La base del universo es material, pero la esencia de la vida es espíritu. El Padre de los espíritus es también el antepasado de los universos; el Padre eterno del Hijo Original es también la fuente en la eternidad del modelo original, la Isla del Paraíso.
La materia—energía– por ser manifestaciones diversas de la misma realidad cósmica, como fenómeno universal es un fenómeno inherente al Padre Universal. «En él radican todas las cosas». La materia puede parecer manifestar energía inherente y exhibir poderes autocontenidos, pero las líneas de la gravedad involucradas en las energías que se ocupan de todos estos fenómenos físicos se derivan del Paraíso y dependen de éste. El ultimatón, la primera forma mensurable de la energía, tiene como núcleo al Paraíso.
Es innata en la materia y está presente en el espacio universal una forma de energía desconocida en Urantia. Cuando finalmente se haga este descubrimiento, entonces los físicos pensarán que han solucionado casi todo el misterio de la materia. Y así se habrán acercado un paso más al Creador; de este modo habrán dominado una fase más de la técnica divina; pero en ningún sentido habrán encontrado a Dios, ni tampoco habrán establecido la existencia de la materia o el funcionamiento de las leyes naturales aparte de la técnica cósmica del Paraíso y del propósito motivador del Padre Universal.
Después de un progreso aún mayor y de descubrimientos ulteriores, una vez que Urantia haya avanzado inmensurablemente en comparación con el conocimiento presente, aunque ganéis el control de las revoluciones energéticas de las unidades eléctricas de la materia hasta el punto de modificar sus manifestaciones físicas—aun después de todo este progreso posible, por siempre serán incapaces los científicos de crear un átomo de materia o de originar un destello de energía o de agregar a la materia aquello que llamamos vida.
La creación de la energía y el otorgamiento de vida son prerrogativas del Padre Universal y de sus personalidades Creadoras asociadas. El río de la energía y de la vida es un manantial continuo que proviene de las Deidades, el caudal universal y unido de la fuerza paradisiaca que sale hacia todo el espacio. Esta energía divina impregna toda la creación. Los organizadores de la fuerza inician aquellos cambios e instituyen aquellas modificaciones de la fuerza espacial que resultan en energía; los directores del poder transmutan la energía en materia; de este modo nacen los mundos materiales. Los Portadores de Vida inician aquellos procesos en la materia muerta que llamamos vida, vida material. Los Supervisores de Poder Morontial del mismo modo actúan en todos los reinos de transición entre los mundos materiales y los espirituales. Los Creadores espirituales más elevados inauguran procesos similares en las formas divinas de energía, y de allí nacen las formas espirituales más elevadas de la vida inteligente.
La energía procede del Paraíso, modelada del orden divino. La energía—la energía pura– comparte la naturaleza de la organización divina; está formada a semejanza de los tres Dioses abrazados en uno, tal como funcionan en la sede central del universo de los universos. El encircuitamiento de toda fuerza se efectúa en el Paraíso, la fuerza proviene de las Presencias Paradisiacas y regresa a ellas, y es en esencia una manifestación de la Causa no causada—el Padre Universal; y sin el Padre, nada de lo que existe, existiría.
La fuerza derivada de la Deidad autoexistente es en sí misma existente por siempre. La fuerza-energía es imperecedera, indestructible; estas manifestaciones del Infinito pueden estar sujetas a transmutaciones ilimitadas, transformaciones sin fin, y metamorfosis eternas, pero no podrían sufrir o no va a sufrir jamás la extinción en ningún sentido ni grado, ni siquiera en el menor grado imaginable. Pero la energía, aunque surge del infinito, no se manifiesta infinitamente; existen límites exteriores al universo maestro concebido actualmente.
La energía es eterna pero no infinita; responde por siempre a la atracción del Infinito que todo lo comprende. La fuerza y la energía perduran para siempre; habiendo salido del Paraíso, deben regresar al mismo, aunque se requiera edad tras edad para que se complete el circuito que ha sido ordenado. Aquello que se origina en la Deidad Paradisiaca tan sólo puede tener como destino al Paraíso o a la Deidad.
Todo esto confirma nuestra creencia en un universo de universos circular, un tanto limitado, pero vasto y ordenado. Si esto no fuese verdad, entonces aparecería tarde o temprano la evidencia del agotamiento de la energía en algún momento. Todas las leyes, organizaciones, administración y testimonio de los exploradores del universo—todo indica la existencia de un Dios infinito pero, hasta ahora, de un universo finito, una circularidad de existencia sin fin, casi ilimitada pero, sin embargo, finita en contraste con la infinidad.