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Los Cultos a los Fantasmas

5. El Avance del Culto a los Fantasmas

87:5.1

El hombre primitivo consideraba que los espíritus y los fantasmas tenían derechos casi ilimitados, pero ningún deber; al mismo tiempo se creía que los espíritus contemplaban al hombre como teniendo múltiples deberes, pero ningún derecho. Se creía que los espíritus consideraban al hombre con cierto desprecio porque éste constantemente fallaba en el cumplimiento de sus deberes espirituales. Era creencia general de la humanidad que los fantasmas cobraban un tributo continuo de servicio como precio por no interferir en los asuntos humanos, y todo percance minúsculo se atribuía a las actividades de los fantasmas. Los humanos primitivos tanto temían olvidar algún honor debido a los dioses, que, después de haber hecho sacrificios a todos los espíritus conocidos, hacían otro sacrificio a los «dioses desconocidos», para así asegurarse profundamente.

87:5.2

Y ahora este sencillo culto de los fantasmas es seguido por las prácticas del culto más avanzado y relativamente complejo de los espíritus-fantasmas, el servicio y adoración a los espíritus más elevados tal como habían evolucionado en la imaginación primitiva del hombre. El ceremonial religioso tenía que mantenerse al ritmo de la evolución y progreso espiritual. El culto ampliado no fue sino el arte del automantenimiento practicado en relación con la creencia en seres sobrenaturales, una autoadaptación al medio ambiente de los espíritus. Las organizaciones industriales y militares fueron adaptaciones a los medios ambientes natural y social. Así como el matrimonio surgió para satisfacer las demandas de la bisexualidad, del mismo modo la organización religiosa se desarrolló en respuesta a la creencia en fuerzas espirituales superiores y en seres espirituales. La religión representa la adaptación del hombre a sus ilusiones del misterio del azar. El temor a los espíritus y la subsiguiente adoración fueron adoptados como seguro contra la mala suerte, como pólizas de prosperidad.

87:5.3

El salvaje visualiza a los espíritus buenos ocupados de sus propios asuntos, y poco exigen de los seres humanos. Son los fantasmas y espíritus malos los que deben ser apaciguados. Por consiguiente, los pueblos primitivos dedicaban más atención a sus fantasmas malévolos que a sus espíritus benévolos.

87:5.4

Se consideraba que la prosperidad humana atraía particularmente la envidia de los espíritus malos, y éstos se vengaban a través de una agencia humana y por la técnica del mal de ojo. La fase del culto que tenía que ver con evitar a los espíritus mucho se preocupaba por las maquinaciones del mal de ojo, el cual era casi mundial. Las mujeres bonitas se les cubría con velos para protegerlas del mal de ojo; más adelante muchas mujeres que deseaban ser consideradas hermosas adoptaron esta práctica. Debido a este temor de los espíritus malignos, no se permitía casi nunca que los niños saliesen de noche, y las oraciones primitivas siempre incluían la solicitud, «sálvanos del mal de ojo».

87:5.5

El Corán contiene un capítulo entero dedicado al mal de ojo y a las encantaciones mágicas, y los judíos creían plenamente en ellos. El entero culto fálico nació como defensa contra el mal de ojo. Los órganos de reproducción se consideraban el único fetiche capaz de neutralizarlo. El mal de ojo dio origen a las primeras supersticiones sobre las marcas o lunares prenatales en los niños, como resultado de impresiones de la madre, y el culto fue en cierto momento casi universal.

87:5.6

La envidia es un rasgo humano profundo; por lo tanto el hombre primitivo la atribuyó a sus dioses primitivos. Puesto que el hombre en cierto momento había engañado a los fantasmas, pronto comenzó a engañar a los espíritus. Se dijo: «si los espíritus están celosos de nuestra belleza y prosperidad, nos desfiguraremos y no haremos alarde de nuestro éxito». Por consiguiente, la humildad primitiva no fue un envilecimiento del ego sino más bien un intento de engatusar a los espíritus envidiosos.

87:5.7

El método adoptado para prevenir que los espíritus se pusieran celosos de la prosperidad humana consistió en acumular vituperaciones sobre una cosa o persona afortunada o tiernamente amada. La costumbre de evitar las alabanzas de la persona o su familia se originó de esta manera, y finalmente evolucionó en la modestia civilizada, la reserva y la cortesía. Por el mismo motivo, estaba de moda la fealdad. La belleza estimulaba la envidia de los espíritus; era símbolo de orgullo humano pecaminoso. El salvaje deseaba un nombre feo. Esta característica del culto obstaculizó el avance de las artes, y por mucho tiempo mantuvo al mundo sombrío y feo.

87:5.8

Durante la época del culto a los espíritus, la vida era a lo sumo un juego de azar, el resultado del control de los espíritus. El futuro de una persona no era resultado de sus esfuerzos, industria ni talento excepto en cuanto se podían utilizar estas virtudes para influir sobre los espíritus. Las ceremonias de propiciación de los espíritus constituían un gran peso, que convirtió la vida tediosa y virtualmente insoportable. De edad en edad y de generación en generación, una raza después de otra ha tratado de mejorar esta doctrina superfantasmal, pero ninguna generación se ha atrevido hasta ahora a rechazarla de lleno.

87:5.9

La intención y voluntad de los espíritus se estudiaban por medio de señales, oráculos y presagios. Estos mensajes de los espíritus se interpretaban por la adivinación, la profecía, la magia, la ordalía y la astrología. Todo el culto era un esquema inventado para aplacar, satisfacer y sobornar a los espíritus mediante estos sobornos enmascarados.

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Así pues surgió una nueva filosofía mundial ampliada que consistía en:

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1. Deber—las cosas que se deben hacer para que los espíritus sean favorables o, por lo menos, neutrales.

87:5.12

2. Derecho—la conducta y ceremonial correcto para ganar activamente a los espíritus a la causa del interés propio.

87:5.13

3. Verdad—la manera correcta de comprender, y la actitud correcta hacia los espíritus, y por lo tanto, hacia la vida y la muerte.

87:5.14

No era tan sólo por curiosidad por la que los antiguos trataban de conocer el futuro; querían evitar la mala suerte. La adivinación fue simplemente un intento de prevenir dificultades. Durante esos tiempos, se consideraba que los sueños eran proféticos, y todo lo que estuviera fuera de lo común era considerado un símbolo. Aun hoy día las razas civilizadas están cargadas de creencias en signos, presagios y otros residuos supersticiosos del culto a los fantasmas en avance de la antigüedad. El hombre es lento, muy lento en abandonar esos métodos mediante los cuales él tan gradual y dolorosamente ascendió la escala evolucionaria de la vida.


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