Jesús no vino a este mundo en una era de decadencia espiritual; al tiempo de su nacimiento, Urantia vivía un período de revitalización del pensamiento espiritual y de la vida religiosa de una intensidad tal, que no se había conocido en la historia postadánica ni se ha repetido desde entonces. Cuando Micael se encarnó en Urantia, el mundo ofrecía las condiciones más favorables para el autootorgamiento del Hijo Creador, que se hubieran dado jamás o que se hayan dado desde entonces. En los siglos apenas anteriores a esta época, la cultura y el idioma griegos se habían expandido hacia el Occidente y hacia el Oriente cercano. Los judíos, raza levantina que por su naturaleza eran parte occidentales y parte orientales, contaban con las dotes ideales para utilizar ese ambiente cultural y lingüístico como medio de difusión de una nueva religión tanto al este como al oeste. Estas circunstancias altamente favorables se daban además en un medio particularmente auspicioso, debido a la política tolerante de los romanos en el mundo mediterráneo.
Podemos ver claramente esta combinación de influencias mundiales en las actividades de Pablo: hebreo entre los hebreos por su cultura religiosa, y él mismo ciudadano romano, predicó el evangelio de un Mesías judío en lengua griega.
No se ha visto en el Occidente ni previamente ni desde aquel entonces nada que se parezca a la civilización de los tiempos de Jesús. La civilización europea estaba unida y coordinada bajo una triple influencia extraordinaria:
1. El sistema político y social romano.
2. La cultura y el idioma griegos—así como, hasta cierto punto, la filosofía griega.
3. La influencia en rápida expansión de las enseñanzas religiosas y morales de los judíos.
Cuando nació Jesús, el mundo mediterráneo constituía un imperio unificado. Por primera vez en la historia, había buenas carreteras entre los principales centros habitados. Los mares estaban libres de piratas, y una gran época de comercio y de viajes avanzaba rápidamente. Europa no volvió a disfrutar de períodos tan activos en movilidad y comercio hasta el siglo diecinueve d. de J.C.
A pesar de la paz interior y de la prosperidad superficial del mundo grecoromano, la mayoría de los habitantes del imperio languidecían en miseria y pobreza. La pequeña clase alta era rica; pero la gran mayoría de la humanidad pertenecía a una clase baja miserable y empobrecida. En aquellos tiempos no había una clase media feliz y próspera; hasta ahora estaba empezando a hacer su aparición en la sociedad romana.
Las primeras luchas entre los estados expansivos romano y parto, habían concluido en el reciente pasado, quedando Siria en manos de los romanos. En los tiempos de Jesús, Palestina y Siria disfrutaban de un período de prosperidad, de relativa paz y de extensas relaciones comerciales activas tanto con el este como con el oeste.