A lo largo y a lo ancho de las funciones mentales de la inteligencia cósmica, la totalidad de la mente domina las partes de la función intelectual. La mente, en su esencia, es una unidad funcional; por lo tanto, la mente no deja nunca de manifestar esta unidad constitutiva, aun cuando se encuentra dificultada y obstaculizada por las acciones y elecciones tontas de un yo descarriado. Y esta unidad de la mente invariablemente busca la coordinación del espíritu en todos los niveles de su asociación con los yoes de dignidad volitiva y prerrogativas de ascensión.
La mente material del hombre mortal es el telar cósmico que lleva el tejido morontial sobre el cual el Ajustador del Pensamiento residente teje los diseños espirituales de un carácter universal de valores duraderos y significados divinos—un alma sobreviviente de destino último y carrera sin fin, un finalista potencial.
La personalidad humana se identifica con la mente y el espíritu, vinculados en enlace funcional por la vida en un cuerpo material. Este enlace funcional de mente y espíritu no da como resultado una combinación de las cualidades o atributos de la mente y del espíritu, sino más bien da un valor universal enteramente nuevo, original y único de perduración potencialmente eterna: el alma.
Existen tres y no dos factores en la creación evolucionaria de tal alma inmortal. Estos tres antecedentes del alma morontial humana son:
1. La mente humana y todas las influencias cósmicas antecedentes a ella y relacionadas con ella.
2. El espíritu divino que mora en esta mente humana y todos los potenciales inherentes en tal fragmento de espiritualidad absoluta, juntamente con todas las influencias y factores espirituales asociados en la vida humana.
3. La relación entre la mente material y el espíritu divino, que connota un valor y lleva un significado que no se encuentran en ninguno de los factores contribuyentes a dicha asociación. La realidad de esta relación singular no es ni material ni espiritual, sino morontial. Es el alma.
Desde hace mucho los seres intermedios han denominado esta alma evolutiva del hombre la mente intermedia, para distinguirla de la mente material o más baja y la mente cósmica o más elevada. Esta mente intermedia es realmente un fenómeno morontial, puesto que existe en el reino entre lo material y lo espiritual. El potencial de tal evolución morontial es inherente en los dos impulsos universales de la mente: el impulso de la mente finita de la criatura de conocer a Dios y alcanzar la divinidad del Creador, y el impulso de la mente infinita del Creador de conocer al hombre y alcanzar la experiencia de la criatura.
Esta transacción excelsa de evolución del alma inmortal es posible porque la mente mortal es primero personal y, segundo, está en contacto con las realidades superanimales; posee una dote supermaterial de ministerio cósmico que asegura la evolución de una naturaleza mortal capaz de hacer decisiones morales, efectuando de este modo un contacto creador bona fide con los ministros espirituales asociados y con el Ajustador del Pensamiento residente.
El resultado inevitable de tal espiritualización por contacto de la mente humana es el nacimiento gradual de un alma, el vástago conjunto de una mente ayudante dominada por una voluntad humana que ansía conocer a Dios, trabajando en enlace con las fuerzas espirituales del universo que están bajo el control de un fragmento real del Dios mismo de toda creación—el Monitor Misterioso. Así, la realidad material y mortal del yo trasciende las limitaciones temporales de la máquina de vida física y alcanza una nueva expresión y una nueva identificación en el vehículo en evolución para la continuidad del yo: el alma morontial e inmortal.