El cuarto circuito de Havona se denomina a veces el «circuito de los Hijos». Desde los mundos de este circuito, los peregrinos ascendentes van al Paraíso para alcanzar un contacto comprensivo con el Hijo Eterno, mientras que en los mundos de este circuito los peregrinos descendentes logran una nueva comprensión de la naturaleza y misión de los Hijos Creadores del tiempo y del espacio. Existen siete mundos en este circuito, en los cuales los cuerpos de reserva de los Micaeles del Paraíso mantienen escuelas especiales de ministerio mutuo tanto para los peregrinos ascendentes como para los descendentes; y es en estos mundos de los Hijos Micael donde los peregrinos del tiempo y los peregrinos de la eternidad llegan a su primera comprensión verdaderamente mutua unos de los otros. En muchos aspectos, las experiencias de este circuito son las más fascinantes de la entera estadía en Havona.
Los que hallan al Hijo son los ministros superáficos de los mortales ascendentes del cuarto circuito. Además de la tarea general de preparar a sus candidatos para la comprensión de las relaciones del Hijo Eterno con la Trinidad, estos halladores del Hijo deben instruir a sus sujetos tan plenamente como para asegurar que estos triunfen: primero, en la comprensión espiritual adecuada del Hijo; segundo, en el reconocimiento satisfactorio de la personalidad del Hijo; y tercero, en la diferenciación apropiada del Hijo respecto de la personalidad del Espíritu Infinito.
Después de lograr el Espíritu Infinito, no se llevan a cabo más exámenes. Las pruebas de los círculos interiores son las actuaciones de los candidatos peregrinos cuando se encuentran en el abrazo del manto de las Deidades. El avance está determinado puramente por la espiritualidad del individuo, y nadie sino los dioses presumen juzgar esta posesión. En caso de fracaso, no se dan nunca razones, ni tampoco se critica ni se regaña a los candidatos mismos ni a sus varios tutores y guías. En el Paraíso, la desilusión no se considera nunca una derrota; el postergamiento nunca se mira como una desgracia; los fracasos aparentes del tiempo no se confunden jamás con los atrasos significativos de la eternidad.
No muchos peregrinos experimentan el atraso del fracaso aparente en la aventura de la Deidad. Casi todos alcanzan al Espíritu Infinito, aunque ocasionalmente un peregrino del superuniverso número uno no consigue triunfar la primera vez. Los peregrinos que alcanzan al espíritu raramente fracasan en hallar al Hijo; de los que fracasan en la primera aventura, casi todos provienen de los superuniversos tres y cinco. La gran mayoría de aquellos que fracasan en la primera aventura para obtener al Padre, después de hallar tanto al Espíritu como al Hijo, provienen del superuniverso número seis, aunque algunos de los números dos y tres pasan por la misma experiencia de fracaso. Todo esto parece indicar claramente que hay razón buena y suficiente para estos fracasos aparentes; en realidad, sencillamente son éstos atrasos ineludibles.
Los candidatos derrotados de la aventura de la Deidad se confían en la jurisdicción de los jefes de asignación, un grupo de supernafines primarios, y se los envía de vuelta al trabajo de los reinos del espacio por un período de no menos de un milenio. Nunca regresan al superuniverso de su natalidad, siempre a esa supercreación más propicia para su nueva capacitación en preparación para la segunda aventura de la Deidad. Después de este servicio, por su propia voluntad, regresan al círculo exterior de Havona, inmediatamente se los acompaña al círculo de su carrera interrumpida y vuelven inmediatamente a reanudar sus preparaciones para la aventura de la Deidad. Los supernafines secundarios siempre pilotean triunfalmente a sus sujetos en el segundo intento y los mismos ministros superáficos y otros guías siempre asisten a estos candidatos durante esta segunda aventura.