Éste fue un año interesante en la escuela. Aunque Jesús no era un estudiante fuera de lo común, era un alumno diligente y pertenecía al tercio más avanzado de la clase; hacía sus tareas tan bien que se le permitía una semana de vacaciones por mes. Generalmente pasaba esa semana con su tío el pescador en las orillas del mar de Galilea cerca de Magdala, o en la granja de su otro tío (hermano de su madre) ocho kilómetros al sur de Nazaret.
Aunque su madre temía mucho por la salud y la seguridad del muchacho, poco a poco se reconcilió con estas ausencias del hogar. Los tíos y las tías de Jesús lo querían mucho, y se formó cierta alegre actitud competitiva entre ellos, para conseguir el privilegio de su compañía durante estas visitas mensuales durante el curso de este año y de los años inmediatamente subsiguientes. Su primera semana de estadía en la granja de su tío (desde la infancia), ocurrió en enero de este año; la primera semana de su experiencia como pescador en el mar de Galilea ocurrió en el mes de mayo.
Alrededor de esta época Jesús conoció a un maestro de matemáticas proveniente de Damasco, y al aprender algunas técnicas nuevas relativas a los números, se dedicó mucho tiempo a las matemáticas durante varios años. Desarrollando un agudo entendimiento de los números, las distancias y las proporciones.
Jesús disfrutaba mucho de la compañía de su hermano Santiago y hacia fines de este año había empezado a enseñarle el alfabeto.
En ese año Jesús hizo arreglos para intercambiar productos lecheros por clases de arpa. Tenía una predilección especial por todo lo que fuera musical. Más adelante promovió el interés en la música vocal entre sus compañeros jóvenes. A los once años de edad ya era un arpista habilidoso y mucho disfrutaba tocando sus extraordinarias interpretaciones e interesantes improvisaciones para esparcimiento de su familia y amigos.
Aunque Jesús continuaba haciendo envidiables progresos en la escuela, no todo estaba tranquilo para los padres ni para los maestros. Persistía en hacer muchas preguntas embarazosas tanto en el campo de la ciencia como en el de la religión, particularmente en relación con la geografía y la astronomía. Tenía particular interés en averiguar por qué había una temporada seca y una temporada de lluvias en Palestina. Repetidamente buscó la explicación de la gran diferencia entre la temperatura de Nazaret y la del valle del Jordán. Simplemente no paraba nunca de hacer estas preguntas inteligentes pero complicadas.
Su tercer hermano, Simón, nació por la tarde del viernes 14 de abril de este año, el 2 d. de J.C.
En febrero, Nacor, uno de los maestros de la academia rabínica de Jerusalén, vino a Nazaret para observar a Jesús, habiendo cumplido una misión similar en la casa de Zacarías cerca de Jerusalén. Vino a Nazaret por consejo del padre de Juan. Aunque al principio le escandalizó un tanto la franqueza de Jesús y su manera poco convencional de relacionarse con cosas religiosas, atribuyó estas características a la lejanía de Galilea de los centros de enseñanza y cultura hebreas, y aconsejó a José y María que le permitieran llevarse a Jesús con él a Jerusalén, donde contaría con las ventajas de la educación y de la enseñanza en el centro de la cultura judía. María estaba casi decidida a dar el permiso; estaba convencida de que su hijo mayor llegaría a ser el Mesías, el libertador de los judíos; José dudaba; estaba igualmente persuadido de que Jesús crecería a ser un hombre de destino, pero tenía mucha incertidumbre en cuanto a cuál sería ese destino. Nunca dudó sin embargo de que su hijo cumpliría una gran misión en la tierra. Cuanto más pensaba en el consejo de Nacor, más dudaba de la sabiduría en la propuesta estadía en Jerusalén.
Debido a esta diferencia de opiniones entre José y María, Nacor solicitó permiso para plantearle el asunto directamente a Jesús. Jesús escuchó con atención, habló con José, con María, con un vecino, con Jacobo el albañil, cuyo hijo era su compañero favorito, y dos días más tarde les dijo que, puesto que había tal diferencia de opinión entre sus padres y consejeros, y puesto que no se sentía competente para asumir la responsabilidad de tal decisión, porque no tenía ideas definidas a favor de una u otra alternativa, en vista de la situación entera, finalmente había decidido «hablar con mi Padre que está en el cielo»; y aunque no estaba perfectamente seguro de la respuesta, pensaba que sería mejor que se quedara en su casa «con mi padre y mi madre», agregando: «Ellos que tanto me aman harán más por mí y me guiarán mejor que un grupo de extraños que tan sólo ven mi cuerpo y observan mi mente, pero que difícilmente me conocen verdaderamente.» Todos se maravillaron, y Nacor se regresó a Jerusalén. Pasaron muchos años antes de que se considerara nuevamente la posibilidad de que Jesús se fuese de su hogar.
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