Antes de que los últimos anditas fueran expulsados del valle del Eufrates, muchos de sus hermanos habían penetrado en Europa como aventureros, maestros, comerciantes y guerreros. Durante los primeros días de la raza violeta la cuenca mediterránea estaba protegida por el istmo de Gibraltar y por el puente terrestre siciliano. Cierta parte del más primitivo comercio marítimo humano se estableció en estos lagos interiores, donde los hombres azules del norte y los saharianos del sur se toparon con los noditas y los adanitas del este.
En la parte oriental del Mediterráneo los noditas habían establecido una de sus culturas más amplias y desde estos centros habían penetrado hasta cierto punto en el sur de Europa pero más específicamente en el norte de África. Los sirios nodita-andonitas de cabezas amplias habían introducido tempranamente la alfarería y la agricultura en relación con sus asentamientos en el delta del Nilo, que se estaba elevando lentamente. También importaron ovejas, cabras, ganado y otros animales domésticos e introdujeron métodos altamente mejorados de metalurgia, puesto que Siria era por entonces el centro de esa industria.
Por más de treinta mil años Egipto recibió un caudal constante de los mesopotamios, quienes trajeron con ellos su arte y cultura para enriquecer la del valle del Nilo. Pero el ingreso de amplios números de gentes del Sahara deterioró grandemente la antigua civilización a lo largo del Nilo, de manera que Egipto llegó a su nivel cultural más bajo unos quince mil años atrás.
Sin embargo, durante los primeros tiempos poco existía que dificultara la migración de los adanitas hacia el oeste. El Sahara era tierra de pastoreo abierta y poblada de pastores y agricultores. Estos saharianos no se ocupaban de manufacturar artículos, tampoco construían ciudades. Constituían un grupo índigo-negro que llevaba cepas cuantiosas de las extintas razas verde y anaranjada. Pero recibieron una cantidad muy limitada de herencia violeta antes de que el sublevamiento de las tierras y el cambio de los vientos cargados de humedad dispersaran los restos de esta próspera y pacífica civilización.
La sangre de Adán ha sido compartida por la mayoría de las razas humanas, pero algunas recibieron más que otras. Las razas mezcladas de la India y las gentes más oscuras de África no eran atractivas para los adanitas. Éstos se hubieran mezclado libremente con el hombre rojo si no hubiere estado éste tan alejado en las Américas, y estaban bien dispuestos hacia el hombre amarillo, pero éste estaba del mismo modo difícilmente accesible en la remota Asia. Por consiguiente, cuando los impulsaba o la aventura o el altruismo, o cuando fueron expulsados del valle del Eufrates, muy naturalmente optaron por la unión con las razas azules de Europa.
Los hombres azules, que por aquel entonces dominaban en Europa, no poseían prácticas religiosas que fuesen repulsivas a los primitivos adanitas migratorios, y había gran atracción sexual entre la raza violeta y la raza azul. Los mejores hombres azules consideraban un gran honor que se les permitiese casarse con los adanitas. Todo hombre azul tenía la ambición de volverse tan hábil y artístico como para ganar el afecto de una mujer adanita, y era la mayor aspiración de las mujeres azules superiores recibir las atenciones de un adanita.
Lentamente estos hijos migratorios del Edén se unieron con los tipos más altos de la raza azul, vigorizando las prácticas culturales de éstos mientras que exterminaban al mismo tiempo sin compasión los restos de las cepas de la raza neandertal. Esta técnica de mezcla de razas combinada con la eliminación de las cepas inferiores, produjo una docena o más de grupos viriles y progresivos de hombres azules superiores, uno de los cuales habéis denominado los cromagnones.
Por estas y otras razones, no siendo la menos importante la que favoreció los caminos migratorios, las primitivas olas de cultura mesopotámica se abrieron paso casi exclusivamente en Europa. Éstas fueron las circunstancias que determinaron los antecedentes de la moderna civilización europea.