Dios es verdaderamente omnipotente, pero no es omnificente,—no hace personalmente todo lo que se hace. La omnipotencia comprende el potencial de poder del Supremo Todopoderoso y del Ser Supremo, pero las acciones volitivas de Dios el Supremo no son acciones personales de Dios el Infinito.
Abogar en pro la omnificencia de la Deidad primaria equivaldría a quitar las franquicias de casi un millón de Hijos Creadores Paradisiacos, sin mencionar las innumerables huestes de varias otras órdenes de asistentes creadores concurrentes. No hay sino una Causa no causada en todo el universo. Todas las demás causas son derivativas de esta Primera Gran Fuente y Centro. Nada en esta filosofía viola de manera alguna el libre albedrío de las miríadas de hijos de la Deidad esparcidos por un vasto universo.
Dentro de un marco local, la volición puede parecer funcionar como causa no causada, pero exhibe infaliblemente los factores de la herencia que establecen la relación con las Primeras Causas únicas, originales y absolutas.
Toda volición es relativa. En el sentido original, sólo el Padre-YO SOY posee la finalidad de volición; en el sentido absoluto, sólo el Padre, el Hijo y el Espíritu exhiben las prerrogativas de volición incondicionada por el tiempo e ilimitada por el espacio. El hombre mortal está dotado de libre albedrío, el poder de elección, y aunque dicha elección no sea absoluta es sin embargo relativamente final en un nivel finito y en cuanto respecta al destino de la personalidad que selecciona.
La volición en cualquier nivel que no llegue al absoluto encuentra limitaciones, las cuales son constitutivas en la personalidad misma que ejerce el poder de elección. El hombre no puede elegir más allá de la gama de lo que es elegible. No puede, por ejemplo, elegir ser otra cosa en vez de un ser humano, salvo que puede elegir ser más que un hombre; puede elegir embarcarse en el viaje de la ascensión en los universos, pero esto se debe a que la elección humana y la voluntad divina coinciden en este punto. Y lo que el hijo anhela y el Padre desea, ciertamente ocurrirá.
En la vida mortal, se abren y se cierran continuamente caminos diferenciales de conducta, y durante los tiempos en los que es posible la elección, la personalidad humana está constantemente decidiendo entre estos muchos cursos de acción. La volición temporal se vincula al tiempo y debe aguardar el paso del tiempo para encontrar la oportunidad de expresión. La volición espiritual ha comenzado a saborear la liberación de las cadenas del tiempo, habiendo alcanzado un escape parcial de la secuencia temporal, y eso se debe a que la volición espiritual se autoidentifica con la voluntad de Dios.
La volición, el acto de elegir, debe funcionar dentro del marco universal que se ha actualizado en respuesta a una elección previa y más elevada. La entera gama de la voluntad humana está estrictamente limitada por lo finito, excepto en un detalle: cuando el hombre elige encontrar a Dios y ser como él, dicha elección es superfinita; sólo la eternidad podrá revelar si esta elección es también super-absonita.
Reconocer la omnipotencia de la Deidad consiste en disfrutar de seguridad en tu experiencia de ciudadanía cósmica, poseer la certeza de la seguridad en el largo viaje al Paraíso. Pero aceptar la falacia de la omnificencia es abrazar el colosal error del panteísmo.