Con excepción de haber asistido durante cuatro años a las escuelas del oeste, los hijos de Adán vivieron y trabajaron en el «este de Edén». Recibieron su formación intelectual hasta la edad de dieciséis años de acuerdo con los métodos en las escuelas de Jerusem. Desde los dieciséis hasta los veinte años se les dio instrucción en las escuelas de Urantia del otro extremo del Jardín, desempeñándose en ellas también como maestros de los niveles más bajos.
La socialización era el entero propósito del sistema escolar del oeste del Jardín. Los períodos matinales de recreo eran destinados a las prácticas hortícolas y agrícolas, los períodos vespertinos, a los juegos competitivos. Se aprovechaban las primeras horas de la noche para el trato social y el cultivo de las amistades personales. Se consideraba la preparación religiosa y sexual como incumbencia de la familia, el deber de los padres.
La enseñanza de estas escuelas comprendía instrucción acerca de:
1. La salud y el cuidado del cuerpo.
2. La regla de oro, la norma del trato social.
3. La relación de los derechos del individuo a los del grupo y a las obligaciones comunitarias.
4. La historia y cultura de las distintas razas de la tierra.
5. Los métodos para hacer progresar y mejorar el comercio mundial.
6. La coordinación de deberes y emociones contrapuestos.
7. El cultivo del juego, el humor y alternativas competitivas a la lucha física.
Siempre estaban abiertas para las visitas las escuelas así como todas las actividades del Jardín. Se admitían observadores inermes libremente en Edén para visitas breves. Un urantiano tenía que ser «adoptado» para residir temporalmente en el Jardín. Recibía instrucciones sobre el designio y propósito del autootorgamiento adánico, expresaba su intención de adherirse a esta misión, y luego prestaba una declaración de lealtad al régimen social de Adán y a la soberanía espiritual del Padre Universal.
Las leyes del Jardín se fundamentaron en los códigos más antiguos de Dalamatia y se promulgaron de conformidad con siete apartados:
1. Las leyes de salud y sanidad.
2. Las ordenanzas sociales del Jardín.
3. El código de intercambio y comercio.
4. Las leyes de la honra en los juegos y concursos.
5. Las leyes de la vida familiar.
6. Los códigos civiles de la regla de oro.
7. Los siete mandamientos de régimen moral supremo.
Difirió muy poco la ley moral de Edén de los siete mandamientos de Dalamatia. Pero los adanitas predicaban muchas razones más para reafirmar estos mandamientos; pongamos por ejemplo el interdicto del asesinato; el hecho de que el Ajustador del Pensamiento morara dentro de uno se aducía como otro motivo por el cual no se debía destruir la vida. Enseñaron que «él que derrame la sangre del hombre, por el hombre su sangre será derramada, pues a imagen de Dios él hizo al hombre».
El mediodía era la hora de la adoración pública en Edén; el atardecer era la hora de la adoración familiar. Adán hizo lo que pudo para desalentar el uso de oraciones preestablecidas, enseñando, más bien, que la oración efectiva tiene que ser totalmente personal y que tiene que ser «el deseo del alma»; pero los edenitas continuaron usando las oraciones y formas que heredaron de los tiempos de Dalamatia. Adán también se empeñó en sustituir los sacrificios sangrientos en las ceremonias religiosas por las ofrendas del fruto de la tierra, pero había hecho pocos progresos al respecto antes del trastorno del Jardín.
Adán se esforzó por enseñarles a las razas la igualdad de los sexos. A todos los moradores del Jardín, les dejó profunda huella la forma en que Eva laboró a la vera de su esposo. Adán les enseñó concretamente que la mujer, a partes iguales con el hombre, contribuye a aquellos factores de la vida que se unen para formar un nuevo ser. Hasta ese momento, la humanidad había supuesto que toda la procreación estribaba en los «lomos del padre». Habían considerado a la madre meramente como un mecanismo para nutrir al feto y amamantar al neonato.
Adán enseñó a sus contemporáneos todo cuanto pudieron comprender, lo cual, sin embargo, no fue gran cosa en términos relativos. No obstante, las razas más inteligentes de la tierra aguardaban ansiosamente el momento en que se les permitiría casarse con los hijos y las hijas superiores de la raza violeta. ¡En qué mundo más diferente se habría convertido Urantia, si se hubiera llevado a efecto este gran proyecto de la elevación de las razas! Así y todo, resultaron grandes ventajas de la reducida cantidad de sangre proveniente de esta raza importada que consiguieron de paso los pueblos evolucionarios.
Así trabajó Adán para el bienestar y perfeccionamiento del mundo de su estadía. Pero le costó mucho trabajo conducir a estos pueblos mezclados y mestizos por un camino mejor.