La costumbre de considerar el registro de las experiencias de los hebreos como historia sagrada, y las transacciones del resto del mundo historia profana, es responsable de mucha de la confusión que existe en la mente humana en cuanto a la interpretación de la historia. Y esta dificultad surge porque no existe una historia secular de los judíos. Una vez que los sacerdotes del exilio en Babilonia habían preparado su nuevo registro de las transacciones supuestamente milagrosas de Dios con los hebreos, la historia sagrada de Israel tal como se halla ilustrada en el Antiguo Testamento, destruyeron cuidadosa y completamente los registros existentes de los asuntos hebreos—libros tales como «Las obras de los reyes de Israel» y «Las obras de los reyes de Judá», juntamente con varios otros registros más o menos precisos de la historia hebrea.
Para comprender de qué manera la presión devastadora y la fuerza inescapable de la historia secular aterrorizaba a los judíos cautivos y dominados por extraños, hasta el punto que intentaron reescribir completamente y refundir su propia historia, debemos resumir brevemente el registro de su confusa experiencia nacional. Debe recordarse que los judíos no lograron desarrollar una filosofía no teológica adecuada de la vida. Lidiaban con su concepto original y egipcio de la recompensa divina por la rectitud combinada con los extremos castigos del pecado. El drama de Job fue en cierto modo una protesta contra esta filosofía errónea. El pesimismo franco en Eclesiastés fue, en términos mundanos, una reacción sabia a estas creencias excesivamente optimistas en la Providencia.
Pero quinientos años de dominación por gobernantes ajenos fue demasiado aún para los pacientes y sufridos judíos. Los profetas y los sacerdotes comenzaron a clamar: «¿Hasta cuándo, oh Señor, hasta cuándo?» Cuando los judíos honestos leían las Escrituras, su confusión se volvía aún más profunda. Un antiguo vidente había prometido que Dios protegería y redimiría a su «pueblo elegido». Amós había amenazado con que Dios abandonaría a Israel a menos que volviesen a establecer sus normas de rectitud nacional. El escriba del Deuteronomio había ilustrado la Gran Elección—entre el bien y el mal, entre la bendición y la maldición. Isaías el primero había predicado un rey liberador benéfico. Jeremías había proclamado una era de rectitud interior—el pacto escrito en las tablas del corazón. El segundo Isaías habló de salvación por sacrificio y redención. Ezequiel proclamó la salvación mediante el servicio de la devoción, y Esdras prometió prosperidad por adherencia a la ley. Pero a pesar de todo esto seguían en servidumbre, y la liberación no venía. Entonces Daniel presentó el drama de una «crisis» inminente—la destrucción de la gran imagen y el establecimiento inmediato del régimen perpetuo de la rectitud, el reino mesiánico.
Y todas estas falsas esperanzas condujeron a tal grado de desencanto y frustración raciales que los líderes de los judíos estaban tan confundidos que fueron incapaces de reconocer y aceptar la misión y el ministerio de un divino Hijo del Paraíso cuando éste finalmente vino a ellos en semejanza de la carne mortal—encarnado como el Hijo del Hombre.
Todas las religiones modernas se han equivocado gravemente al intentar dar una interpretación milagrosa a ciertas épocas de la historia humana. Aunque es verdad que Dios muchas veces ha interpuesto providencialmente su mano paterna en la corriente de los asuntos humanos, es un error considerar los dogmas teológicos y las supersticiones religiosas como una sedimentación sobrenatural que apareciera por acción milagrosa en esta corriente de la historia humana. El hecho de que «los Altísimos gobiernan en los reinos de los hombres» no convierte la historia secular en la así llamada historia sagrada.
Los autores del Nuevo Testamento y los escritores cristianos más recientes complicaron ulteriormente la distorsión de la historia hebrea a través de sus intentos bien intencionados de transcendentalizar a los profetas judíos. Así la historia hebrea ha sido explotada desastrosamente tanto por los escritores judíos como por los escritores cristianos. La historia secular hebrea ha sido profundamente dogmatizada. Ha sido convertida en una ficción de historia sagrada y se ha vinculado inextricablemente con los conceptos morales y enseñanzas religiosas de las así llamadas naciones cristianas.
Un breve resumen de los puntos sobresalientes de la historia hebrea ilustrará de qué manera fueron alterados los registros en Babilonia por parte de los sacerdotes judíos, hasta transformar la historia secular diaria de su pueblo en historia sagrada ficticia.