Al día siguiente Jesús nuevamente enseñó a la gente desde la barca, diciendo: «El reino del cielo es como un hombre que ha sembrado buena semilla en su campo; pero mientras dormía, vino su enemigo y sembró malas hierbas en medio del trigo y huyó. Cuando el trigo creció y se formó la espiga apareció también la mala hierba. Entonces los siervos de la casa fueron a decirle al amo: ‘Señor, si la semilla que sembraste en el campo era buena, ¿de dónde ha salido la mala hierba?’ El amo les respondió: ‘algún enemigo lo ha hecho’. Entonces los siervos le preguntaron: ‘¿quieres que vayamos a arrancar la mala hierba?’ Pero él les dijo: ‘no, porque al arrancar la mala hierba podéis arrancar también el trigo. Lo mejor es dejarlos que crezcan juntos hasta la cosecha; entonces mandaré que los que han de recogerla aparten primero la mala hierba y la aten en manojos para quemarla, y que después guarden el trigo en mi granero’».
Después de algunas preguntas de la multitud, Jesús dijo otra parábola: «El reino del cielo es como una semilla de mostaza que un hombre sembró en su campo. La semilla de mostaza es por cierto, la más pequeña de todas las semillas; pero cuando crece, se hace la más grande de todas las hierbas y llega a ser como un árbol, tan grande que las aves del cielo van y reposan en sus ramas».
«El reino del cielo también es como la levadura que una mujer tomó y mezcló en tres medidas de harina para que de este modo se fermente toda la masa».
«El reino del cielo también es como un tesoro escondido en un terreno, que un hombre descubre. En su regocijo va y vende todo lo que tiene para así poder comprar ese terreno».
«El reino del cielo es también como un comerciante que anda buscando perlas finas; y habiendo encontrado una perla de gran valor, va y vende todo lo que tiene para poder comprar esa perla extraordinaria».
«También, el reino del cielo es como una red que se echa al mar y recoge toda clase de pez. Cuando la red se llena, los pescadores la sacan a la playa, y allí se sientan a escoger el pescado; guardan los buenos en vasijas, y arrojan los malos».
Muchas otras parábolas habló Jesús a las multitudes. En efecto, desde ese momento en adelante, pocas veces enseñó a las masas excepto mediante este método. Después de hablar a las audiencias públicas en parábolas, durante las clases vespertinas explicaba más plena y explícitamente sus enseñanzas a los apóstoles y a los evangelistas.