La iglesia, siendo adjunta a la sociedad y aliada de la política, estaba destinada a compartir la decadencia intelectual y espiritual de la así llamada «edad de las tinieblas» en Europa. Durante este período, la religión se volvió más y más monastizada, ascetizada y legalizada. En un sentido espiritual, el cristianismo estaba hibernando. A lo largo de este período existió, al lado de esta religión durmiente y secularizada, una corriente continua de misticismo, una fantástica experiencia espiritual que lindaba con la irrealidad y era filosóficamente semejante al panteísmo.
Durante estos siglos oscuros y desesperantes, la religión se volvió virtualmente de segunda mano. El individuo se perdió casi completamente dentro de la autoridad, tradición y dictadura sobrecogedoras de la iglesia. Una nueva amenaza espiritual surgió con la creación de una pléyade de «santos» que se suponía tenían una influencia especial en las cortes divinas y que, por consiguiente, si el suplicante se les dirigía en forma eficaz, podían interceder ante los Dioses en nombre del hombre.
Pero el cristianismo estaba suficientemente socializado y paganizado como para que, aunque estuvo impotente a impedir el advenimiento de la edad de las tinieblas, se encontrara mejor preparado para sobrevivir este largo período de tiniebla moral y estancamiento espiritual. Logró perdurar a través de la larga noche de la civilización occidental y aún estaba funcionando como influencia moral en el mundo cuando hizo su aparición el renacimiento. La rehabilitación del cristianismo, tras el paso de la época del oscurantismo, resultó en la aparición de numerosas sectas de enseñanzas cristianas, cuyas creencias fueron adaptadas para ciertos tipos intelectuales, emocionales y espirituales de la personalidad humana. Y muchos de estos grupos cristianos especiales, o familias religiosas, aún perduran en el momento en que hacemos esta presentación.
El cristianismo evidencia la historia de haberse originado de la transformación no intencionada de la religión de Jesús a una religión sobre Jesús. Además, su historia demuestra que experimentó helenización, paganización, secularización, institucionalización, deterioro intelectual, decadencia espiritual, hibernación moral, amenaza de extinción y un rejuvenecimiento posterior, fragmentación y rehabilitación relativa más reciente. Tales antecedentes indican una vitalidad inherente y la posesión de vastos recursos de recuperación. Y este mismo cristianismo está ahora presente en el mundo civilizado de los pueblos occidentales y se enfrenta con una lucha por su existencia que es aun más ominosa que esas crisis memorables que caracterizaron sus pasadas batallas por lograr el dominio.
La religión se enfrenta ahora con el desafío de una nueva era de mentes científicas y tendencias materialistas. En esta gigantesca lucha entre lo secular y lo espiritual, la religión de Jesús finalmente triunfará.