Los lémures primitivos relacionados con la descendencia de la especie humana no estaban directamente emparentados con las tribus preexistentes de gibones y monos que vivían entonces en Eurasia y África del norte, y cuya progenie ha sobrevivido hasta el presente. Tampoco fueron la prole del tipo moderno de lémur, aunque que ambos descendieron del mismo antepasado que ya llevaba mucho tiempo en extinción.
Aunque estos primeros lémures evolucionaron en el hemisferio occidental, el establecimiento de la descendencia mamífera directa del género humano tuvo lugar en el sudoeste de Asia, en la zona original de la implantación central de vida, pero en las fronteras de las regiones orientales. Hacía varios millones de años que el tipo norteamericano de lémur había emigrado hacia el oeste por el puente terrestre de Bering y había ido avanzando poco a poco hacia el sudoeste a lo largo de la costa asiática. Estas tribus migratorias finalmente alcanzaron la salubre región situada entre el Mediterráneo, que se hallaba expandido en aquel momento, y las regiones montañosas de la península de la India, que se iban elevando en ese entonces. En estas tierras, al oeste de la India, se unieron con otras razas favorables, estableciendo así la descendencia de la raza humana.
Con el paso del tiempo el litoral de la India, al sudoeste de las montañas, se sumergió de manera gradual, aislando por completo la fauna de esta región. No hubo ninguna vía por donde acercarse a esta península mesopotámica o pérsica, ni por donde escaparse de ella, salvo por la ruta del norte, que se cortó en repetidas ocasiones debido a las invasiones hacia el sur de los glaciares. Así, pues, en esta zona, entonces casi un paraíso, a partir de los descendientes superiores de este tipo de lémur mamífero que nacieron dos grandes grupos, las tribus símicas de los tiempos modernos y la especie humana actual.