Por muchas épocas los habitantes de Urantia han interpretado erróneamente la providencia de Dios. Hay una providencia divina trabajando en vuestro mundo, pero no se trata del ministerio infantil, arbitrario y material que muchos mortales han concebido. La providencia de Dios consiste en las actividades entrelazadas de los seres celestiales y de los espíritus divinos que, de acuerdo con las leyes cósmicas, laboran incesantemente por el honor de Dios y para el desarrollo espiritual de sus hijos en el universo.
¿No podéis vosotros acaso desarrollar vuestro concepto sobre el trato de Dios con el hombre hasta el punto de reconocer que la consigna del universo es progreso? A través de prolongadas edades la raza humana ha luchado para llegar a su estado actual. A lo largo de todos estos milenios la Providencia ha estado laborando en el plan de la evolución progresiva. Estas dos ideas no son opuestas en la práctica, sino tan sólo en los conceptos erróneos del hombre. La providencia divina no se enlista jamás en oposición al verdadero progreso humano, tanto temporal como espiritual. La providencia está siempre de acuerdo con la naturaleza inmutable y perfecta del supremo Legislador.
«Dios es fiel» y «todos sus mandamientos son justos». «Su fidelidad se establece en los mismos cielos». «Para siempre, Oh Señor, tu palabra se ha establecido en los cielos. Tu fidelidad es para todas las generaciones; tú has cimentado la tierra, y permanece». «Él es un Creador fiel».
No hay límites a las fuerzas y personalidades que el Padre puede utilizar para mantener su propósito y sostener a sus criaturas. «El Dios eterno es nuestro refugio, y abajo están sus brazos sempiternos». «El que habita en el lugar secreto del Altísimo morará bajo la sombra del Todopoderoso». «Mirad, el que nos guarda no se adormecerá ni se dormirá». «Sabemos que todas las cosas cooperan para bien de los que aman a Dios», «porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos, atentos a sus oraciones».
Dios sostiene «todas las cosas por la palabra de su poder». Y cuando nacen nuevos mundos, «envía a sus Hijos y son creados». Dios no sólo crea, sino que «los preserva a todos». Dios constantemente sostiene todas las cosas materiales y a todos los seres espirituales. Los universos son eternamente estables. Existe estabilidad en medio de una inestabilidad aparente. Existe un orden y una seguridad subyacentes en medio de los solevantamientos de la energía y los cataclismos físicos de los dominios estelares.
El Padre Universal no se ha retirado de la administración de los universos; él no es una Deidad inactiva. Si Dios dejara de ser el sustentador presente de toda la creación, habría inmediatamente un colapso universal. Excepto Dios, no habría tal cosa como la realidad. En este mismo momento, así como durante las remotas eras del pasado y en el futuro eterno, Dios sigue sustentando. El alcance divino se extiende alrededor del círculo de la eternidad. Al universo no se le da cuerda como un reloj que anda por tiempo determinado y luego cesa de funcionar; todas las cosas están siendo constantemente renovadas. El Padre incesantemente derrama energía, luz y vida. La obra de Dios es tan literal como espiritual. «Él extiende el norte sobre el espacio vacío y suspende la tierra sobre la nada».
Un ser de mi orden puede descubrir la armonía última y detectar una coordinación profunda y vasta en los asuntos rutinarios de la administración universal. Muchas cosas que aparecen desconectadas y fortuitas al pensamiento mortal, se muestran ordenadas y constructivas a mi comprensión. Pero ocurren en el universo muchas cosas que yo no comprendo plenamente. Durante mucho tiempo he estudiado y tengo cierto conocimiento, sobre las fuerzas, energías, mentes, morontias, espíritus y personalidades reconocidas de los universos locales y de los superuniversos. Tengo una comprensión general de cómo operan esas agencias y personalidades y estoy íntimamente familiarizado con los mecanismos de las inteligencias espirituales acreditadas del gran universo. A pesar de mi conocimiento de los fenómenos de los universos, me veo constantemente confrontado por reacciones cósmicas que no puedo desentrañar plenamente. De continuo me encuentro con conspiraciones aparentemente fortuitas de la interasociación de fuerzas, energías, intelectos y espíritus que no puedo explicar de manera satisfactoria.
Soy enteramente competente para describir y analizar el mecanismo de todos los fenómenos que resultan directamente del funcionamiento del Padre Universal, del Hijo Eterno, del Espíritu Infinito, y, en gran medida, de la Isla del Paraíso. Lo que suscita mi perplejidad es el encontrarme con lo que parece ser el desempeño de sus coordinados misteriosos, los tres Absolutos de potencialidad. Estos Absolutos parecen suplantar la materia, trascender la mente, y sobrevenir al espíritu. Me siento continuamente confundido y a menudo perplejo por mi incapacidad para comprender estas transacciones complejas que atribuyo a la presencia y actuación del Absoluto No Cualificado, el Absoluto de Deidad, y el Absoluto Universal.
Estos Absolutos deben ser las presencias no plenamente reveladas en el amplio universo que, en los fenómenos de la potencia del espacio y en la función de otros superúltimos, hacen imposible para los físicos, para los filósofos e incluso para los religiosos predecir con certeza cómo los primordiales de fuerza, concepto y espíritu responderán a las exigencias hechas en una situación compleja de realidad que incluya ajustes supremos y valores últimos.
Hay también una unidad orgánica en los universos del tiempo y el espacio que parecería respaldar el entero tejido de los acontecimientos cósmicos. Esta presencia viviente del Ser Supremo evolutivo, esta Inmanencia del Incompleto Proyectado se manifiesta inexplicablemente de cuando en cuando por lo que parece ser una asombrosa y fortuita coordinación de acontecimientos en el universo aparentemente desconectados. Ésta debe ser la función de la Providencia—el dominio del Ser Supremo y del Actor Conjunto.
Me inclino a creer que es precisamente este extendido control, generalmente irreconocible, de la coordinación y la interasociación de todas las fases y formas de la actividad universal que hace que una mezcla tan abigarrada y aparentemente tan confusa de fenómenos físicos, mentales, morales y espirituales funcione tan inequívocamente para la gloria de Dios y para el bien de hombres y ángeles.
Pero en el sentido más amplio los aparentes «accidentes» del cosmos son indudablemente parte del drama finito de la aventura espacio-temporal del Infinito en su manipulación eterna de los Absolutos.