El poder de un Micael Mayor es ilimitado porque deriva de la asociación experiencial con la Trinidad del Paraíso, es indisputable porque deriva de la experiencia real como criaturas sujetas a dicha autoridad. La naturaleza de soberanía de un Hijo Creador séptuple es suprema porque:
1. Comprende el punto de vista séptuple de la Deidad Paradisiaca.
2. Incorpora la actitud séptuple de las criaturas del tiempo y del espacio.
3. Sintetiza perfectamente la actitud paradisiaca y el punto de vista de la criatura.
Esta soberanía experiencial por lo tanto incluye totalmente la divinidad de Dios el Séptuple que culmina en el Ser Supremo. Y la soberanía personal de un Hijo séptuple es como la soberanía futura del Ser Supremo que algún día se va a completar, porque comprende como lo hace el contenido más pleno posible de poder y autoridad de la Trinidad del Paraíso manifestable dentro de los límites correspondientes de tiempo y espacio.
Con el logro de la soberanía suprema en el universo local, y durante la presente edad universal, se desvanece del Hijo Micael el poder y la oportunidad de crear tipos enteramente nuevos de seres creados durante la presente era universal. Pero la pérdida de poder de un Hijo Mayor para originar órdenes enteramente nuevas de seres no interfiere de ninguna manera con la tarea de elaboración de vida ya establecida y en proceso de desarrollo; este vasto programa de evolución universal prosigue sin interrupción ni acortamientos. La adquisición de la soberanía suprema por un Hijo Mayor implica la responsabilidad de la devoción personal a fomentar y administrar aquello que ya ha sido diseñado y creado, y aquello que será posteriormente producido por los que han sido así diseñados y creados. Con el tiempo es posible que se desarrolle una evolución casi infinita de seres distintos, pero ningún modelo original ni tipo enteramente nuevo de criatura inteligente se originará directamente desde este momento en adelante de un Hijo Mayor. Éste es el primer paso, el comienzo, de una administración establecida en cualquier universo local.
La elevación de un Hijo autootorgador séptuple a la soberanía incuestionable de su universo significa el comienzo del fin de la inseguridad y confusión relativa de una edad. Después de este acontecimiento, lo que alguna vez no pueda ser espiritualizado finalmente se desorganizará; aquello que no puede ser coordinado con la realidad cósmica será finalmente destruido. Cuando las disposiciones de la misericordia sin fin y de la paciencia sin nombre se han agotado en el esfuerzo de ganar la lealtad y devoción de todas las criaturas volitivas de los reinos, prevalecerán la justicia y la rectitud. Aquello que la misericordia no puede rehabilitar, la justicia finalmente aniquilará.
Los Micaeles Mayores son supremos en sus propios universos locales una vez que han sido instalados como gobernantes soberanos. Las pocas limitaciones a su gobierno son aquellas inherentes en la preexistencia cósmica de ciertas fuerzas y personalidades. Por otra parte estos Hijos Soberanos son supremos en autoridad, responsabilidad, y poder administrativo en sus respectivos universos; son como Creadores y Dioses, supremos virtualmente en todas las cosas. No hay discernimiento ni comprensión más allá de su sabiduría en cuanto al funcionamiento de un universo dado.
Después de su elevación a la soberanía establecida en un universo local un Micael Paradisiaco está en pleno control de todos los demás Hijos de Dios que funcionan en su dominio, y puede gobernar libremente de acuerdo con su concepto de las necesidades de su reino. Un Hijo Mayor puede a su voluntad cambiar el orden de la adjudicación espiritual y del ajuste evolucionario de los planetas habitados. Y estos Hijos elaboran y llevan a cabo los planes de su propia elección en todos los asuntos de las necesidades planetarias especiales, en particular en relación con los mundos de su estadía en forma de criatura y aún más en relación con el reino del último autootorgamiento, el planeta de la encarnación en semejanza de la carne mortal.
Los Hijos Soberanos parecen estar en comunicación perfecta con sus mundos de encarnación, no sólo los mundos de su estadía personal sino todos los mundos en los que se haya otorgado un Hijo Magisterial. Este contacto es mantenido por su propia presencia espiritual, el Espíritu de la Verdad, que ellos pueden «derramar sobre toda la carne». Estos Hijos Mayores también mantienen una conexión ininterrumpida con el Hijo Materno Eterno en el centro de todas las cosas. Poseen un alcance compasivo que se extiende del Padre Universal en las alturas hasta las razas humildes de la vida planetaria en los reinos del tiempo.