La verdad revelada estaba amenazada de extinción durante los milenios que siguieron al aborto de la misión adánica en Urantia. Las razas humanas, aunque progresaban intelectualmente, estaban lentamente perdiendo terreno en el campo espiritual. Alrededor del año 3000 a. de J. C. el concepto de Dios se había vuelto muy nebuloso en la mente de los hombres.
Los doce síndicos Melquisedek sabían del próximo autootorgamiento de Micael en el planeta, pero no sabían cuán pronto ocurriría. Por consiguiente, se reunieron en consejo solemne y solicitaron de los Altísimos de Edentia que se otorgara una disposición para mantener la luz de la verdad en Urantia. Esta súplica fue contestada mediante el mandato que declaraba «la conducta de los asuntos del número 606 de Satania está totalmente en manos de sus custodios Melquisedek». Los síndicos apelaron entonces al Padre Melquisedek, pero tan sólo recibieron un mensaje en el sentido de que debían continuar defendiendo la verdad en la manera de su propia elección «hasta la llegada de un Hijo autootorgador» quien «rescataría los títulos planetarios del despojamiento y de la inseguridad».
Como consecuencia de haber sido abandonados tan completamente a sus propios recursos, Maquiventa Melquisedek, uno de los doce síndicos planetarios, se ofreció como voluntario para hacer lo que tan sólo se había hecho seis veces anteriormente en toda la historia de Nebadon: personalizarse en la tierra como hombre temporal del reino, otorgarse como Hijo de urgencia en el ministerio mundial. Las autoridades de Salvington expedieron el permiso para esta aventura y la encarnación misma de Maquiventa Melquisedek se consumó cerca de lo que sería eventualmente la ciudad de Salem, en Palestina. La entera transacción de la materialización de este Hijo Melquisedek fue completada por los síndicos planetarios con la cooperación de los Portadores de Vida, algunos de los Controladores Físicos Decanos y otras personalidades celestiales residentes en Urantia.