El Hijo Eterno es tan inmutable e infinitamente digno de confianza como el Padre Universal. Es también tan espiritual como el Padre, un espíritu verdaderamente ilimitado como el Padre. Para vosotros los de origen humilde, el Hijo parecería ser más personal puesto que está un paso más próximo a vosotros en accesibilidad que el Padre Universal.
El Hijo Eterno es el Verbo Eterno de Dios. Es totalmente semejante al Padre; en efecto, el Hijo Eterno es Dios el Padre como se manifiesta personalmente al universo de los universos. Así fue y es y será por siempre cierto del Hijo Eterno y de todos los Hijos Creadores coordinados: «El que ha visto al Hijo, ha visto al Padre».
En su naturaleza, el Hijo es totalmente como el Padre del espíritu. Cuando adoramos al Padre Universal, en realidad estamos adorando al mismo tiempo a Dios el Hijo y a Dios el Espíritu. Dios el Hijo es tan divinamente real y eterno en su naturaleza como Dios el Padre.
El Hijo no sólo posee toda la rectitud infinita y trascendente del Padre sino que el Hijo refleja también toda la santidad de carácter del Padre. El Hijo comparte la perfección del Padre y comparte en forma conjunta la responsabilidad de ayudar a todas las criaturas de imperfección en sus esfuerzos espirituales por alcanzar la perfección divina.
El Hijo Eterno posee todo el carácter de divinidad y los atributos de espiritualidad del Padre. El Hijo es la plenitud de la absolutez de Dios en personalidad y espíritu, y estas cualidades el Hijo las revela en su manejo personal del gobierno espiritual del universo de los universos.
Dios es, en realidad, un espíritu universal; Dios es espíritu; y esta naturaleza espiritual del Padre se centra y personaliza en la Deidad del Hijo Eterno. En el Hijo todas las características espirituales al parecer se han ampliado grandemente por su diferenciación de la universalidad de la Primera Fuente y Centro. Y tal como el Padre comparte su naturaleza espiritual con el Hijo, así también ambos comparten plenamente y sin reservas el espíritu divino con el Actor Conjunto, el Espíritu Infinito.
En el amor a la verdad y en la creación de la belleza, el Padre y el Hijo son iguales excepto que el Hijo parece dedicarse más a la realización de la belleza exclusivamente espiritual de los valores universales.
En la bondad divina yo no discierno ninguna diferencia entre el Padre y el Hijo. El Padre ama a los hijos de su universo como un padre; el Hijo Eterno contempla a todas las criaturas tanto como padre y como hermano.