La providencia no significa que Dios ha decidido todo para nosotros y por adelantado. Dios nos ama demasiado como para hacer eso, porque eso sería prácticamente tiranía cósmica. El hombre tiene poderes relativos de elección. Tampoco es el amor divino, ese afecto miope que mimaría y consentiría a los hijos del hombre.
El Padre, el Hijo y el Espíritu—como Trinidad– no son el Supremo Todopoderoso, pero la supremacía del Todopoderoso no puede nunca manifestarse sin ellos. El crecimiento del Todopoderoso está centrado en los Absolutos de actualidad y basado en los Absolutos de potencialidad. Pero las funciones del Supremo Todopoderoso están relacionadas con las funciones de la Trinidad del Paraíso.
Parecería que, en el Ser Supremo, todas las fases de la actividad universal están siendo parcialmente reunidas por la personalidad de esta Deidad experiencial. Cuando, por lo tanto, deseamos visualizar la Trinidad como un Dios, y si limitamos este concepto al gran universo actualmente conocido y organizado, descubrimos que el Ser Supremo en evolución es la representación parcial de la Trinidad del Paraíso. Ulteriormente descubrimos que esta Deidad Suprema está evolucionando como síntesis de personalidad de la materia, la mente y el espíritu finitos en el gran universo.
Los Dioses tienen atributos pero la Trinidad tiene funciones, y como la Trinidad, la providencia es una función, el compuesto del supercontrol distinto de personal del universo de los universos, que se extiende de los niveles evolucionarios del Séptuple, sintetizándose en poder del Todopoderoso hasta los dominios trascendentales de la Ultimidad de la Deidad.
Dios ama a cada criatura como a un hijo, y ese amor acompaña a cada criatura a lo largo de todo el tiempo y de la eternidad. La providencia funciona respecto al total y trata de la función de cualquier criatura en cuanto tal función esté relacionada con el total. La intervención providencial respecto de un ser específico es indicativa de la importancia de la función de ese ser en cuanto al crecimiento evolucionario de algún total; dicho total puede ser la raza total, la nación total, el planeta total o aun un total más elevado. Es la importancia de la función de la criatura la que ocasiona la intervención providencial, no la importancia de la criatura como persona.
Sin embargo, el Padre como persona puede en cualquier momento interponer una mano paterna en la corriente de los acontecimientos cósmicos, todo de acuerdo con la voluntad de Dios y en consonancia con la sabiduría de Dios y motivado por el amor de Dios.
Lo que el hombre llama providencia es demasiado frecuentemente el producto de su propia imaginación, la yuxtaposición fortuita de las circunstancias del azar. Existe sin embargo una providencia real y emergente en el reino finito de la existencia universal, una correlación verdadera y actualizante de las energías del espacio, los movimientos del tiempo, los pensamientos del intelecto, los ideales del carácter, los deseos de las naturalezas espirituales y las acciones volitivas determinadas de las personalidades en evolución. Las circunstancias de los mundos materiales encuentran integración finita final en las presencias entrelazadas del Supremo y del Último.
A medida que los mecanismos del gran universo se van perfeccionando hasta el punto de una precisión final a través del supercontrol de la mente, y a medida que la mente de la criatura asciende a la perfección del logro de la divinidad a través de la integración perfeccionada con el espíritu, y a medida que el Supremo, consiguientemente, emerge como un unificador actual de todos estos fenómenos universales, del mismo modo la providencia se vuelve cada vez más discernible.
Algunas de las condiciones sorprendentemente fortuitas que ocasionalmente prevalecen en los mundos evolucionarios pueden ser debidas a la presencia en gradual emergencia del Supremo, la anticipación de sus actividades universales futuras. La mayor parte de lo que un mortal llamaría providencial no lo es; su juicio en estos asuntos está muy dificultado por la falta de visión perspicaz en los verdaderos significados de las circunstancias de la vida. Mucho de lo que un mortal llamaría buena suerte puede ser en realidad mala suerte; la sonrisa de la fortuna, que dona tiempo libre no ganado y riqueza no merecida puede ser la mayor de las aflicciones humanas; la crueldad aparente del hado perverso que acumula tribulaciones sobre un mortal sufriente puede ser en realidad un fuego templador que está transmutando el hierro blando de la personalidad inmadura en el acero duro del verdadero carácter.
Existe una providencia en los universos en evolución, y las criaturas pueden descubrirla hasta el punto en que ellas hayan alcanzado la capacidad de percibir el propósito de los universos en evolución. La capacidad completa de discernir los propósitos universales equivale a haber completado la evolución de la criatura y se puede expresar de otra manera como el logro del Supremo dentro de los límites del estado presente de los universos incompletos.
El amor del Padre actúa directamente en el corazón del individuo, independientemente de las acciones o reacciones de todos los demás individuos; la relación es personal—hombre y Dios. La presencia impersonal de la Deidad (el Supremo Todopoderoso y la Trinidad del Paraíso) manifiesta respeto por el todo y no por la parte. La providencia del supercontrol de la Supremacía se vuelve cada vez más aparente a medida que las sucesivas partes del universo progresan en el logro de los destinos finitos. A medida que los sistemas, constelaciones, universos y superuniversos se establecen en luz y vida, el Supremo emerge cada vez más como correlativo significativo de todo lo que ocurre, mientras que el Último emerge gradualmente como unificador trascendental de todas las cosas.
En los comienzos de un mundo evolucionario los sucesos naturales de orden material y los deseos personales de los seres humanos frecuentemente parecen ser antagónicos. Es muy difícil para el hombre mortal comprender mucho de lo que ocurre en un mundo en evolución—la ley natural tan frecuentemente parece ser cruel, sin corazón e indiferente a todo lo que es verdadero, bello y bueno en la comprensión humana. Pero a medida que la humanidad progresa en el desarrollo planetario, observamos que este punto de vista se ve modificado por los siguientes factores:
1. La visión en aumento del hombre—su comprensión creciente del mundo en el cual vive; su capacidad que se va ampliando para la comprensión de los hechos materiales del tiempo, las ideas significativas del pensamiento y los ideales valiosos del discernimiento espiritual. Mientras los hombres midan tan sólo con la vara de las cosas de naturaleza física no pueden esperar jamás encontrar unidad en el tiempo y en el espacio.
2. El control en aumento del hombre—la acumulación gradual del conocimiento de las leyes del mundo material, los propósitos de la existencia espiritual y las posibilidades de la coordinación filosófica de estas dos realidades. El hombre, el salvaje, estaba desamparado ante los ataques de las fuerzas naturales, era esclavo ante el dominio cruel de sus propios temores interiores. El hombre semicivilizado comienza a abrir la puerta del almacén de los secretos de los reinos naturales y su ciencia está destruyendo lenta, pero eficazmente, sus supersticiones, mientras que al mismo tiempo provee una base nueva y ampliada de hecho para la comprensión de los significados de la filosofía y de los valores de la verdadera experiencia espiritual. El hombre civilizado algún día alcanzará un dominio relativo de las fuerzas físicas de su planeta; esparcirá el amor de Dios en su corazón hacia afuera en forma eficaz como amor hacia sus semejantes, mientras que los valores de la existencia humana se aproximarán a los límites de la capacidad mortal.
3. Integración del hombre con el universo—el aumento de discernimiento humano más el aumento del logro experiencial humano le trae hacia una armonía más estrecha con las presencias unificadoras de la Supremacía—la Trinidad del Paraíso y el Ser Supremo. Esto es lo que establece la soberanía del Supremo en los mundos que se han establecido por mucho tiempo en luz y vida. Tales planetas avanzados son efectivamente poemas de armonía, retratos de la belleza de la bondad lograda, conseguida mediante la búsqueda de la verdad cósmica. Si tales cosas pueden suceder en un planeta, cosas aun más grandes pueden suceder en un sistema y en las unidades más grandes del gran universo a medida que éstos también logren un establecimiento que indique el agotamiento de los potenciales para el crecimiento finito.
En un planeta de este orden avanzado, la providencia se ha vuelto una actualidad, las circunstancias de la vida están correlacionadas, pero esto no se debe solamente a que el hombre ha llegado a dominar los problemas materiales de su mundo; es también porque ha comenzado a vivir de acuerdo con la tendencia de los universos; está siguiendo el camino de la Supremacía para el logro del Padre Universal.
El reino de Dios está en el corazón de los hombres; y cuando este reino se vuelve actual en el corazón de cada individuo de un mundo, la regla de Dios se ha vuelto actual en el planeta; ésta es la soberanía lograda del Ser Supremo.
Para realizar la providencia en el tiempo el hombre debe cumplir la tarea de alcanzar la perfección. Pero el hombre aun ahora puede saborear por adelantado esta providencia en sus significados eternos cuando discurre en el hecho universal de que todas las cosas, ya sean buenas o malas, cooperan para el avance de los mortales que conocen a Dios en su búsqueda del Padre de todo.
La providencia se vuelve cada vez más discernible a medida que los hombres se dirigen hacia arriba desde lo material a lo espiritual. El logro del discernimiento espiritual completado permite que la personalidad ascendente detecte armonía en lo que hasta ese momento era caos. Aun la mota morontial representa un avance real en esta dirección.
La providencia es en parte el supercontrol del Supremo incompleto manifestada en los universos incompletos, y por lo tanto por siempre debe ser:
1. Parcial—debido a la condición incompleta de la actualización del Ser Supremo;
2. Imprevisible—debido a las fluctuaciones de la actitud de la criatura, que por siempre varía de un nivel a otro, causando así aparentemente una respuesta variable recíproca en el Supremo.
Cuando los hombres oran para requerir la intervención providencial en las circunstancias de la vida, muchas veces la respuesta a sus oraciones es su propia actitud cambiada hacia la vida. Pero la providencia no es caprichosa, tampoco es fantástica ni mágica. Es la emergencia lenta y segura del soberano poderoso de los universos finitos, cuya presencia majestuosa detectan ocasionalmente las criaturas en evolución en sus progresiones universales. La providencia es la marcha segura y certera de las galaxias del espacio y de las personalidades del tiempo hacia las metas de la eternidad, primero en el Supremo, luego en el Último y tal vez en el Absoluto. Y en la infinidad creemos que existe la misma providencia y que ésta es la voluntad, las acciones, el propósito de la Trinidad del Paraíso que motiva así el panorama cósmico de universos tras universos.
[Patrocinado por un Mensajero Poderoso residente temporalmente en Urantia.]
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