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El Comienzo de la Obra Pública

2. La Ley de Dios y la Voluntad del Padre

141:2.1

La noche antes de partir de Pella, Jesús impartió instrucciones ulteriores a los apóstoles sobre el nuevo reino. Dijo el Maestro: «Se os ha enseñado a esperar el advenimiento del reino de Dios, y ahora yo he venido anunciando que este reino por tanto tiempo esperado está cerca, que en efecto ya está aquí, en nuestro medio. En todo reino debe de haber un rey sentado en su trono que establece las leyes del reino. Por eso habéis desarrollado un concepto del reino del cielo como el gobierno glorificado del pueblo judío sobre todos los pueblos de la tierra, con el Mesías sentado en el trono de David promulgando desde este lugar de milagroso poder las leyes para el mundo entero. Pero, hijos míos, no estáis viendo con los ojos de la fe, ni oyendo con la comprensión del espíritu. Yo os declaro que el reino del cielo es la comprensión y la aceptación del gobierno de Dios en el corazón de los hombres. En verdad hay un Rey en este reino, y ese Rey es mi Padre y vuestro Padre. Somos en verdad sus súbditos fieles, pero la verdad transformadora que en mucho trasciende este hecho es que nosotros somos sus hijos. En mi vida esta verdad se hará manifiesta para todos. Nuestro Padre también está sentado en un trono, pero no un trono hecho por manos humanas. El trono del Infinito es la morada eterna del Padre en el cielo de los cielos; él llena todas las cosas y proclama sus leyes a los universos tras los universos. Y el Padre también gobierna dentro del corazón de sus hijos en la tierra, mediante el espíritu que él ha enviado para que more en el alma de los hombres mortales.

141:2.2

«Cuando súbditos de este reino, en verdad debéis escuchar la ley del Gobernante Universal; pero cuando, gracias al evangelio del reino que yo he venido para declarar, vosotros descubrís por la fe que sois hijos, de allí en adelante no os consideraréis como criaturas sujetas a la ley de un rey todopoderoso, sino como los hijos privilegiados de un Padre amante y divino. De cierto, de cierto os digo, que cuando la voluntad del Padre es vuestra ley, aún no estáis en el reino. Pero cuando la voluntad del Padre se hace verdaderamente vuestra voluntad, entonces estaréis vosotros en verdad en el reino, porque el reino se ha tornado de esta manera una experiencia establecida en vosotros. Cuando la voluntad de Dios es vuestra ley, sois nobles súbditos esclavos; pero cuando creéis en este nuevo evangelio de filiación divina, la voluntad de mi Padre se hace vuestra voluntad, y seréis elevados a la alta posición de hijos libres de Dios, hijos liberados del reino».

141:2.3

Algunos de los apóstoles comprendieron algo de esta enseñanza, pero ninguno de ellos comprendió el significado pleno de este extraordinario anuncio, excepto tal vez Santiago Zebedeo. Sin embargo, estas palabras se grabaron en su corazón, emergiendo para alegrar su ministerio durante los años posteriores de servicio.


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