Camino del Mar Caspio, Jesús se había detenido varios días en la vieja ciudad persa de Urmia, sobre la costa occidental del Lago Urmia, para descansar y recuperarse. En la isla más grande, de un grupo situado a corta distancia de la costa cerca de Urmia, se levantaba un gran edificio, un anfiteatro para conferencias, dedicado al «espíritu de la religión». En realidad esta estructura era un templo dedicado a la filosofía de las religiones.
Este templo había sido construido por un rico mercader, ciudadano de Urmia, y sus tres hijos. Este hombre se llamaba Cimboitón, y sus antepasados provenían de muchos pueblos distintos.
Las conferencias y discusiones comenzaban en esta escuela religiosa a las 10:00 de la mañana. Las sesiones de la tarde comenzaban a las 3:00, y los debates nocturnos se iniciaban a las 8:00 de la noche. Estas sesiones de enseñanza, discusión y debate eran presididas siempre por Cimboitón o por uno de sus tres hijos. El fundador de esta escuela religiosa tan singular vivió y murió sin divulgar jamás sus creencias religiosas personales.
Varias veces participó Jesús en estas discusiones, y antes de que partiera de Urmia, Cimboitón acordó con Jesús que, durante su viaje de regreso, se hospedara con ellos dos semanas, dictara veinticuatro conferencias sobre «la fraternidad de los hombres», y dirigiera doce sesiones nocturnas de preguntas, discusiones y debates sobre sus conferencias en particular, y sobre la fraternidad de los hombres en general.
Conforme a este acuerdo, Jesús se detuvo en Urmia en su viaje de regreso y dictó las conferencias. Fue ésta la más formal y sistemática de las enseñanzas del Maestro en Urantia. Nunca antes ni después dijo tantas cosas sobre el mismo tema como en estas conferencias y discusiones sobre la fraternidad de los hombres. En realidad, tales conferencias fueron sobre el «Reino de Dios» y los «Reinos de los hombres».
Más de treinta religiones y cultos religiosos estaban representados en el cuerpo docente del templo de filosofía religiosa. Los profesores eran elegidos, mantenidos y plenamente acreditados por sus respectivos grupos religiosos. Por esta época, el cuerpo docente constaba aproximadamente de setenta y cinco profesores, los cuales vivían en cabañas con espacio para unas doce personas cada una. Durante la luna nueva se echaba la suerte para cambiar los grupos. La intolerancia, un espíritu pendenciero u otro rasgo que pudiera interferir con el funcionamiento apacible de la comunidad, daba lugar al despido inmediato y sumario del responsable. Éste era despedido sin ceremonia, y el suplente tomaba inmediatamente su puesto.
Estos maestros de religiones diferentes hacían un gran esfuerzo por mostrar cuán semejantes eran sus religiones en cuanto a los aspectos fundamentales de esta vida y de la próxima. Para obtener una cátedra en esta facultad bastaba que aceptase una doctrina—cada uno de los maestros debía representar una religión que reconociera a Dios– o algún tipo de Deidad suprema. En el cuerpo docente había cinco maestros independientes, que no representaban a una religión organizada, y como tal compareció Jesús ante ellos.
[Cuando nosotros, los seres intermedios, preparamos por primera vez el resumen de las enseñanzas de Jesús en Urmia, surgió un desacuerdo entre los serafines de las iglesias y los serafines del progreso sobre si sería o no prudente incluir estas enseñanzas en la Revelación de Urantia. Las condiciones imperantes en el siglo veinte, tanto en el campo religioso como en el de los gobiernos humanos, son tan diferentes de las que predominaban en los tiempos de Jesús que ciertamente era muy difícil adaptar las enseñanzas del Maestro en Urmia a los problemas del reino de Dios y de los reinos de los hombres, tal como estas funciones mundiales existen en el siglo veinte. Nunca conseguimos esbozar una exposición de las enseñanzas del Maestro que fuera aceptable para ambos grupos de estos serafines del gobierno planetario. Finalmente, el Melquisedek presidente de la comisión reveladora, nombró una comisión de tres de nosotros para que preparáramos nuestro punto de vista sobre las enseñanzas del Maestro en Urmia, adaptadas a las condiciones religiosas y políticas del siglo veinte en Urantia. Por consiguiente, nosotros tres, seres intermedios secundarios, completamos dicha adaptación de las enseñanzas de Jesús, expresando de nuevo sus pronunciamientos de una forma aplicable a las condiciones mundiales contemporáneas, y ahora presentamos esta exposición tal como quedó después de haber sido revisada por el presidente Melquisedek de la comisión reveladora.]