La evolución de la religión se remonta al temor primitivo y los fantasmas a través de las muchas sucesivas etapas de desarrollo, incluyendo aquellos esfuerzos dirigidos primero a coaccionar y luego a engatuzar a los espíritus. Los fetiches de la tribu se transformaron en tótemes y dioses tribales; las fórmulas mágicas llegaron a ser las oraciones modernas. La circuncisión, que al principio era un sacrificio, se tornó un procedimiento higiénico.
La religión progresó de la adoración a la naturaleza, a través de la adoración de los fantasmas, al fetichismo a lo largo de la infancia salvaje de las razas. Con los al-bores de la civilización la raza humana esposó las creencias más místicas y simbólicas, mientras que ahora, con el acercamiento de la madurez, la humanidad se está preparando para la apreciación de la verdadera religión, aun al comienzo de la revelación de la verdad misma.
La religión surge como reacción biológica de la mente a las creencias espirituales y al medio ambiente; es lo último en perecer o cambiar en una raza. La religión es la adaptación de la sociedad, en cualquier edad, a aquello que es misterioso. Como institución social comprende ritos, símbolos, cultos, escrituras, altares, santuarios y templos. El agua bendita, las reliquias, los fetiches, los amuletos, las vestimentas, las campanas, los tambores y los sacerdocios son comunes a todas las religiones. Y es imposible divorciar enteramente la religión evolutiva pura de la magia o la hechicería.
El misterio y el poder siempre han estimulado sentimientos y temores religiosos, mientras que la emoción por siempre ha funcionado como un condicionante y poderoso factor en su desarrollo. El temor siempre ha sido el estímulo religioso básico. El temor da forma a los dioses de la religión evolucionaria y motiva el rito religioso de los creyentes primitivos. A medida que avanza la civilización, el temor se modifica por la reverencia, la admiración, el respeto y la simpatía y luego es adicionalmente condicionado por el remordimiento y el arrepentimiento.
Un pueblo asiático enseñaba que «Dios es un gran terror»; ésa es la consecuencia de una religión puramente evolucionaria. Jesús, la revelación del tipo más elevado de vida religiosa, proclamó que «Dios es amor».