Fue una gran prueba para Abraham cuando Melquisedek desapareció tan repentinamente. Aunque éste había avisado a sus seguidores que alguna vez se iría tal como había llegado, no se reconciliaban éstos con la pérdida de su maravilloso líder. La gran organización montada en Salem casi desapareció, aunque las tradiciones de estos días fueron los cimientos sobre los que construyó más adelante Moisés cuando convocó a los esclavos hebreos fuera de Egipto.
La pérdida de Melquisedek produjo en el corazón de Abraham una tristeza de la que nunca se repuso completamente. Había abandonado a Hebrón cuando descartó la ambición de construir un reino material; y ahora, con la pérdida de su asociado en la construcción del reino espiritual, partió de Salem, dirigiéndose al sur para vivir cerca de sus intereses en Gerar.
Abraham se tornó temeroso y timorato inmediatamente después de la desaparición de Melquisedek. A su llegada en Gerar se mantuvo incógnito, de modo que Abimelec se posesionó de su esposa. (Poco después de su matrimonio con Sara, Abraham cierta noche había acertado a oír una conspiración para asesinarlo y quitarle así a su brillante esposa. Este temor se volvió terror en este líder por otra parte valiente y atrevido; toda su vida temió que alguien lo matara en secreto para llevarse a Sara. Esto explica por qué, en tres ocasiones separadas, este hombre valeroso mostró verdadera cobardía).
Pero Abraham no se vio detenido mucho tiempo en su misión como sucesor de Melquisedek. Pronto convirtió a muchos entre los filistinos y el pueblo de Abimelec, firmó tratados con ellos y a su vez, se contaminó de muchas de sus supersticiones, particularmente de su práctica de sacrificar a los hijos primogénitos. Así Abraham se volvió nuevamente un líder en Palestina. Era reverenciado por todos los grupos y honrado por todos los reyes. Era el gran líder espiritual de todas las tribus circunvecinas, y su influencia continuó por algún tiempo después de su muerte. Durante los últimos años de su vida retornó otra vez a Hebrón, la escena de sus actividades primeras y el lugar en el que había trabajado en asociación con Melquisedek. La última acción de Abraham consistió en enviar a sus siervos de confianza a la ciudad de su hermano, Nacor, situada en la frontera con la Mesopotamia, para buscar a una mujer de su pueblo como esposa para su hijo Isaac. Por mucho tiempo había sido costumbre del pueblo de Abraham casarse con los primos. Abraham murió confiando en esa fe en Dios que había aprendido de Melquisedek en las desaparecidas escuelas de Salem.
Para la generación siguiente fue difícil comprender la historia de Melquisedek; a los quinientos años, muchos consideraban este relato un mito. Isaac mantuvo bastante bien las enseñanzas de su padre y alimentó el evangelio de la colonia de Salem, pero fue más difícil para Jacob captar el significado de estas tradiciones. José era un creyente firme en Melquisedek y, especialmente por esto, era considerado por sus hermanos un soñador. Los honores otorgados a José en Egipto se debieron principalmente a la memoria de su tatarabuelo Abraham. Se le ofreció a José el mando militar de los ejércitos egipcios, pero como era un creyente tan firme en las tradiciones de Melquisedek y en las enseñanzas posteriores de Abraham e Isaac, decidió servir como administrador civil, creyendo que contribuiría así mejor al avance del reino de los cielos.
Lo que enseñó Melquisedek era completo y pletórico, pero los registros de estos días parecían imposibles y fantásticos a los sacerdotes hebreos posteriores, aunque muchos tuvieron cierta comprensión de estas transacciones, por lo menos hasta los tiempos de la revisión masiva de los registros del Antiguo Testamento en Babilonia.
Lo que describen los registros del Antiguo Testamento como conversaciones entre Abraham y Dios fueron en realidad entrevistas entre Abraham y Melquisedek. Los escribas más recientes consideraron el término Melquisedek sinónimo de Dios. Las crónicas de tantos contactos de Abraham y Sara con «el ángel del Señor» se refieren a sus numerosas conversaciones con Melquisedek.
Las crónicas hebreas de Isaac, Jacob y José son mucho más confiables que las crónicas sobre Abraham, aunque también contienen muchas divergencias de los hechos, modificaciones hechas intencionalmente y también sin intención al tiempo de la compilación de estas narrativas por parte de los sacerdotes hebreos durante la cautividad en Babilonia. Cetura no era una esposa de Abraham; como Agar, era tan sólo una concubina. Todas las posesiones de Abraham fueron heredadas por Isaac, el hijo de Sara, la esposa legal. Abraham no era tan viejo como indican las crónicas, y su esposa era mucho más joven. Estas edades fueron alteradas deliberadamente para explicar el nacimiento supuestamente milagroso de Isaac.
El ego nacional de los judíos fue terriblemente contenido por el cautiverio en Babilonia. En su reacción contra la inferioridad nacional se fueron al otro extremo del egoísmo nacional y racial, distorsionando y pervirtiendo sus tradiciones con el objeto de exaltarse a sí mismos por sobre todas las razas como el pueblo elegido de Dios; así pues corrigieron cuidadosamente todas sus crónicas con el objeto de elevar a Abraham y a sus otros líderes nacionales muy por encima de todas las demás personas, sin exceptuar siquiera a Melquisedek. Los escribas hebreos por consiguiente destruyeron todo registro de estos tiempos monumentales que pudieron encontrar, preservando tan sólo la crónica del encuentro de Abraham y Melquisedek después de la batalla de Sidim, encuentro que según ellos reflejaba un gran honor para Abraham.
De esta manera, al perder de vista a Melquisedek, también perdieron de vista las enseñanzas de este Hijo de urgencia en lo que concierne a la misión espiritual del Hijo autootorgador prometido; perdieron de vista tan completa y plenamente la naturaleza de esta misión que muy pocos de su progenie fueron capaces o quisieron reconocer y recibir a Micael cuando éste apareció en la tierra y en la carne tal como Maquiventa había predicho.
Pero uno de los escritores del Libro de los Hebreos comprendió la misión de Melquisedek, porque está escrito: «Este Melquisedek, sacerdote del Altísimo, era un rey de paz; sin padre, sin madre, sin genealogía, que ni tiene principio de días ni de fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre». Este escritor definió a Melquisedek en la misma clase posteriormente representada por el autootorgamiento de Micael, afirmando que Jesús era un «ministro para siempre de la orden de Melquisedek». Aunque esta comparación no fue muy afortunada, era literalmente verdad que Cristo recibió el título provisional a Urantia «por orden de los doce síndicos Melquisedek» de servicio al tiempo de su autootorgamiento en el mundo.