La vida celestial del planeta estaba en estado de agitación. Reconoció Adán que las cosas marchaban mal, y le pidió a Eva que se apartara con él en el Jardín. En este momento, por primera vez, Adán oyó la historia entera del proyecto, que se venía desarrollando durante mucho tiempo, para acelerar el mejoramiento del mundo procediendo por dos direcciones a la vez: la continuación del designio divino a la par que la ejecución de la iniciativa de Serapatatia.
En tanto que el Hijo e Hija Material conversaban al respecto en el Jardín alumbrado por la luna, «la voz en el Jardín» les reprochó la desobediencia. Fue aquella voz ni más ni menos que la mía anunciando a la pareja edénica que había transgredido el pacto del Jardín; habían desobedecido las instrucciones de los Melquisedek; que había faltado en la ejecución de su juramento de lealtad al soberano del universo.
Eva había accedido a participar en la práctica del bien y el mal. El bien es la ejecución del designio divino; el pecado es una transgresión deliberada de la voluntad divina; el mal es la mala adaptación de los designios y el mal ajuste de las técnicas que resultan en la discordia universal y la confusión planetaria.
Cada vez que la pareja del Jardín había tomado del fruto del árbol de la vida, les había advertido el arcángel custodio que se abstuvieran de sucumbir a las sugerencias de Caligastia en el sentido de combinar el bien y el mal. Se les había amonestado con lo siguiente: «El día que mezcléis el bien y el mal, indudablemente os convertiréis en mortales del reino; seguramente moriréis».
En la fatal ocasión de su reunión secreta Eva le había contado a Cano esta advertencia que se le había repetido una y otra vez; pero Cano, desconociendo la importancia y significado de estas amonestaciones, le había asegurado que no podrían obrar mal los hombres y mujeres con buenos motivos y legítimas intenciones; que ella indudablemente no moriría sino que renacería en la persona de su prole, quien llegaría a ser hombre para bendecir y estabilizar el mundo.
Si bien se había concebido y ejecutado este proyecto para modificar el designio divino con entera sinceridad y sin nada más que sublimes motivos respecto del bienestar del mundo, constituyó un acto del mal porque representaba el camino errado para lograr fines justos, porque se desvió del camino acertado, el designio divino.
Cierto es que Cano le había resultado bien parecido a Eva, y experimentó todo lo que prometía su seductor en cuanto a «nuevos y mayores conocimientos sobre los asuntos humanos y comprensión más rápida de la naturaleza humana como suplemento a la comprensión de la naturaleza adánica».
Conversé con el padre y la madre de la raza violeta aquella noche en el Jardín como me correspondía en virtud de las lamentables circunstancias. Escuché atentamente la narración de cuanto había culminado en la falta de la Madre Eva y les di a ambos asesoría y consejos acerca de la situación inmediata. Siguieron algunos de estos consejos; ignoraron otros. Esta conversación aparece en vuestras crónicas como «el Señor Dios llamó a Adán y Eva en el Huerto y les preguntó: ‘¿Dónde estáis?’». Las generaciones posteriores solían atribuir todo lo insólito y extraordinario, fuera natural o espiritual, directamente a la intervención personal de los Dioses.