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Camino a Jerusalén

8. La Parábola de las Minas

171:8.1

No salieron de Jericó hasta cerca de mediodía puesto que la noche anterior estuvieron sentados hasta tarde mientras Jesús enseñaba a Zaqueo y a su familia el evangelio del reino. Aproximadamente a mitad camino de la carretera que subía hacia Betania, el grupo se detuvo para almorzar, mientras pasaban multitudes camino de Jerusalén, sin saber que Jesús y los apóstoles morarían esa noche en el Monte de los Olivos.

171:8.2

La parábola de las minas, a diferencia de la parábola de los talentos, que era para todos los discípulos, fue relatada más exclusivamente para los apóstoles y se basaba mayormente en la experiencia de Arquelao y su intento fútil de tomar las riendas del reino de Judea. Ésta es una de las pocas parábolas del Maestro cimentada en un personaje histórico auténtico. No es extraño que surgiera Arquelao a la mente puesto que la casa de Zaqueo en Jericó estaba muy cerca del adornado palacio de Arquelao, y su acueducto pasaba a lo largo del camino por el cual habían partido ellos de Jericó.

171:8.3

Dijo Jesús: «Creéis que el Hijo del Hombre va a Jerusalén para recibir un reino, pero yo declaro que estáis destinados a sufrir una desilusión. ¿Acaso no recordáis la historia de cierto príncipe que fue a un país lejano para recibir un reino, pero aun antes de poder retornar, los ciudadanos de su provincia, que en su corazón ya lo habían rechazado, enviaron una delegación tras él, que decía: ‘no toleramos que este hombre reine sobre nosotros’? Así como este rey fue rechazado en el gobierno temporal, del mismo modo el Hijo del Hombre será rechazado en el gobierno espiritual. Nuevamente declaro que mi reino no es de este mundo; pero si el Hijo del Hombre hubiera recibido el gobierno espiritual de su pueblo, habría aceptado tal reino de las almas de los hombres y habría reinado sobre tal dominio de corazones humanos. A pesar de que ellos rechazan mi gobierno espiritual sobre ellos, yo retornaré nuevamente para recibir de otros el mismo reino del espíritu que ahora me niegan. Veréis que el Hijo del Hombre será rechazado ahora, pero en otra época, lo que ahora rechazan los hijos de Abraham, será recibido y exaltado.

171:8.4

«Ahora bien, como el noble rechazado de esta parábola, yo quiero llamar ante mí a mis doce siervos, los mayordomos especiales, y dando a cada uno de vosotros la suma de una mina, quiero advertiros que cumpláis bien con mis instrucciones de diligente comercio con vuestro fondo fiduciario durante mi ausencia para que tenáis algo con que justificar vuestra mayordomía cuando yo retorne, y se os pidan cuentas.

171:8.5

«Si este Hijo rechazado no volviese, otro Hijo será enviado para recibir este reino, y este Hijo enviará luego por todos vosotros para recibir vuestro informe de mayordomía y para regocijarse de vuestras ganancias.

171:8.6

«Y cuando estos mayordomos fueron llamados posteriormente para rendir cuentas, se adelantó el primero, diciendo: ‘Señor, con tu mina yo he hecho diez minas más’. Y su amo le dijo: ‘bien hecho; eres un buen siervo; como te has demostrado fiel en este asunto, te daré autoridad sobre diez ciudades’. Vino el segundo, diciendo: ‘la mina que me dejaste Señor, ha producido cinco minas’. Y el amo dijo: ‘por lo tanto te haré yo gobernante de cinco ciudades’. Así sucesivamente con todos los otros hasta que el último de los siervos, al ser llamado para rendir cuentas, dijo: ‘Señor, he aquí tu mina, que he guardado celosamente en esta servilleta. Esto hice porque tuve miedo de ti; creí que fueras irrazonable viendo que tomas lo que no pusiste y siegas lo que no sembraste’. Entonces dijo el amo: ‘¡Oh siervo negligente e infiel, por tu propia boca te juzgaré! Sabías que yo siego lo que aparentemente no he sembrado; por lo tanto sabías que te pediría cuentas. Sabiéndolo, por lo menos deberías haber dado mi dinero al banquero para que a mi vuelta lo tuviera con el interés apropiado’.

171:8.7

«Luego dijo este gobernante a los que estaban cerca: ‘Quitadle la mina a este siervo infiel y dadla al que tiene las diez minas’. Cuando le recordaron al señor que aquel ya tenía diez minas, él dijo: ‘A todo aquel que tenga, más se le dará, pero aquel que no tiene, aun lo poco que tenga se le quitará’».

171:8.8

Luego los apóstoles intentaron entender la diferencia entre el significado de esta parábola y el de la anterior parábola de los talentos, pero Jesús sólo dijo, en respuesta a sus muchas preguntas: «Reflexionad bien sobre estas palabras en vuestro corazón hasta que cada uno de vosotros halle el verdadero significado».

171:8.9

Fue Natanael quien también enseñó el significado de estas dos parábolas en años posteriores, resumiendo sus enseñanzas en estas conclusiones:

171:8.10

1. La habilidad es la medida práctica de las oportunidades de la vida. No serás nunca responsable por cumplir con lo que está más allá de tus habilidades.

171:8.11

2. La fidelidad es la medida inequívoca de la confiabilidad humana. Aquel que es fiel en las pequeñas cosas, también probablemente exhibirá fidelidad en todo que sea de acuerdo con sus dotes.

171:8.12

3. El Maestro otorga menos recompensa a una menor fidelidad cuando la oportunidad es igual.

171:8.13

4. El otorga la misma recompensa por igual fidelidad cuando hay menos oportunidad.

171:8.14

Cuando terminaron su almuerzo, y una vez que la multitud de seguidores salió hacia Jerusalén, Jesús, de pie ante los apóstoles a la sombra de una roca a la orilla del camino, señaló con el dedo hacia el oeste, diciendo con alegre dignidad y graciosa majestad: «Venid, hermanos míos, vayamos a Jerusalén para recibir allí lo que nos aguarda; así cumpliremos con la voluntad del Padre celestial en todas las cosas».

171:8.15

Así pues Jesús y sus apóstoles reanudaron este, el último viaje del Maestro a Jerusalén en la semejanza de la carne mortal.


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