El logro de los siete círculos cósmicos no iguala la fusión con el Ajustador. Hay muchos mortales que viven en Urantia que han alcanzado sus círculos; pero la fusión depende de logros espirituales aun mayores y más sublimes: del logro de una sincronización final y completa de la voluntad mortal con la voluntad de Dios tal como reside en el Ajustador del Pensamiento.
Cuando un ser humano ha completado los círculos de logro cósmico, y más allá, cuando la elección final de la voluntad mortal permite que el Ajustador complete la asociación de la identidad humana con el alma morontial durante la vida evolucionaria y física, estos enlaces consumados, entre el alma y el Ajustador, proceden independientemente a los mundos de estancia, y entonces se promulga el mandato de Uversa que provee la fusión inmediata del Ajustador y del alma morontial. Esta fusión durante la vida física consume instantáneamente al cuerpo material; los seres humanos que pudieran presenciar tal espectáculo tan sólo observarían al mortal que está siendo trasladado, desaparecer «en carros de fuego».
La mayoría de los Ajustadores que han trasladado a sus sujetos desde Urantia eran altamente expertos y se habían inscrito como residentes previos en numerosos mortales en otras esferas. Recordad, los Ajustadores ganan valiosa experiencia de residencia en los planetas del orden de préstamo; no se deduce que los Ajustadores ganan experiencia tan sólo para el trabajo avanzado en aquellos sujetos mortales que no sobreviven.
Subsiguiente a la fusión mortal, los Ajustadores comparten vuestro destino y experiencia; ellos son vosotros. Después de la fusión del alma morontial inmortal y el Ajustador asociado, toda la experiencia y todos los valores del uno se vuelven finalmente posesión del otro, de manera que los dos son efectivamente una entidad. En cierto sentido, este nuevo ser es del pasado eterno así como también para el futuro eterno. Todo lo que fuera cierta vez humano en el alma sobreviviente y todo lo que es experiencialmente divino en el Ajustador se vuelven la posesión real de la personalidad universal nueva y siempre ascendente. Pero en cada nivel del universo el Ajustador puede dotar a la nueva criatura tan sólo con aquellos atributos que tienen sentido y valor para ese nivel. Se puede lograr una unicidad absoluta con el Monitor divino, un agotamiento completo de la dote de un Ajustador, tan sólo en la eternidad subsiguiente al logro final del Padre Universal, el Padre de los espíritus, por siempre la fuente de estos dones divinos.
Cuando el alma evolutiva y el Ajustador divino son fusionados final y eternamente, cada uno gana todas las cualidades experienciables del otro. Esta personalidad coordinada posee toda la memoria experiencial de supervivencia poseída anteriormente por la mente mortal ancestral y residente luego en el alma morontial, y además este finalista potencial comprende toda la memoria experiencial del Ajustador de todos los casos en que residía en los mortales en todos los tiempos. Pero hace falta una eternidad en el futuro para que un Ajustador dote por completo a esta asociación de personalidad de los significados y valores que el Monitor divino trae desde la eternidad del pasado.
Pero con la gran mayoría de los habitantes urantianos el Ajustador debe aguardar pacientemente la llegada de la liberación de la muerte; ha de aguardar la liberación del alma naciente de la dominación casi completa de los esquemas energéticos y de las fuerzas químicas inherentes a vuestra orden material de existencia. La dificultad principal que vosotros experimentáis al poneros en contacto con vuestro Ajustador consiste en esta misma naturaleza material inherente. Sólo tan pocos mortales son verdaderos pensadores; vosotros no desarrolláis ni disciplináis espiritualmente a vuestras mentes hasta el punto de realizar un enlace favorable con los Ajustadores divinos. El oído de la mente humana es casi sordo a las solicitudes espirituales que el Ajustador traduce de los mensajes múltiples de las transmisiones universales de amor que proceden del Padre de las misericordias. El Ajustador encuentra casi imposible registrar estas guías espirituales inspiradoras en una mente animal tan completamente dominada por las fuerzas químicas y eléctricas inherentes a vuestra naturaleza física.
Los Ajustadores se regocijan con ponerse en contacto con la mente mortal; pero deben ser pacientes a lo largo de los muchos años de estadía silenciosa durante los cuales son incapaces de abrirse paso por la resistencia animal y de comunicarse directamente con vosotros. Cuanto más alto ascienden los Ajustadores del Pensamiento en la escala del servicio, más eficaces se vuelven. Pero jamás pueden saludaros, en la carne, con el mismo afecto pleno, comprensivo y lleno de expresión con que lo harán cuando los discernáis de mente a mente en los mundos de estancia.
Durante la vida mortal el cuerpo material y la mente te separan de tu Ajustador y previenen la comunicación libre; después de la muerte, posteriormente a la fusión eterna, tú y el Ajustador seréis uno solo—no os podréis diferenciar como seres separados– y por lo tanto no existirá necesidad de comunicación tal como la entiendes.
Aunque la voz del Ajustador está siempre dentro de vosotros, la mayoría de vosotros rara vez la oiréis durante la vida mortal. Los seres humanos por debajo del tercero y segundo círculo de logro raramente oyen la voz directa del Ajustador excepto en los momentos de deseo supremo, en una situación suprema y después de una decisión suprema.
Durante la realización y ruptura de un contacto entre la mente mortal de un reservista del destino y los supervisores planetarios, a veces el Ajustador residente está situado de tal manera que se hace posible trasmitir un mensaje al socio mortal. No hace mucho, en Urantia, un Ajustador autoactuante trasmitió tal mensaje a su asociado humano, un miembro del cuerpo de reserva del destino. Este mensaje comenzaba con estas palabras: «Ahora, sin injuria ni peligro para el sujeto de mi devoción solícita y sin intento de desalentar ni castigar, para mí, registrad mi súplica». A continuación se oyó una admonición bellamente conmovedora y emotiva. Entre otras cosas, el Ajustador imploró, «que me otorgue más fielmente su cooperación sincera, que tolere más alegremente las tareas de mi emplazamiento, que lleve a cabo más fielmente el programa de mi arreglo, que pase más pacientemente las pruebas de mi selección, que camine más persistente y alegremente por el camino de mi elección, que reciba más humildemente crédito para que se acumule como resultado de mis esfuerzos incesantes—trasmitid ésta mi súplica al hombre en quien resido. En él vierto la devoción suprema y el afecto de un espíritu divino. Y más, decid a mi sujeto amado que funcionaré con sabiduría y poder hasta el fin mismo, hasta que se acabe la última contienda terrestre; seré fiel a mi fideicomiso de personalidad. Y le exhorto a la supervivencia, para que no me desilusione, para que no me prive de la recompensa a mi lucha paciente e intensa. De la voluntad humana depende nuestro logro de la personalidad. De círculo en círculo he ascendido pacientemente a esta mente humana, y tengo testimonio de que el jefe de mi propia clase me otorga su aprobación. De círculo en círculo estoy prosiguiendo hacia el juicio. Aguardo con placer y sin aprehensión la llamada del destino; estoy preparado a someterme a todos los tribunales de los Ancianos de los Días».
[Presentado por un Mensajero Solitario de Orvonton.]
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