche él fue al campamento del Maestro cerca de Getsemaní, profesó su fe en el evangelio del reino, y fue bautizado por Josías, uno de los discípulos de Abner.

174:4.5

Dos o tres otros grupos de escribas y fariseos estaban presentes y habían tenido la intención de hacer preguntas, pero se encontraban desarmados por la respuesta de Jesús al abogado o bien los disuadió la derrota de todos los que habían intentado enredarlo. Después de esto, ningún hombre se atrevió a hacerle pregunta alguna en público.

174:4.6

Como no hubo más preguntas, y como se estaba acercando el mediodía, Jesús no reanudó su enseñanza sino que se contentó con hacer una pregunta a los fariseos y a sus asociados. Dijo Jesús: «Puesto que no hacéis más preguntas, me gustaría preguntaros una. ¿Qué pensáis del Libertador? Es decir, ¿de quién es hijo?» Después de una breve pausa, uno de los escribas contestó: «El Mesías es el hijo de David». Puesto que Jesús sabía que había habido mucha discusión, aun entre sus propios discípulos, sobre si él era o no hijo de David, hizo otra pregunta: «Si en efecto el Libertador es hijo de David, ¿cómo puede ser que, en el salmo que acreditáis a David, él mismo, hablando en el espíritu, dice: ‘El Señor dijo a mi señor: siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos de escaño a tus pies’. Si David lo llama Señor, ¿cómo es posible que éste sea su hijo?». Aunque los líderes, los escribas y los altos sacerdotes no contestaron esta pregunta, tampoco le hicieron a él otras preguntas para enredarlo. No contestaron a esta pregunta que Jesús les había hecho, pero después de la muerte del Maestro intentaron obviar la dificultad cambiando la interpretación de este salmo para que se refiriera a Abraham en vez del Mesías. Otros trataron de escapar a este dilema diciendo que David no había sido el autor de este así llamado salmo mesiánico.

174:4.7

Poco tiempo antes, los fariseos habían disfrutado de la manera en la cual el Maestro había acallado a los saduceos; ahora estaban encantados los saduceos por el fracaso de los fariseos; pero esta rivalidad era tan sólo momentánea; rápidamente se olvidaron de sus diferencias tradicionales en un esfuerzo unido para impedir las enseñanzas y las obras de Jesús. Pero a lo largo de todas estas experiencias la gente común le escuchó con deleite.


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