Las tribus de Europa septentrional estaban siendo reforzadas y elevadas constantemente por el caudal migratorio constante desde Mesopotamia a través de las regiones desde el Turquestán a la Rusia meridional, y cuando las últimas olas de la caballería andita sobrecogieron a Europa, ya había más hombres con herencia andita en esa región que en cualquier otra parte del mundo.
Durante tres mil años el centro militar de los anditas del norte estuvo en Dinamarca. Desde este punto central partieron las olas sucesivas de conquista, que se iban volviendo cada vez menos anditas y cada vez más blancas a medida que el paso de los siglos presenciaba la unión final de los conquistadores mesopotámicos con los pueblos conquistados.
Aunque el hombre azul había sido absorbido en el norte y eventualmente sucumbió a los conquistadores de la caballería blanca que penetraban hacia el sur, las tribus en avance de la raza blanca mezclada se encontraron con resistencia obstinada y prolongada de los cro-magnones, pero una inteligencia superior y reservas biológicas en constante aumento le permitieron eliminar por completo a esta raza más antigua.
Las luchas decisivas entre el hombre blanco y el hombre azul fueron batalladas en el valle del Somme. Aquí, la flor y nata de la raza azul luchó implacablemente contra los anditas en avance hacia el sur, y por más de quinientos años estos cro-magnoides defendieron con éxito su territorio antes de sucumbir a la estrategia militar superior de los invasores blancos. Thor, el victorioso comandante de los ejércitos del norte en la batalla final del Somme, se tornó el héroe de las tribus blancas septentrionales y más adelante fue reverenciado como un dios por algunos de ellos.
Los fuertes del hombre azul que más perduraron estaban ubicados en el sur de Francia, pero la última gran resistencia militar fue superada a lo largo del Somme. La conquista posterior progresó por penetración comercial, presión de la población a lo largo de los ríos y matrimonio con los seres superiores, combinado con la exterminación despiadada de los inferiores.
Cuando el consejo tribal de los ancianos anditas juzgaba inadecuado a un prisionero inferior éste era entregado, mediante una ceremonia elaborada, a los sacerdotes shamán, quienes le conducían al río y administraban los ritos de iniciación a los «felices campos de caza»—ahogo letal. De esta manera los invasores blancos de Europa exterminaron todos los pueblos con quienes se encontraron que no fueron absorbidos rápidamente en sus propias filas, y de este modo el hombre azul llegó—y llegó rápidamente– a su fin.
El hombre azul cro-magnoide constituyó los cimientos biológicos de las razas europeas modernas, pero sobrevivió tan sólo el aspecto absorbido por los conquistadores viriles posteriores de sus tierras. La cepa azul contribuyó muchos rasgos robustos y mucho vigor físico a las razas blancas de Europa, pero el humor y la imaginación de los pueblos mezclados europeos se derivaron de los anditas. Esta unión andita y azul, que produjo las razas blancas septentrionales, estribó en una laguna inmediata en la civilización andita, un retardo de naturaleza transitoria. Finalmente la superioridad latente de estos bárbaros norteños se manifestó y culminó en la civilización europea de hoy día.
Hacia 5000 a. de J.C. las razas blancas en evolución dominaban a lo largo y a lo ancho de Europa septentrional, incluyendo el norte de Alemania, el norte de Francia y las Islas Británicas. Europa central estuvo durante cierto tiempo controlada por el hombre azul y por los andonitas de cabeza redonda. Estos últimos estaban principalmente ubicados en el valle del Danubio y no fueron nunca enteramente desplazados por los anditas.