Existen exactamente ocho mil millones de Censores Universales. Estos seres singulares son el juicio de la Deidad. No reflejan meramente las decisiones perfectas, sino que son el juicio de la Trinidad del Paraíso. Ni siquiera los Ancianos de los Días pasan juicio a menos que sea en asociación con los Censores Universales.
Se comisiona un Censor para cada uno de los mil millones de mundos del universo central; dicho censor se adjunta a la administración planetaria del Eterno de los Días residente. Los Perfeccionadores de la Sabiduría y los Consejeros Divinos no se adjuntan permanentemente a ninguna administración de Havona; tampoco comprendemos plenamente por qué los Censores Universales están estacionados en el universo central. Sus actividades actuales difícilmente justifican su asignación a Havona, por eso sospechamos que están allí en anticipación de las necesidades de alguna era universal futura cuando la población de Havona tal vez cambie parcialmente.
Mil millones de Censores están comisionados en cada uno de los siete superuniversos. Tanto individualmente como en asociación con los Perfeccionadores de la Sabiduría y los Consejeros Divinos, operan en todas las divisiones de los siete superuniversos. Así pues los Censores actúan en todos los niveles del gran universo, desde los mundos perfectos de Havona hasta los concilios de los Soberanos de Sistemas, y forman parte orgánica de todas las adjudicaciones dispensacionales de los mundos evolutivos.
Cuandoquiera y dondequiera haya un Censor Universal, habrá allí juicio de Deidad. Puesto que los Censores siempre pronuncian su veredicto conjuntamente con los Perfeccionadores de la Sabiduría y los Consejeros Divinos, dichos veredictos comprenden la sabiduría, el parecer y el juicio unidos de la Trinidad del Paraíso. En este trío jurídico el Perfeccionador de la Sabiduría sería el «yo era», el Consejero Divino el «yo seré», y el Censor Universal siempre es el «yo soy».
Los Censores son las personalidades totalizadoras del universo. Después de tomar el testimonio de un millar—o un millón– de testigos, después de escuchar la voz de la sabiduría y de registrar el parecer divino y después de haber añadido el testimonio de la perfección ascendente, recién entonces actuará el Censor. Sus palabras revelarán, al instante la suma total, inequívoca y divina, de todo lo que ha ocurrido, y dicha declaración representa la conclusión divina, la síntesis y sustancia de una decisión perfecta y final. Así, la del Censor será la última palabra, y ya nadie podrá hablar, porque el Censor ha presentado la verdad total e inequívoca de todo lo que ha sucedido antes. Cuando habla, no hay apelación.
Yo comprendo completamente el funcionamiento de la mente de los Perfeccionadores de la Sabiduría, pero ciertamente no entiendo plenamente el funcionamiento de la mente adjudicadora de los Censores Universales. Me parece que los Censores formulan nuevos significados y originan nuevos valores relacionando los hechos, verdades y hallazgos presentados ante ellos en el curso de una investigación de asuntos universales. Parece probable que los Censores Universales elaboren interpretaciones originales sobre la base de la combinación del discernimiento perfecto del Creador con la experiencia de las criaturas perfeccionadas. Evidentemente, esta asociación de la perfección del Paraíso con la experiencia universal produce un nuevo valor en lo último.
Pero esto no es lo único que nos resulta difícil de comprender sobre los procesos mentales de los Censores Universales. Aun considerando todo lo que sabemos o conjeturamos acerca de la función de los Censores en determinadas relaciones universales, no somos capaces de predecir sus decisiones ni de pronosticar sus veredictos. Podemos determinar con precisión el resultado probable de la asociación de la actitud del Creador con la experiencia de la criatura, pero dichas conclusiones no siempre constituyen un pronóstico preciso de las revelaciones del Censor. Es posible que los Censores estén vinculados de alguna manera con el Absoluto de Deidad; de otro modo no podríamos explicar muchas de sus decisiones y dictámenes.
Los Perfeccionadores de la Sabiduría, los Consejeros Divinos, y los Censores Universales, junto con las siete órdenes de Personalidades Supremas Trinitarias, constituyen los diez grupos a veces denominados Hijos Estacionarios de la Trinidad. Juntos componen el magno cuerpo de administradores, gobernantes, ejecutivos, asesores, consejeros y jueces de la Trinidad. Su número excede ligeramente los treinta y siete mil millones. Dos mil setenta millones están estacionados en el universo central y apenas más de cinco mil millones en cada superuniverso.
Es muy difícil describir los límites funcionales de los Hijos Estacionarios de la Trinidad. Sería incorrecto decir que sus acciones se limitan a lo finito, porque en los archivos superuniversales existen documentos de transacciones que indican lo contrario. Actúan a todo nivel administrativo o judicial del universo según lo exijan las condiciones espacio-temporales, en relación con la evolución pasada, presente y futura del universo maestro.