En la mayoría de los mundos habitados los Jardines de Edén permanecen como centros culturales y siguen funcionando como modelos sociales de conducta y usanza planetaria época tras época. Aun en los tiempos primitivos, cuando los pueblos violetas están relativamente segregados, sus escuelas aceptan candidatos apropiados provenientes de las razas mundiales, mientras que los desarrollos industriales del jardín abren nuevos canales de intercambio comercial. Es así como los Adanes y Evas y su progenie contribuyen a la repentina expansión de la cultura y al rápido mejoramiento de las razas evolucionarias de sus mundos. Y la amalgama de las razas evolucionarias y los hijos de Adán aumenta y sella todas estas relaciones, resultando así en el inmediato mejoramiento del estado biológico, el despertar del potencial intelectual y el aumento de la receptividad espiritual.
En mundos normales la sede jardín de la raza violeta pasa a ser el segundo centro de la cultura mundial y, juntamente con la ciudad sede del Príncipe Planetario, establece el ritmo para el desarrollo de la civilización. Por siglos coexisten contemporáneamente las escuelas de la ciudad sede del Príncipe Planetario y las escuelas jardín de Adán y Eva. Generalmente no distan mucho entre sí y operan en cooperación armoniosa.
Pensad lo que podría significar para vuestro mundo si en algún lugar del Levante hubiese un centro mundial de civilización, una gran universidad planetaria de cultura, que ha funcionado ininterrumpidamente durante 37.000 años. Más aún, haced una pausa para considerar cómo la autoridad moral de un centro tan antiguo se fortalecería por la proximidad de otra sede más antigua de servicio celestial cuyas tradiciones acarrean una fuerza acumulativa de 500.000 años de influencia evolucionaria integrada. Es la costumbre la que finalmente disemina los ideales de Edén a todo el mundo.
Las facultades de los Príncipes Planetarios se ocupan básicamente de la filosofía, la religión, la moral y los logros artísticos e intelectuales superiores. Las escuelas jardín de Adán y Eva están normalmente dedicadas a las artes prácticas, la capacitación básica intelectual, la cultura social, el desarrollo económico, las relaciones comerciales, la salud física y el gobierno civil. Finalmente estos centros mundiales se amalgaman, pero la verdadera afiliación a veces no ocurre hasta los tiempos del primer Hijo Magisterial.
La existencia continua del Adán y Eva Planetarios, junto con el núcleo de línea pura de la raza violeta, imparte esa estabilidad de crecimiento a la cultura edénica en virtud de la cual pasa a actuar sobre la civilización de un mundo con la fuerza apremiante de la tradición. En estos Hijos e Hijas Materiales inmortales hallamos el último e indispensable eslabón que conecta a Dios con el hombre, sorteando el abismo casi infinito entre el Creador eterno y las más bajas personalidades finitas del tiempo. He aquí un ser de alto origen que es físico, material, aun una criatura sexuada como los mortales urantianos, alguien que puede ver y comprender al invisible Príncipe Planetario y lo interpreta para las criaturas mortales del reino, porque los Hijos e Hijas Materiales son capaces de ver todas las órdenes más bajas de seres espirituales. Visualizan al Príncipe Planetario y su séquito completo, visible e invisible.
Con el paso de los siglos, a través de la amalgamación de su progenie con las razas del hombre, estos mismos Hijos e Hijas Materiales pasan a ser aceptados como los antepasados comunes de la humanidad, los padres comunes de los ahora mezclados descendientes de las razas evolucionarias. El propósito es que los mortales que salen de un mundo habitado tengan la experiencia de reconocer siete padres:
1. El padre biológico—el padre en la carne.
2. El padre del reino—el Adán Planetario.
3. El padre de las esferas—el Soberano del Sistema.
4. El Padre Altísimo—el Padre de la Constelación.
5. El Padre del universo–el Hijo Creador y gobernante supremo de las creaciones locales.
6. Los super-Padres—los Ancianos de los Días que gobiernan el superuniverso.
7. El Padre de espíritu, o sea, de Havona—el Padre Universal, que habita en el Paraíso y otorga su espíritu para que viva y trabaje en las mentes de las criaturas más bajas que habitan el universo de los universos.