Los Hijos de la siguiente orden de llegada en un mundo evolucionario promedio son los Hijos Instructores Trinitarios, los Hijos Divinos de la Trinidad Paradisiaca. Nuevamente encontramos que Urantia está fuera del ritmo de sus esferas hermanas, ya que vuestro Jesús ha prometido regresar. Esa promesa con certidumbre cumplirá, pero nadie sabe si su segunda venida precederá o seguirá a las apariciones de los Hijos Magisteriales o de los Hijos Instructores en Urantia.
Los Hijos Instructores vienen en grupos a los mundos en vías de espiritualización. Un Hijo Instructor planetario es asistido y apoyado por setenta Hijos primarios, doce Hijos secundarios, y tres de los más elevados y más expertos de la orden suprema de los Dainales. Este cuerpo permanece en el mundo por algún tiempo, lo suficiente para efectuar la transición de las etapas evolucionarias a la era de luz y vida—no menos de mil años de tiempo planetario y frecuentemente mucho más. Esta misión es una contribución Trinitaria a los esfuerzos antecedentes de todas las personalidades divinas que han ministrado a un mundo habitado.
La revelación de la verdad se amplía ahora para incluir al universo central y al Paraíso. Las razas se están volviendo altamente espirituales. Un gran pueblo ha evolucionado y se está acercando una gran edad. Los sistemas de enseñanza, económicos y administrativos del planeta están sufriendo transformaciones radicales. Se están estableciendo nuevos valores y relaciones. El reino de los cielos está apareciendo en la tierra, y la gloria de Dios se está esparciendo por el mundo.
Ésta es la dispensación en la cual muchos mortales son trasladados de entre los vivientes. A medida que va progresando la era de los Hijos Instructores Trinitarios, la lealtad espiritual de los mortales del tiempo se hace cada vez más universal. La muerte natural se vuelve menos frecuente a medida que los Ajustadores se fusionan cada vez más frecuentemente con sus sujetos durante la vida en la carne. El planeta finalmente se clasifica en la orden primaria modificada de ascensión mortal.
La vida durante esta era es placentera y beneficiosa. La degeneración y los productos antisociales finales de la larga lucha evolucionaria han sido virtualmente obliterados. La duración de la vida se acerca a los quinientos años de Urantia, y la frecuencia de reproducción de aumento racial está controlada inteligentemente. Ha llegado un orden de sociedad enteramente nuevo. Aún existen grandes diferencias entre los mortales, pero el estado de la sociedad se acerca mucho más a los ideales de la hermandad social y de la igualdad espiritual. El gobierno representativo está desapareciendo, y el mundo está pasando al gobierno del autocontrol individual. La función del gobierno está principalmente dirigida a las tareas colectivas de administración social y coordinación económica. La edad de oro está llegando; se vislumbra el objetivo temporal de la larga e intensa lucha evolucionaria planetaria. La recompensa de las edades pronto se realizará; está por manifestarse la sabiduría de los Dioses.
La administración física de un mundo durante esta edad requiere tan sólo una hora diaria por parte de todo individuo adulto; o sea, el equivalente de una hora urantiana. El planeta está en estrecho contacto con los asuntos universales, y su pueblo escucha las últimas emisiones con el mismo profundo interés que vosotros manifestáis ahora para con la última edición de vuestros periódicos diarios. Estas razas se ocupan de mil cosas de interés desconocido en vuestro mundo.
Cada vez más, crece la lealtad planetaria auténtica al Ser Supremo. Generación tras generación, una proporción cada vez mayor de la raza sigue las reglas de los que practican la justicia y viven en la misericordia. Lentamente pero con seguridad el mundo está siendo ganado para el servicio regocijante de los Hijos de Dios. Las dificultades físicas y los problemas materiales se han solucionado en gran parte; el planeta está madurando para una vida avanzada y una existencia más establecida.
De vez en cuando, a través de su dispensación, siguen llegando Hijos Instructores a estos mundos pacíficos. No abandonan un mundo hasta tanto no observan que el plan evolucionario, en cuanto se refiere a ese planeta, está funcionando bien. Un Hijo Magisterial de juicio generalmente acompaña a los Hijos Instructores en sus misiones sucesivas, mientras que otro Hijo de este tipo funciona al tiempo de su partida, y estas acciones judiciales continúan de edad en edad a lo largo de la duración del régimen mortal del espacio y el tiempo.
Cada misión recurrente de los Hijos Instructores Trinitarios eleva sucesivamente este mundo excelso a alturas cada vez mayores de sabiduría, espiritualidad, e iluminación cósmica. Pero los nobles nativos de dichas esferas siguen siendo finitos y mortales. Nada es perfecto; sin embargo, está evolucionando una calidad de casi perfección en la operación de un mundo imperfecto y en la vida de sus habitantes humanos.
Los Hijos Instructores Trinitarios pueden volver muchas veces al mismo mundo. Pero tarde o temprano, en relación con la terminación de una de sus misiones, el Príncipe Planetario es elevado a la posición de Soberano Planetario, y aparece el Soberano del Sistema para proclamar el ingreso de dicho mundo en la edad de luz y vida.
Fue acerca de la conclusión de la misión final de los Hijos Instructores (por lo menos esa sería la cronología en un mundo normal) acerca de que Juan escribió: «Yo vi un nuevo cielo y una nueva tierra y el nuevo Jerusalén que bajaba de Dios saliendo del cielo, preparada como una princesa adornada para su príncipe».
Ésta es la misma tierra renovada, la etapa avanzada planetaria, que el antiguo visionario visualizó cuando escribió: «‘Pues así como los nuevos cielos y la nueva tierra que yo crearé durarán ante mí, así también vosotros y vuestros hijos perduraréis; y sucederá que de una luna nueva a otra y de un sábado a otro, toda la carne adorará ante mí’, dice el Señor».
Son los mortales de dicha edad aquellos que se describen como «una generación elegida, o un sacerdocio real, una nación sagrada, un pueblo excelso; y vosotros esparciréis las alabanzas de Aquél que os ha llamado de la oscuridad hacia esta maravillosa luz».
Sea cual fuere la historia natural especial de un planeta específico, sea que el reino haya sido totalmente leal, teñido de mal, o maldecido por el pecado—sean cuales fueren los antecedentes– tarde o temprano, la gracia de Dios y el ministerio de los ángeles inaugurarán el día del advenimiento de los Hijos Instructores Trinitarios; y su partida, después de su misión final, inaugurará esta maravillosa era de luz y vida.
Todos los mundos de Satania pueden unirse en la esperanza de aquél que escribió: «Sin embargo nosotros, de acuerdo con su promesa, esperamos un nuevo cielo y una nueva tierra, en la cual mora la rectitud. Por lo tanto, amados, ya que buscáis estas cosas, sed diligentes para que aquél os pueda encontrar en paz, sin manchas ni culpas».
La partida del cuerpo de Hijos Instructores al fin de su primer reino o de algún reino subsiguiente, inaugura los albores de la era de luz y vida—el umbral de la transición del tiempo al vestíbulo de la eternidad. La realización planetaria de esta era de luz y vida está mucho más allá de las esperanzas más encarecidas de los mortales urantianos que no han tenido conceptos más visionarios de la vida futura que los comprendidos dentro de las creencias religiosas que describen el cielo como el destino inmediato y la morada final de los mortales sobrevivientes.
[Patrocinado por un Mensajero Poderoso vinculado temporalmente al séquito de Gabriel.]
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