La historia de la India es la historia de la conquista andita y la consiguiente sumersion de los anditas en los pueblos evolucionarios más antiguos; la historia del Asia oriental en general es la historia de los sangiks primarios, particularmente el hombre rojo y el hombre amarillo. Estas dos razas evitaron casi en su totalidad la mezcla con el degradado linaje neandertal, que fue el que retardó enormemente al hombre azul en Europa, preservando de este modo el potencial superior del tipo sangik primario.
Los primeros hombres de Neandertal se diseminaron por toda Eurasia, pero el ala oriental era la más contaminada con los degradados linajes animales. Estos tipos subhumanos fueron desplazados hacia el sur por el quinto glaciar, la misma capa de hielo que por mucho tiempo bloqueó la migración sangik hacia el este en Asia. Y cuando el hombre rojo se dirigió hacia el noreste bordeando las tierras altas de la India, halló el noreste de Asia libre de esta especie subhumana. La organización tribal de las razas rojas se formó antes que la de cualquier otro pueblo, y fueron los primeros en emigrar del centro sangik de Asia central. Los linajes inferiores del hombre de Neandertal fueron destruidos o desplazados del territorio continental por las posteriores migraciones de las tribus amarillas. Pero el hombre rojo había reinado en forma suprema en el este de Asia durante casi cien mil años antes de que llegaran las tribus amarillas.
Hace más de trescientos mil años el grupo principal de la raza amarilla invadió a la China desde el sur, como emigrantes costeros. Cada milenio fueron penetrando más y más en el continente, pero no establecieron contacto con sus hermanos tibetanos hasta tiempos relativamente recientes.
La creciente presión de la población ocasionó que la raza amarilla en su desplazamiento hacia el norte, comenzó a penetrar en los territorios de caza del hombre rojo. Esta usurpación, unida al natural antagonismo racial, culminó en hostilidades, cada vez más graves, y de este modo comenzó la crucial lucha por las tierras fértiles del Asia más lejana.
El relato de esta contienda de una entera época entre las razas roja y amarilla es una epopeya de la historia de Urantia. Durante más de doscientos mil años estas dos razas superiores libraron una encarnizada e infatigable guerra. En las primeras luchas, vencieron generalmente las razas rojas y sus incursiones causaron estragos entre las colonias amarillas. Pero el hombre amarillo era un alumno aventajado en las destrezas de la guerra, y rápidamente manifestó una marcada habilidad para vivir pacíficamente con sus compatriotas. Los chinos fueron los primeros en aprender que en la unión está la fuerza. Las tribus rojas continuaron con sus graves conflictos de aniquilación mutua y comenzaron a sufrir repetidas derrotas a manos de los agresivos e implacables chinos, que continuaron su inexorable marcha hacia el norte.
Hace cien mil años las diezmadas tribus de la raza roja se batían en retirada hacia los hielos del último glaciar, y cuando el pasaje de tierra hacia el este, sobre el Estrecho de Bering, se hizo transitable, estas tribus no tardaron en abandonar las inhospitalarias costas del continente asiático. Han transcurrido ochenta y cinco mil años desde el momento en que el último hombre rojo puro partió de Asia, pero la prolongada lucha dejó sus huellas genéticas sobre la victoriosa raza amarilla. Los pueblos chinos del norte, junto a los siberianos andonitas, asimilaron una importante cantidad del sangre roja y con ello se beneficiaron considerablemente.
Los indios de Norteamérica nunca llegaron a tomar contacto siquiera con los vástagos anditas de Adán y Eva, ya que fueron desposeídos de su tierra natal asiática unos cincuenta mil años antes de la llegada de Adán. Durante la época de las migraciones anditas los linajes puros rojos se estaban diseminando por Norteamérica como tribus nómades y cazadoras que practicaban la agricultura en menor grado. Estas razas y grupos culturales permanecieron en un aislamiento casi total del resto del mundo desde su llegada a las Américas hasta el fin del primer milenio de la era cristiana, cuando fueron descubiertos por las razas blancas de Europa. Hasta ese momento los esquimales eran lo más parecido al hombre blanco que hasta entonces jamás había visto las norteñas tribus de hombres rojos.
Las razas roja y amarilla, son las únicas razas humanas que alcanzaron alguna vez un alto grado de civilización lejos de la influencia andita. El más antiguo centro cultural amerindio fue el de los Onamonalonton en California, pero ya por el año 35.000 a. de J.C. había desaparecido. En México, en Centroamérica y en las montañas de Sudamérica las ulteriores y más duraderas civilizaciones fueron fundadas por una raza predominantemente roja, pero que mostraba considerable cantidad de componentes de las razas amarilla, anaranjada y azul.
Estas civilizaciones fueron producto de la evolución de los sangik, aunque vestigios de la raza andita llegaron hasta el Perú. Con excepción de los esquimales en Norteamérica y unos pocos anditas polinesios en Sudamérica, los pueblos del hemisferio occidental no tuvieron contacto con el resto del mundo hasta el fin del primer milenio después de Cristo. En el plan original de los Melquisedek para el mejoramiento de las razas de Urantia se había estipulado que un millón de los descendientes directos y puros de Adán debían ir a mejorar al hombre rojo de las Américas.