El matrimonio que culmina en el hogar es indudablemente la institución más excelsa del hombre, pero es esencialmente humana; no debería haber sido llamada nunca un sacramento. Los sacerdotes setitas hicieron del matrimonio un rito religioso; pero durante miles de años después de Edén, el apareamiento continuó siendo una institución puramente social y civil.
La comparación de las asociaciones humanas con las asociaciones divinas es sumamente desafortunada. La unión de marido y mujer en la relación matrimonio-hogar es una función material de los mortales de los mundos evolucionarios. En verdad es posible acumular gran cantidad de progreso espiritual mediante los sinceros esfuerzos humanos de marido y mujer por progresar, pero esto no significa que el matrimonio sea necesariamente sagrado. El progreso espiritual depende de la aplicación sincera a otras avenidas de la empresa humana.
Tampoco puede el matrimonio compararse verdaderamente con la relación del Ajustador con el hombre ni con la fraternidad de Cristo Micael con sus hermanos hombres. Casi en ningún momento son tales relaciones comparables con la asociación de marido y mujer. Y es muy triste que el erróneo concepto humano de estas relaciones haya producido tanta confusión en lo que concierne al estado del matrimonio.
También es triste que ciertos grupos de mortales hayan concebido el matrimonio como la consumación de una acción divina. Estas creencias conducen directamente al concepto de la indisolubilidad del estado marital sean cuales fueran las circunstancias o deseos de las partes contrayentes. Pero el hecho mismo de que tales uniones puedan disolverse indica que la Deidad no es parte participante de ellas. Si Dios une dos cosas o personas, éstas permanecerán unidas hasta el momento en que la voluntad divina decida su separación. Pero, en cuanto al matrimonio, que es una institución humana, ¿quién presumirá juzgarlo, para decir cuáles matrimonios son uniones que podrían haber sido aprobadas por los supervisores del universo en contraste con aquellas que son puramente humanas en su naturaleza y origen?
Sin embargo, existe un ideal matrimonial en las esferas de lo alto. En la capital de cada sistema local los Hijos e Hijas Materiales de Dios ilustran la elevación de los ideales de la unión del hombre y la mujer en los lazos del matrimonio y para el propósito de procrear y criar a los vástagos. Después de todo, el ideal mortal del matrimonio es humanamente sagrado.
El matrimonio siempre ha sido y sigue siendo el supremo sueño de idealismo temporal del hombre. Aunque este hermoso sueño pocas veces se realiza en su plenitud, perdura como ideal glorioso, atrayendo para siempre a la humanidad en progreso hacia mayores esfuerzos para la felicidad humana. Pero se ha de enseñar a los mancebos y doncellas algo sobre la realidad del matrimonio antes de que se les permita meterse de cabeza en el mar de demandas exigentes de las interasociaciones de la vida familiar; la idealización juvenil ha de mitigarse con cierto grado de desilusión premarital.
La idealización juvenil del matrimonio sin embargo no debe ser desalentada; estos sueños constituyen la visualización del objetivo futuro de la vida familiar. Esta actitud es tanto estimulante como positiva, siempre y cuando no produzca una insensibilidad a la comprensión de los requisitos prácticos y comunes del matrimonio y de la subsiguiente vida familiar.
Los ideales del matrimonio han hecho gran progreso en tiempos recientes; entre algunos pueblos, la mujer disfruta prácticamente de los mismos derechos que su consorte. Por lo menos en teoría, la familia se está volviendo una asociación leal para la crianza de la prole, acompañada de fidelidad sexual. Pero aun esta versión más reciente del matrimonio no debe llegar a tal extremo de conferir monopolio mutuo de entera personalidad e individualidad. Matrimonio no es tan sólo un ideal individualista; es la asociación social evolutiva de un hombre y una mujer, establecida por las costumbres actuales, restringida por los tabúes y regida por las leyes y reglamentaciones de la sociedad.
Los matrimonios del siglo veinte han logrado un nivel elevado en comparación con aquellos de edades pasadas, a pesar de que la institución del hogar está sufriendo en este momento una dura prueba debido a los problemas que de un momento a otro fueron impuestos en la organización social por la repentina aparición del aumento acelerado de las libertades de la mujer, derechos que por tanto tiempo se le negaron en la tardía evolución de las costumbres establecidas de las generaciones pasadas.
[Presentado por el Jefe de los Serafines asignado a Urantia.]
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