A medida que los mundos establecidos en luz y vida progresan desde la etapa inicial hasta la séptima época, aprenden sucesivamente la comprensión de la realidad de Dios el Séptuple, yendo desde la adoración del Hijo Creador hasta la adoración del Padre Paradisiaco de este Hijo. A través de la continua séptima etapa de la historia de un mundo de este tipo, los mortales en constante progreso crecen en el conocimiento de Dios el Supremo, mientras que disciernen vagamente la realidad del ministerio superpuesto de Dios el Último.
A lo largo de esta gloriosa edad el anhelo principal de los mortales en constante avance es la búsqueda de una mejor comprensión y una realización más plena de los elementos comprensibles de la Deidad—verdad, belleza y bondad. Esto representa el esfuerzo del hombre por discernir a Dios en la mente, en la materia y en el espíritu. Y a medida que el mortal persigue esta búsqueda, se encuentra cada vez más sumergido en el estudio experiencial de la filosofía, la cosmología y la divinidad.
Tal vez comprendéis algo de la filosofía, y la divinidad la comprendéis en la adoración, el servicio social, y la experiencia espiritual personal, pero la búsqueda de la belleza—cosmología– demasiado frecuentemente la limitáis al estudio de los burdos esfuerzos artísticos del hombre. La belleza, el arte, es en gran parte asunto de unificación de contrastes. La variedad es esencial para el concepto de la belleza. La belleza suprema, la cumbre del arte finito, es el drama de la unificación de la vastedad de los extremos cósmicos de Creador y criatura. El hombre en vías de encontrar a Dios y Dios en vías de encontrar al hombre—la criatura que se vuelve perfecta como su Creador– ése es el logro excelso de lo supremamente bello, el logro de la cúspide del arte cósmico.
De aquí que el materialismo, el ateísmo, sea la maximación de la fealdad, la cúspide de la antítesis finita de lo bello. La belleza más elevada consiste en el panorama de la unificación de las variaciones que han nacido de la realidad armoniosa pre-existente.
El logro de niveles cosmológicos de pensamiento incluye:
1. Curiosidad. Hambre de armonía y sed de belleza. Intentos persistentes de descubrir nuevos niveles de relaciones cósmicas armoniosas.
2. Apreciación estética. Amor de lo bello y apreciación en constante avance del toque artístico en todas las manifestaciones creativas en todos los niveles de la realidad.
3. Sensibilidad ética. A través de la realización de la verdad, la apreciación de la belleza conduce al sentido de la idoneidad eterna de aquellas cosas que lindan con el reconocimiento de la verdad divina en las relaciones de la Deidad con todos los seres; y de este modo aun la cosmología conduce a la búsqueda de los valores divinos de la realidad—a la conciencia de Dios.
Los mundos establecidos en luz y vida están tan plenamente preocupados por la comprensión de la verdad, la belleza y la bondad porque estos valores de calidad abarcan la revelación de la Deidad a los reinos del tiempo y el espacio. Los significados de la verdad eterna hacen un llamado combinado a las naturalezas intelectual y espiritual del hombre mortal. La belleza universal comprende las relaciones armoniosas y los ritmos de la creación cósmica; esto es más claramente el llamado intelectual y conduce hacia la comprensión unificada y sincronizada del universo material. La bondad divina representa la revelación de los valores infinitos a la mente finita, para que sean percibidos y elevados al umbral mismo del nivel espiritual de la comprensión humana.
La verdad es la base de la ciencia y la filosofía, y ofrece el cimiento intelectual para la religión. La belleza patrocina el arte, la música y los ritmos significativos de toda experiencia humana. La bondad comprende el sentido de la ética, moralidad y religión—hambre de perfección experiencial.
La existencia de la belleza implica en la criatura la presencia de una mente apreciativa, tan certeramente como el hecho de la evolución progresiva indica la dominación de la Mente Suprema. La belleza es el reconocimiento intelectual de la síntesis armoniosa espacio-temporal de la diversificación enorme de la realidad fenomenológica, todo lo cual proviene de una singularidad pre-existente y eterna.
La bondad es el reconocimiento mental de los valores relativos de los diversos niveles de perfección divina. El reconocimiento de la verdad implica una mente de estado moral, una mente personal con habilidad para discriminar entre el bien y el mal. Pero la posesión de la bondad, la grandeza, es la medida del verdadero logro de la divinidad.
El reconocimiento de relaciones verdaderas implica una mente competente para discriminar entre la verdad y el error. El otorgamiento del Espíritu de la Verdad que envuelve las mentes humanas de Urantia responde infaliblemente a la verdad—la relación espiritual viviente de todas las cosas y todos los seres tal como son coordinados en la ascensión eterna hacia Dios.
Todo impulso de todo electrón, pensamiento, o espíritu es una unidad actuante en el universo entero. Sólo el pecado está aislado y el mal resiste a la gravedad en los niveles mental y espiritual. El universo es un todo; ninguna cosa ni ser existe ni vive en aislamiento. La autorrealización es potencialmente maléfica si es antisocial. Es literalmente verdad: «Ningún hombre vive para sí». La socialización cósmica constituye la forma más elevada de unificación de la personalidad. Dijo Jesús: «Aquél que entre vosotros quiere ser el más grande, dejad que sea el servidor de todos».
Aun la verdad, la belleza y la bondad—el acercamiento intelectual del hombre al universo de mente, materia y espíritu– deben estar combinados en un concepto unificado de un ideal divino y supremo. Así como la personalidad mortal unifica la experiencia humana con la materia, mente y espíritu, del mismo modo este ideal divino y supremo se vuelve poder-unificado en la Supremacía y luego personalizado como Dios de amor paterno.
Todo discernimiento de las relaciones de las partes de cualquier totalidad requiere una comprensión de la relación de todas las partes con ese todo; y en el universo esto significa la relación de las partes creadas con un Todo Creativo. La Deidad se vuelve por lo tanto el objetivo trascendental, aun infinito, del logro universal y eterno.
La belleza universal es el reconocimiento del reflejo de la Isla del Paraíso en la creación material, mientras que la verdad eterna es el ministerio especial de los Hijos Paradisiacos que no sólo se otorgan a sí mismos a las razas mortales, sino que también derraman su Espíritu de la Verdad sobre todos las gentes. La bondad divina está más plenamente ilustrada en el ministerio amante de las múltiples personalidades del Espíritu Infinito. Pero el amor, la suma total de estas tres cualidades, es la percepción que tiene el hombre de Dios como Padre espiritual.
La materia física es la sombra espacio-temporal del brillo Paradisiaco de energía de las Deidades absolutas. Los significados de verdad son las repercusiones en el intelecto mortal del verbo eterno de la Deidad—la comprensión espacio-temporal de los conceptos supremos. Los valores de bondad de la divinidad son los ministerios misericordiosos de las personalidades espirituales de lo Universal, lo Eterno y lo Infinito a las criaturas espacio-temporales finitas de las esferas evolucionarias.
Estos significativos valores de realidad de la divinidad están combinados en la relación del Padre con cada criatura personal como amor divino. Están coordinados en el Hijo y sus hijos como misericordia divina. Manifiestan sus cualidades a través del Espíritu y de sus hijos e hijas espirituales como ministerio divino, el retrato de la misericordia amante a los hijos y las hijas del tiempo. Estas tres divinidades están principalmente manifestadas por el Ser Supremo como síntesis de poder y personalidad. Son mostradas en forma variada por Dios el Séptuple en siete asociaciones diferentes de significados y valores divinos en siete niveles ascendentes.
Para el hombre finito la verdad, la belleza, y la bondad abrazan la revelación plena de la realidad de divinidad. A medida que esta comprensión y amor de la Deidad encuentra expresión espiritual en la vida de los mortales que conocen a Dios, se producen los frutos de la divinidad: paz intelectual, progreso social, satisfacción moral, felicidad espiritual, y sabiduría cósmica. Los mortales avanzados en un mundo en la séptima etapa de luz y vida han aprendido que el amor es lo más grande en el universo—y saben que Dios es amor.
El amor es el deseo de hacer el bien a los demás.
[Presentado por un Mensajero Poderoso de visita en Urantia, por solicitud del Cuerpo Revelatorio de Nebadon y en colaboración con cierto Melquisedek, el vicegerente Príncipe Planetario de Urantia.]
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Este documento sobre la Unidad Universal es el veinticincoavo de una serie de presentaciones por varios autores, que han sido patrocinados como grupo por una comisión de doce personalidades de Nebadon y actuando bajo la dirección de Mantutia Melquisedek. Dictamos estas narrativas y las expresamos en el idioma inglés, mediante una técnica autorizada por nuestros superiores, en el año 1934 del tiempo de Urantia.
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