En la eternidad del pasado, por la personalización del Espíritu Infinito el ciclo de la personalidad divina se torna perfecto y completo. El Dios de Acción existe, y el vasto escenario del espacio está pronto para el estupendo drama de la creación—la aventura universal– el panorama divino de las edades eternas.
El primer acto del Espíritu Infinito es la inspección y el reconocimiento de sus padres divinos, el Padre-Padre y el Hijo-Madre. Él, el Espíritu, se identifica incondicionalmente con ambos. Es plenamente conocedor de sus personalidades separadas y atributos infinitos así como de su naturaleza combinada y su función unida. Luego, voluntariamente, con disposición trascendente y espontaneidad inspiradora, la Tercera Persona de la Deidad, a pesar de su igualdad con la Primera y la Segunda Personas, promete eterna lealtad a Dios el Padre y reconoce dependencia sempiterna de Dios el Hijo.
Inherente a la naturaleza de esta transacción y en reconocimiento mutuo de la independencia de personalidad de cada uno y de la unión ejecutiva de los tres, se establece el ciclo de la eternidad. La Trinidad del Paraíso es existente. El escenario del espacio universal está listo para el panorama múltiple e infinito del despliegue creador del propósito del Padre Universal a través de la personalidad del Hijo Eterno y por la ejecución del Dios de Acción, la agencia ejecutiva para las actuaciones de la realidad de la sociedad creadora Padre-Hijo.
El Dios de Acción actúa y las bóvedas muertas del espacio están en movimiento. Mil millones de esferas perfectas vienen a existir en un instante. Anteriormente a este momento hipotético en la eternidad, las energías del espacio intrínsecas al Paraíso existen y son potencialmente operativas, pero no tienen ninguna actualidad de ser; ni tampoco puede medirse la gravedad física excepto por la reacción de las realidades materiales a su incesante atracción. No hay ningún universo material en este (supuesto) momento eternamente distante, pero en el mismo instante en que se materializan mil millones de mundos, se evidencia gravedad suficiente y adecuada para mantenerlos dentro de la atracción sempiterna del Paraíso.
Ahora cruza como un relámpago a través de la creación de los Dioses la segunda forma de la energía, y este espíritu eflúvico es instantáneamente aprehendido por la gravedad espiritual del Hijo Eterno. Así pues, el universo doblemente abrazado por la gravedad es acariciado por la energía del infinito y sumergido en el espíritu de la divinidad. De este modo se prepara el terreno de la vida para la conciencia de la mente que se manifiesta en los circuitos asociados de la inteligencia del Espíritu Infinito.
Sobre estas simientes de existencia potencial, difundidas a lo largo y a lo ancho de la creación central de los Dioses, el Padre actúa, y aparece la personalidad de la criatura. Luego la presencia de las Deidades del Paraíso llena todo el espacio organizado y comienza efectivamente a atraer todas las cosas y seres hacia el Paraíso.
El Espíritu Infinito se eternaliza concurrentemente con el nacimiento de los mundos de Havona, este universo central que es creado por él y con él y en él en obediencia a los conceptos combinados y las voluntades unidas del Padre y el Hijo. La Tercera Persona se deifica por este mismo acto de creación conjunta, convirtiéndose así por siempre en el Creador Conjunto.
Éstos son los tiempos magnos y asombrosos de la expansión creadora del Padre y del Hijo por medio de la acción y en la acción de su asociado conjunto y ejecutivo exclusivo, la Tercera Fuente y Centro. No existe ningún registro de estos tiempos agitados. Contamos tan sólo con las escasas revelaciones del Espíritu Infinito para substanciar estas poderosas transacciones, y él meramente verifica el hecho de que el universo central y todo lo que a él pertenece se eternizaron simultáneamente con su logro de personalidad y existencia consciente.
Brevemente, el Espíritu Infinito atestigua que, puesto que él es eterno, así también el universo central es eterno. Y éste es el punto de partida tradicional de la historia del universo de universos. No se sabe nada en absoluto, y no existen archivos, respecto a acontecimientos o transacciones anteriores a esta formidable erupción de energía creativa y de sabiduría administrativa que cristalizó el vasto universo que existe, y que tan exquisitamente funciona en el centro de todas las cosas. Más allá de este acontecimiento se encuentran las inescrutables transacciones de la eternidad y las profundidades del infinito: misterio absoluto.
Así pues, describimos el origen secuencial de la Tercera Fuente y Centro como una condescendencia interpretativa a la mente, de las criaturas mortales, sujetas al tiempo y condicionadas al espacio. La mente del hombre necesita tener un punto de partida para la visualización de la historia del universo, y se me ha instruido que proporcione esta técnica de acceso al concepto histórico de la eternidad. En la mente material, la lógica demanda una Primera Causa; por lo tanto postulamos al Padre Universal como Primera Fuente y Centro Absoluto de toda la creación, y al mismo tiempo instruimos a todas las mentes de criatura que el Hijo y el Espíritu son coeternos con el Padre en todas las fases de la historia universal y en todos los dominios de la actividad creadora. Lo hacemos sin dejar de respetar en ningún sentido la realidad y eternidad de la Isla del Paraíso y de los Absolutos No Cualificado, Universal y de Deidad.
Es bastante con que la mente material de los hijos del tiempo alcance a concebir al Padre en la eternidad. Sabemos que un niño se relaciona mejor con la realidad si comprende primero las relaciones del núcleo padre-hijo y luego ensancha este concepto hasta abarcar la familia como un todo. Posteriormente, la mente en formación del niño podrá ajustarse al concepto de las relaciones familiares, las relaciones de la comunidad, la raza y el mundo, y luego a las del universo, el superuniverso, aun el universo de universos.