Así como la diversificación original del YO SOY debe ser atribuida a la volición inherente y autocontenida, del mismo modo la promulgación de la realidad finita debe ser adscrita a los actos volitivos de la Deidad del Paraíso y a los ajustes repercusionales de las triunidades funcionales.
Antes de la deidadización de lo finito, parecería que toda diversificación de la realidad se produjo en niveles absolutos; pero la acción volitiva que promulga la realidad finita connota una cualificación de la absolutez e implica la aparición de relatividades.
Aunque presentamos esta narrativa en forma secuencial y describimos la aparición histórica de lo finito como derivativo directo de lo absoluto, es necesario recordar que los trascendentales tanto precedieron como siguieron a todo lo que es finito. Los últimos trascendentales finales son, en relación con lo finito, tanto causales como de consumación.
La posibilidad finita es inherente en el Infinito, pero la transmutación de posibilidad a probabilidad e inevitabilidad debe ser atribuida a la autoexistente voluntad libre de la Primera Fuente y Centro, que activa todas las asociaciones de la triunidad. Sólo la infinidad de la voluntad del Padre podría haber cualificado el nivel absoluto de existencia para eventuar un último o crear un finito.
Con la aparición de la realidad relativa y cualificada surge en la exitencia un nuevo ciclo de realidad—el ciclo de crecimiento– un majestuoso gesto hacia abajo desde las alturas de la infinidad hacia el dominio de lo finito, que por siempre se columpia hacia adentro, hacia el Paraíso y la Deidad, por siempre buscando aquellos altos destinos conmensurados con la fuente infinita.
Estas transacciones inconcebibles marcan el comienzo de la historia universal, marcan la llegada a la exitencia el tiempo mismo. Para una criatura, el comienzo de lo finito es la génesis de la realidad; visto por la mente de la criatura, no hay actualidad concebible antes de lo finito. Esta realidad finita de nueva aparición existe en dos fases originales:
1. Máximos primarios, la realidad supremamente perfecta, el tipo Havona de universo y criatura.
2. Máximos secundarios, la realidad supremamente perfeccionada, el tipo superuniversal de criatura y creación.
Éstas son, pues, las dos manifestaciones originales: lo constitutivamente perfecto y lo evolucionalmente perfeccionado. Las dos están coordinadas en las relaciones de la eternidad, pero dentro de los límites del tiempo son aparentemente diferentes. El factor temporal significa crecimiento para lo que crece; los finitos secundarios crecen; por lo tanto, los que están creciendo han de aparecer incompletos en el tiempo. Pero estas diferencias, que son tan importantes de este lado del Paraíso, son inexistentes en la eternidad.
Hablamos de lo perfecto y de lo perfeccionado como máximos primarios y secundarios, pero aún hay otro tipo: se producen relaciones trinidizadas y otras entre los primarios y los secundarios, dando como resultado la aparición de máximos terciarios—cosas, significados y valores que no son perfectos ni perfeccionados y que sin embargo están coordinados con ambos factores ancestrales.