A su debido tiempo creció en Egipto un maestro llamado por muchos el «hijo del hombre» y por otros Amenemope. Este vidente exaltó la conciencia a su más alta cúspide de arbitraje entre el bien y el mal, enseñó el castigo por el pecado, y proclamó la salvación mediante la intervención de la deidad solar.
Amenemope enseñó que las riquezas y la fortuna eran dones de Dios, y este concepto coloreó profundamente la filosofía hebrea que surgió más adelante. Este noble maestro creía que la conciencia de Dios era el factor determinante de toda conducta; que cada momento debía vivirse en la comprensión de la presencia de Dios y de la responsabilidad que se le debía. Las enseñanzas de este sabio fueron posteriormente traducidas al hebreo y se tornaron el libro sagrado de ese pueblo mucho antes de que se redujera a escritura el Antiguo Testamento. La predicación principal de este buen hombre tuvo que ver con instruir a su hijo en la rectitud y honestidad en las posiciones gubernamentales de confianza, y estos nobles sentimientos de antaño harían honor a cualquier estadista moderno.
Este hombre sabio del Nilo enseñó que «las riquezas crecen alas y vuelan»—que todas las cosas terrestres son evanescentes. Su oración más sentida era «sálvame del temor». El exhortó a todos a que prestaran oído sordo a las «palabras de los hombres» para escuchar en cambio «los actos de Dios». En sustancia enseñó: el hombre propone pero Dios dispone. Sus enseñanzas, traducidas al hebreo, determinaron la filosofía del Libro de los proverbios del Antiguo Testamento. Traducidos al griego, colorearon toda la filosofía religiosa helénica subsiguiente. El filósofo alejandrino más reciente, Filón, poseía un ejemplar del Libro de la sabiduría.
Amenemope supo conservar la ética de la evolución y la moral de la revelación y en sus escritos las transmitió a los hebreos y a los griegos. No fue el más grande de los maestros religiosos de esa época, pero fue el que tuvo más influencia en cuanto tiñó el pensamiento ulterior de dos eslabones vitales en el crecimiento de la civilización occidental: los hebreos, entre quienes evolucionó la cumbre de la fe religiosa occidental, y los griegos, que desarrollaron el pensamiento filosófico puro hasta sus más altos niveles europeos.
En el Libro de los proverbios hebreos, los capítulos quince, diecisiete, veinte y veintidós, verso diecisiete hasta el capítulo veinticuatro, verso veintidós, fueron tomados casi textualmente del Libro de la sabiduría de Amenemope. El primer salmo del Libro de los salmos hebreos fue escrito por Amenemope y es la esencia de las enseñanzas de Ikhnaton.