Tomás el pescador y Judas el vagabundo se encontraron con Jesús y los apóstoles en el atracadero de las barcas pesqueras en Tariquea, y Tomás los condujo hasta su casa, que quedaba cerca. Felipe presentó a Tomás como su candidato para el apostolado y Natanael del mismo modo presentó a Judas Iscariote, el judeo. Dijo Jesús, mirando a Tomás: «Tomás, tú careces de fe; sin embargo, yo te recibo. Sígueme». A Judas Iscariote le dijo el Maestro: «Judas, somos todos de la misma carne, y al recibirte en nuestro medio, oro porque seas siempre leal a tus hermanos galileos. Sígueme».
Cuando estuvieron descansados, Jesús llevó a los doce aparte para orar con ellos y les instruyó sobre la naturaleza y la obra del Espíritu Santo, pero nuevamente no comprendieron plenamente el significado de estas maravillosas verdades que él intentaba enseñarles. Uno de ellos entendía un concepto mientras que otro comprendía otro concepto, pero ninguno de ellos alcanzaba a comprender la entera gama de sus enseñanzas. Intentaban constante y erróneamente adaptar el nuevo evangelio de Jesús a sus viejas formas de creencia religiosa. No podían captar el concepto de que Jesús había venido para proclamar un nuevo evangelio de salvación y establecer un nuevo modo de encontrar a Dios; no percibían que él era una nueva revelación del Padre celestial.
Al día siguiente Jesús dejó completamente solos a sus doce apóstoles; quería que se conocieran y deseaba que pudieran comentar entre ellos lo que les había enseñado. El Maestro regresó para la cena, y durante la sobremesa les habló del ministerio de los serafines, y algunos de los apóstoles entendieron sus enseñanzas. Descansaron esa noche y al día siguiente partieron en barca para Capernaum.
Zebedeo y Salomé se habían ido a vivir con su hijo David, para que su amplia casa pudiera estar a disposición de Jesús y de sus doce apóstoles. Aquí pasó Jesús un sábado tranquilo con sus mensajeros elegidos; bosquejó cuidadosamente los planes para proclamar el reino y explicó plenamente la importancia de evitar conflictos con las autoridades civiles, diciendo: «Si es necesario censurar a los gobernantes civiles, dejadme a mí esa tarea. Cuidaos de no hacer denuncias de césar o de sus siervos». Fue esta misma noche que Judas Iscariote llevó a Jesús aparte para preguntarle por qué nada se hacía para liberar a Juan de la prisión. Pero Judas no quedó totalmente satisfecho con la actitud de Jesús.