La observancia del tabú fue el esfuerzo del hombre por evitar la mala suerte, por no ofender a los espíritus fantasmales mediante el acto de evitar algo. Los tabúes al principio no fueron religiosos, pero muy pronto adquirieron la sanción fantasmal o espiritual, y cuando fueron reforzados de esta manera, se volvieron los promulgadores de la ley y los constructores de las instituciones. El tabú es la fuente de las normas ceremoniales y el antepasado del autocontrol primitivo. Fue la forma más primitiva de reglamentación social y por mucho tiempo la única; todavía es un ente básico en la estructura social reglamentada.
El respeto que estas prohibiciones inspiraban a la mente del salvaje equivalía exactamente a su temor de los poderes que supuestamente las imponían. Los tabúes surgieron primero como consecuencia de experiencias azarosas de la mala suerte. Más adelante fueron propuestos por caciques y shamanes—hombres fetiches que, según se pensaba, estaban dirigidos por un espíritu fantasmal, o aun por un dios. El temor de la retribución de los espíritus es tan intenso en la mente del hombre primitivo, que a veces llega a morir de miedo por haber violado un tabú, y este episodio dramático a su vez refuerza enormemente el poder del tabú en la mente de los sobrevivientes.
Entre las prohibiciones más primitivas existieron las restricciones sobre la apropiación de las mujeres y de otras posesiones. A medida que la religión empezó a tener un papel más importante en la evolución del tabú, el artículo puesto bajo prohibición empezó a ser considerado impuro, y posteriormente profano. Los registros de los hebreos están llenos de menciones de cosas limpias e impuras, sagradas y profanas, pero sus creencias en este campo eran mucho menos engorrosas y difundidas que las de muchos otros pueblos.
Los siete mandamientos de Dalamatia y Edén, así como también las diez obligaciones de los hebreos, eran tabúes evidentes, todos expresados de la misma forma negativa que la mayoría de las prohibiciones antiguas. Pero estos códigos más nuevos tuvieron una influencia realmente emancipadora porque tomaron el lugar de miles de tabúes preexistentes. Además de esto, estos mandamientos más recientes prometían claramente algo como recompensa a la obediencia.
Los primitivos tabúes de ciertas comidas se originaron en el fetichismo y el totemismo. El cerdo era sagrado para los fenicios, la vaca para los hindúes. El cerdo era tabú entre los egipcios, y dicho tabú ha sido perpetuado por la fe hebrea y la islámica. Una variación del tabú de alimentos fue la creencia de que si una mujer embarazada imaginaba muy intensamente cierta comida, el hijo, cuando naciese, sería el eco de esa comida. Dichas vituallas serían tabú para el chico.
Pronto ciertos métodos de comer se volvieron tabú, originando así las convenciones antiguas y modernas de la mesa. Los sistemas de casta y los niveles sociales son vestigios residuales de prohibiciones antiguas. Los tabúes fueron altamente eficaces en tornar la sociedad organizada, pero también fueron muy engorrosos. El sistema de censura negativa no se limitó a mantener reglamentaciones útiles y constructivas sino que también perpetuó tabúes obsoletos, desgastados e inútiles.
Sin embargo no existiría una sociedad civilizada que pudiese criticar al hombre primitivo de no haber sido por estos tabúes difundidos y múltiples, y los tabúes no habrían persistido sino por las sanciones sostenedoras de la religión primitiva. Muchos de los factores esenciales en la evolución del hombre han sido altamente costosos, han costado un amplio tesoro en esfuerzo, sacrificio y autonegación, pero estos logros de autocontrol fueron los verdaderos peldaños sobre los que trepó el hombre la escala ascendente de la civilización.