La dispersión de los noditas fue resultado inmediato del conflicto recíprocamente destructivo relacionado con la torre de Babel. Esta guerra interna redujo considerablemente la cantidad de noditas más puros y, en muchos aspectos, explica el hecho de que no lograran establecer una gran civilización preadánica. Desde este momento en adelante, la cultura nodita fue decayendo durante más de ciento veinte mil años hasta que fue elevada por la infusión adánica. Pero incluso en los tiempos de Adán, los noditas seguían siendo un pueblo capaz. Muchos de sus descendientes mestizos figuraron entre los trabajadores que construyeron el Jardín, y varios capitanes de grupo de Van eran noditas. Algunas de las mentes más capaces que se desempeñaron en el séquito de Adán eran de esta raza.
Inmediatamente después del conflicto de Bablot, se establecieron tres de los cuatro grandes centros noditas:
1. Los noditas occidentales o sirios. Los restos de los nacionalistas o memorialistas raciales se desplazaron hacia el norte donde se unieron con los andonitas y fundaron los centros noditas más recientes al noroeste de la Mesopotamia. Éste constituía el grupo más grande de los noditas dispersos, y contribuyeron mucho a la cepa asiria que apareció posteriormente.
2. Los noditas orientales o elamitas. Los defensores de la cultura y del comercio emigraron en grandes cantidades hacia el este a Elám y allí se unieron con las tribus sangik mestizas. Los elamitas de hace treinta o cuarenta mil años habían llegado a ser en gran parte del carácter de los sangik, si bien continuaron manteniendo una civilización superior a la de los bárbaros circunvecinos.
Tras haberse establecido el segundo jardín, fue costumbre referirse a este asentamiento cercano de los noditas como «la tierra de Nod»; y durante el prolongado período de paz relativa entre este grupo nodita y los adanitas, se mezclaron considerablemente las dos razas, pues acostumbraron cada vez más los Hijos de Dios (los adanitas) a casarse con las hijas de los hombres (los noditas).
3. Los noditas centrales o presumerios. Un grupo pequeño junto a la desembocadura de los ríos Tigris y Eufrates mantuvo mayor integridad racial. Perduraron miles de años y, a la larga, dieron origen a la descendencia nodita que se combinó con los adanitas, fundando así los pueblos sumerios de los tiempos históricos.
Y todo lo antedicho explica cómo aparecieron en el escenario de acción, tan repentina y misteriosamente los sumerios en Mesopotamia. Los investigadores no podrán nunca remontarse en el tiempo volviendo sobre los pasos de estas tribus hasta la génesis de los sumerios, quienes se originaron hace doscientos mil años, después de la sumersión de Dalamatia. Sin rastro alguno de su origen en ninguna otra parte del mundo, estas tribus antiguas, súbitamente, se ciernen sobre el horizonte de la civilización con una cultura plenamente desarrollada y superior, que comprendía templos, metalurgia, agricultura, animales, alfarería, tejeduría, derecho mercantil, códigos civiles, ceremonial religioso y un antiguo sistema de escritura. A principios de la era histórica, ya hacía mucho tiempo que se había perdido el alfabeto dalamatiano, habiéndose adoptado un sistema de escritura particular que se había originado en Dilmún. La lengua sumeria, si bien casi se perdió del mundo, no fue semítica; tenía mucho en común con las llamadas lenguas arias.
Los registros detallados que dejaron los sumerios describen el emplazamiento del extraordinario asentamiento que se ubicó en el Golfo Pérsico cerca de la ciudad más vieja de Dilmún. Los egipcios llamaban a esta ciudad la antigua gloria Dilmat, en tanto los sumerios adanizados posteriores confundieron tanto la primera como la segunda ciudad noditas con Dalamatia y, a las tres, les llamaban Dilmún. Los arqueólogos ya han encontrado estas antiguas tabletas sumerias de arcilla que informan sobre este paraíso terrenal «donde los dioses bendijeron por primera vez a la humanidad con el ejemplo de la vida civilizada y culta». Estas tabletas, que describen Dilmún, el paraíso de los hombres y Dios, descansan tranquilamente sobre los polvorientos anaqueles de muchos museos.
Bien conocían los sumerios de los Edenes primero y segundo pero, a pesar de haberse unido en gran medida por matrimonio con los adanitas, continuaron considerando a los moradores del jardín en el norte como raza ajena. El orgullo sumerio de la cultura nodita más antigua les indujo a hacer caso omiso de estas posteriores visiones de gloria, a favor de la grandiosidad y tradiciones paradisiacas de la ciudad de Dilmún.
4. Los noditas del norte y amadonitas—los vanitas. Este grupo surgió antes del conflicto de Bablot. Estos noditas del extremo septentrional eran descendientes de los que habían renunciado al liderazgo de Nod y sus sucesores a cambio de el de Van y Amadón.
Algunos de los primeros asociados de Van se asentaron posteriormente a las orillas del lago que sigue llevando su nombre y, en torno a esta localidad, se desarrollaron sus tradiciones. Ararat llegó a ser su monte sagrado, que, con una importancia muy parecida para los vanitas más recientes a la que, para los hebreos, tiene el Monte Sinaí. Hace diez mil años los antepasados vanitas de los asirios enseñaron que su ley moral de siete mandamientos había sido entregada a Van por los Dioses en el Monte Ararat. Creían firmemente que Van y su asociado Amadón fueron llevados del planeta vivos mientras estaban en lo alto del monte absortos en adoración.
El Monte Ararat era la montaña sagrada del norte de la Mesopotamia, y como gran parte de vuestras narrativas tradicionales sobre estos tiempos antiguos surgieron de los babilonios, como la historia de la inundación, no es de extrañar que el Monte Ararat y su región se integraran posteriormente en la historia judía de Noé y el diluvio universal.
Aproximadamente en el año 35.000 a. de J.C. visitó Adansón en el oriente más extremo uno de los antiguos asentamientos vanitas y ahí fundó su centro de civilización.