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La Huida por la Galilea del Norte

4. En el Camino a Fenicia

155:4.1

El jueves 9 de junio por la mañana, después de recibir noticia sobre el progreso del reino, traída de Betsaida por los mensajeros de David, este grupo de veinticinco instructores de la verdad partió de Cesarea de Filipo para comenzar su viaje a la costa de Fenicia. Pasaron rodeando la región pantanosa, camino a Luz, hasta el punto de unión con el camino de Magdala al Monte Líbano, de allí al cruce con el camino que conducía a Sidón, llegando allí el viernes por la tarde.

155:4.2

Al pausar para almorzar bajo la sombra de unas rocas inclinadas, cerca de Luz, Jesús hizo uno de los más notables discursos que sus apóstoles le habían escuchado jamás a lo largo de todos sus años de asociación con él. Acababan de sentarse para romper pan cuando Simón Pedro le preguntó a Jesús: «Maestro, puesto que el Padre en el cielo lo sabe todo, y puesto que su espíritu es nuestro apoyo en el establecimiento del reino del cielo en la tierra, ¿por qué huimos de las amenazas de nuestros enemigos? ¿Por qué nos negamos a enfrentarnos con los enemigos de la verdad?» Pero antes de que Jesús hubiera comenzado a contestar la pregunta de Pedro, Tomás interrumpió diciendo: «Maestro, realmente quisiera saber qué hay de erróneo en la religión de nuestros enemigos en Jerusalén. ¿Cuál es la real diferencia entre su religión y la nuestra? ¿Por qué tenemos tantas creencias diversas si todos nosotros profesamos servir al mismo Dios?» Cuando Tomás hubo terminado, Jesús dijo: «Aunque no deseo ignorar la pregunta de Pedro, porque bien sé cuán fácil sería interpretar mal mis razones para evitar un encuentro abierto con los potentados de los judíos en este preciso momento, será más útil para todos vosotros que yo elija más bien responder a la pregunta de Tomás. Y eso es pues lo que haré cuando hayáis terminado vuestro almuerzo».


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