El 16 de mayo se convocó la segunda reunión de las autoridades de Jerusalén con Herodes Antipas en Tiberias. Estaban presentes los líderes religiosos y políticos de Jerusalén. Los líderes judíos pudieron informar a Herodes que prácticamente todas las sinagogas de Galilea y de Judea ya habían cerrado sus puertas a las enseñanzas de Jesús. Nuevamente intentaron convencer a Herodes que mandara arrestar a Jesús, pero él nuevamente se negó a hacerlo. Sin embargo, el 18 de mayo, Herodes aprobó un plan que permitía que las autoridades del sanedrín arrestaran a Jesús y lo llevaran a juicio en Jerusalén acusado de infracciones religiosas, siempre y cuando el gobernador romano de Judea estuviera de acuerdo. Mientras tanto, los enemigos de Jesús se dedicaron activamente a correr el rumor por toda Galilea de que Herodes se había vuelto hostil a Jesús, y que tenía la intención de exterminar a todos los que creyeran en sus enseñanzas.
La noche del sábado 21 de mayo, llegó a Tiberias la noticia de que las autoridades civiles de Jerusalén no objetaban el acuerdo entre Herodes y los fariseos en el sentido de que se arrestara a Jesús y se lo llevara a Jerusalén para juzgarlo ante el sanedrín, acusado de burlarse de las leyes sagradas de la nación judía. Por consiguiente, justo antes de la media noche de este día, Herodes firmó el decreto que autorizaba a los oficiales del sanedrín a arrestar a Jesús dentro de los dominios de Herodes y a llevarlo por la fuerza a Jerusalén para someterlo a juicio. Gran presión de muchos lados fue ejercida sobre Herodes antes de que éste consintiera en otorgar este permiso, y él bien sabía que Jesús no podía esperar un juicio imparcial ante sus encarnizados enemigos de Jerusalén.