Dentro del ciclo evolucionario, el hombre primitivo apareció por primera vez en la tierra hace un poco menos de un millón de años, y ahí tuvo una experiencia vigorosa. Instintivamente, procuró evadir el peligro de juntarse con las tribus símicas inferiores. Pero no pudo emigrar hacia el este, debido a las áridas elevaciones terrestres del Tíbet, a más de 9.000 metros sobre el nivel del mar; tampoco pudo desplazarse hacia el sur ni el oeste, debido al Mar Mediterráneo que había cobrado dimensiones más amplias que las de hoy día, extendiéndose hacia el este hasta el Océano Índico; y al dirigirse hacia el norte se encontró con el hielo que venía avanzando. Pero aun cuando el hielo les impidió progresar más en su migración hacia el norte, y a pesar de volverse las tribus cada vez más hostiles a medida que se dispersaban, jamás se les ocurrió a los grupos más inteligentes trasladarse al sur para vivir entre sus primos peludos de intelecto inferior que moraban en los árboles.
Muchas de las emociones religiosas primitivas del hombre surgieron de su sensación de impotencia en el medio ambiente confinado de dicha situación geográfica—montañas a la derecha, agua a la izquierda y hielo por delante. Sin embargo, estos andonitas progresistas se negaron a retroceder al sur, con sus parientes inferiores que moraban en los árboles.
Estos andonitas evitaban los bosques, a diferencia de sus parientes no humanos que preferían este habitat. El hombre siempre ha decaído en los bosques; la evolución humana ha hecho progresos únicamente en el descampado y en latitudes más septentrionales. El frío y el hambre propios de los espacios abiertos incitan a la acción, la invención y el ingenio. Mientras estas tribus andónicas desarrollaban a los pioneros de la raza humana actual en medio de las penurias y privaciones de estos duros climas septentrionales, sus primos atrasados se deleitaban en los bosques tropicales meridionales de la tierra de su primitivo origen común.
Estos sucesos ocurrieron durante los tiempos del tercer glacial, considerado el primero por los geólogos. Los dos primeros glaciares no fueron extensos en Europa septentrional.
Durante la mayor parte del período glaciar, Inglaterra estuvo unida con Francia por tierra, y después, África se comunicó con Europa mediante el puente terrestre siciliano. Por la época de las migraciones andónicas hubo una ruta terrestre continua desde Inglaterra en el oeste, pasando por Europa y Asia, hasta Java en el este; pero Australia, nuevamente, quedó aislada, lo cual acentuó más aún el desarrollo de su fauna particular.
Hace 950.000 años los descendientes de Andón y Fonta habían emigrado a gran distancia hacia el este y el oeste. Pasaron al oeste por Europa hasta Francia e Inglaterra. Posteriormente llegaron a penetrar hasta Java en el este, donde recién acaban de encontrarse sus huesos—el llamado hombre de Java– y a continuación, se trasladaron a Tasmania.
Los grupos que se desplazaban hacia el oeste se contaminaron menos con las razas atrasadas de común origen atávico que los que se desplazaban hacia el este, quienes solían mezclarse muy libremente con sus primos animales retrasados. Estos individuos retrógrados fueron emigrando poco a poco hacia el sur y, a la postre, se aparearon con las tribus inferiores. Más adelante sus descendientes híbridos regresaron al norte y se aparearon con los pueblos andónicos que iban expandiéndose con rapidez; y tales uniones aciagas, indefectiblemente, deterioraron la raza superior. Cada vez menos asentamientos primitivos conservaron la adoración de Aquél que da Aliento. Esta primitiva civilización de los albores estuvo amenazada de extinguirse.
Así ha sido siempre en Urantia. Civilizaciones altamente prometedoras se han ido deteriorando progresivamente hasta extinguirse debido a la locura de permitir la libre procreación de los seres superiores con los inferiores.